29. Lápida

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Pov: Mew

Despierto poco a poco, abriendo mis ojos lentamente, los cuales son cegados al instante por la intensa luz blanca que hay en dónde me encuentro.

¿Acaso morí?

¿Estoy en el cielo?

¿Gulf estara sufriendo por mi partida?

— ¡Está despertando! – escucho la voz de mi hermano Max – ¡LLAMEN A BOUN!

Por la última frase, me doy cuenta de dos cosas. La primera es que no morí y la segunda es que estoy en la clínica privada de mi amigo.

— ¿Qué pasó Max? – digo en un susurro, aún sin poder enfocar bien mi vista –

— Tranquilo hermano, no hables mucho, en un momento viene Boun. – dice mientras acaricia mi hombro y siento su mano temblar, debí de haberlo asustado mucho –

Decido volver a cerrar mis ojos para abrirlos de apoco y que se acostumbren a la luz. Mis fosas nasales se inundan del olor característico de los hospitales y me es inevitable no hacer una mueca.

A los poco minutos entra mi amigo con una bata blanca que le llega a las pantorrillas.

— Que susto nos diste Mew, dime, ¿Recuerdas por qué fuiste traído aquí? – me pregunta sin despegar la vista de los papeles que trae consigo –

— Fue.. fue porque... – no puedo articular  más palabras, pues el recuerdo de ver a Gulf recibiendo una bala hace que mi cabeza duela – Duele, mi cabeza duele. – digo después de unos segundos –

— Es normal después de tal shock, dejaremos las preguntas para después. – dice Boun mientras se acerca a mi, y con una lamparita alumbra mis ojos –

Luego de checarme y de decir que todo está bien, mi amigo se retira del cuarto dejándome solo con mi hermano. Max me ve con preocupación y recriminación.

— ¿Vas a decirme por qué mierda seguiste viendo a Gulf después de lo que te dije? – me pregunta en un tono bastante autoritario – ¡SABES LO PREOCUPADO QUE ESTABA! – grita, dejándome ver toda esa frustración que se había guardado –

— Yo... Lo siento hermano. – digo mientras agacho la mirada – Sabes lo que siento por él y ahora sé, que tal vez, él jamás quiso dejarme, algo pasó Max.

— ¿Y qué importa eso ahora Mew? ¡Casi mueres! – dice mirándome detenidamente y mi corazón se achica al ver sus ojos llenarse de lágrimas – Dime Mew, ¿Qué le diría a mamá si eso hubiera pasado? ¿Sabes la falta que nos harías? ¡DIME SI LO ENTIENDES IMBÉCIL! – grita adolorido mientras cae de rodillas al suelo –

— Perdóname Max, por favor, perdóname. – susurro, dejando que gotas saladas resbalen por mis mejillas – Yo no quería que esto terminara así, no quería hacerte sentir mal, pero es que... Lo amo Max y necesitaba tener aunque fuera un poco de él...

— Eso casi te mata Mew, pero... Tienes razón. – dice acomodándose en el suelo – Gulf jamás quiso irse, no me preguntes como lo sé porque no te diré, pero puedo decirte que, tal vez, yo hubiera tomado las mismas decisiones.

Y las palabras de Max hacen que recuerde aquello que dijo Khalan en la bodega.

“Aquí es dónde tantas veces te folló aquel socio italiano

De solo pensar lo que tuvo que pasar mi pequeño hace que me den ganas de vomitar y que mi corazón duela por no haberlo protegido.

— ¿Cuándo puedo irme de aquí hermano? – le pregunto, dejando de lado la anterior conversación – Necesito ver a pequeño.

— Todo parece indicar que mañana mismo podrás hacerlo. – dice parándose del suelo – Y sobre Gulf...

Centro mi atención en Max pero él desvía la mirada. ¿Acaso Gulf...

— ¿Qué pasa con él, Max? – pregunto impaciente –

— Mew, cálmate hermano. – dice rascándose la parte trasera de la cabeza – Estuviste casi una semana sin despertar, pasaron muchas cosas, cuando la policía llegó a dónde estaban yo ya te había sacado de ahí y...

— ¿Dejaron a Gulf ahí? ¿Nadie lo ayudó? – lo interrumpo, sintiendo mi corazón acelerarse –

— Sus hombres se lo llevaron de inmediato, luego yo fui por ti, no supe de él hasta días después. – dice acercándose a mi – Él... Él está...

A mis oídos llega un fuerte pitido y decido no hablar más.

Luego de pedirle a Max que me dejara solo y de, casi exigirle, a Boun mi alta, estoy aquí. Frente al cementerio, sin poder procesar que es lo que ha ocurrido, como fue que todo terminó así. Detallo con la mirada el gran portón que indica la entrada a el lugar donde las personas descansan luego de fallecer.

Inhalo tomando una gran cantidad de aire antes de decidirme a entrar. Son casi las 8:00 a.m y es martes así que no hay muchas personas, camino entre lápidas hasta dar con la que estoy buscando, lo cual me toma menos de 5 minutos. Leo el nombre grabado en el cemento, sintiendo un vacío en el estómago. Con mucho cuidado coloco las flores que traje conmigo y doy unos pasos hacía atrás.

— ¿Mew? – escucho una voz preguntar casi con miedo – ¿Qué estás haciendo? ¿Cuándo saliste del hospital?

Volteo a ver al dueño de tan hermosa melodía para mis odios. Vestido de negro, con una barba creciendo de a poco, ojeras y con notable dolor en sus ojos, ahí estaba, mi pequeño. El hombre al que amo.

— Disculpa si vine sin permiso, pero sabía lo importante que era ella para ti. – le digo, con pena, acercándome de a poco – Lo siento mucho pequeño.

Él me mira, incrédulo. Sus ojos se cristalizan haciendo que mi corazón se rompa, y antes de poder si quiera intentarlo por mi mismo, se lanza a mis brazos. Lo recibo gustoso, apretándolo contra mi cuerpo, queriendo con ese abrazo unir sus pedazos, pero sé que es imposible.

— Ella... Ella no tenía porque morir, debí de ser yo, no ella. – dice dolido –

— Pequeño, no digas eso, ella dió su vida por ti. – le digo mientras dejo leves caricias en su espalda – Ella te amó tanto como tú a ella, y lo que hizo, fue prueba de ello.

— Pero no debía de ser así. – solloza en mi cuello –

Lo abrazo aún más fuerte, mientras muevo mi cuerpo para que quedemos frente a la lápida.

| Malai Pitak descansa aquí|

Eran las palabras grabadas en el cemento.

— Gracias por todo Malai, por cuidar de mi pequeño, por darle una hija preciosa y por protegerlos hasta el último momento. – digo al viento, esperando que mis palabras lleguen hasta donde ella está ahora –

— Prometo venir a verte tanto como pueda Mai, mi hermosa flor, te llevaré en mi corazón por siempre y jamás dejaré que Becky te olvide. – dice mi pequeño, inclinándose para dejar un beso en la lápida –

— ¿Quieres que te lleve a casa? – le pregunto, en cuando caminamos hacia la salida del cementerio –

— ¿Y podrías quedarte conmigo? – me pregunta en un susurro –

— Claro que sí, pequeño. – le digo, abriéndole la puerta del coche –

Enciendo el auto para empezar a dirigirnos hacía la casa de mi pequeño.

Sintiendo mi corazón cálido por estar junto a él nuevamente.






























Luego de tanto he vuelto con una actualización, mil disculpas, pero estaba ocupada y cansada física y emocionalmente.
La uni, mis prácticas y otros temas me traían saturada, no crean q dejaré tirada la historia.
Gracias por el apoyo y espero sigan disfrutando de la historia💗.

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