—¿Recuérdame por qué accedí a permitirte hacer esto? —inquirió Draktharos con una mirada de duda en sus ojos.
—Porque si no lo intentamos, tu planeta, junto con tantos otros, dejará de existir.
Luego, con determinación, coloqué dos blásters a cada lado de mis caderas y tomé un par de municiones. Las elegantes prendas que solía vestir quedaron en el pasado, reemplazadas por atuendos más ágiles y funcionales que me proporcionaban la flexibilidad necesaria para infiltrarnos en la nave Avarice. Opté por unos pantalones con múltiples bolsillos y una simple remera cubierta por un chaleco oscuro que también albergaba bolsillos estratégicos, perfectos para guardar herramientas y dispositivos útiles en caso de que los necesitara.
Draktharos, por su parte, abandonó su imponente vestuario de comandante en favor de uno más discreto y camuflado, en tonos oscuros que nos ayudarían a pasar desapercibidos en las sombras de la nave Avarice.
Convencerlo no había sido una tarea sencilla, pero al final, con la colaboración de su leal tripulación, la mía y la encantadora Kalixia, logramos que accediera. Por supuesto, para lograrlo, era imprescindible que ambos ingresáramos; de lo contrario, no estaría dispuesto a compartir conmigo todos los oscuros secretos que poseía sobre Drell y su malévola tripulación alienígena.
30 minutos antes:
Me encontraba en una sala de estrategia, rodeada por paredes frías y metálicas. En medio de un ambiente tenso y cargado de incertidumbre, nuestras miradas chocaban como meteoritos, pero también se forjaba una extraña complicidad, forjada únicamente por la adversidad.
—Lo último que deseo es estar atrapada contigo en una nave alienígena hostil —mi voz apenas era un susurro que resonaba en el claustrofóbico espacio de la sala—. Pero si nuestra estrategia falla, todos nosotros estaremos irremediablemente condenados.
El silencio se rompió cuando él respondió, sus ojos reflejando una seriedad que igualaba la mía. Era como si nuestros destinos se hubieran entrelazado de una manera inextricable.
—Comparto tus inquietudes —admitió finalmente.
—Nalor y Kalixia han conseguido proporcionarme mapas extremadamente detallados de la nave Avarice —continué, tratando de mantener la calma a pesar de la gravedad de la situación.
Draktharos asintió, su mirada fija en los mapas holográficos extendidos sobre la mesa.
—Entonces, pongámonos a trazar el plan de entrada —propuso, su voz resonando con autoridad.
—¿Tienes algún plan en mente? —inquirí, consciente de que su astucia y experiencia podrían ser cruciales para nuestra supervivencia.
Se tomó un momento antes de responder, sus dedos tocando con cautela los mapas.
—Me sorprende que no quieras comenzar con tu descabellado plan, Thorne —dijo con una ligera sonrisa, como si disfrutara del juego del gato y el ratón.
—Te concedo el honor —respondí.
Kalixia interrumpió nuestra batalla verbal, sabiendo que no quedaba mucho para que la sala se llenara de tensión insoportable.
—¡Mh! Drak, pueden transformarse temporalmente como un tripulante de la nave Avarice —anunció.
—¿Cuánto tiempo dura esa transformación? —pregunté con un interés agudo y analítico.
—Apenas unos 5 minutos —respondió Kalixia con un dejo de incertidumbre en su voz.
—Tiempo suficiente para adentrarnos en los pasillos en dirección al camarote del Comandante Drell —afirmé, mis ojos clavados en los mapas, evaluando los riesgos y las oportunidades que se nos presentaban.
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El Enigma del Espacio
RomanceEn los confines insondables del universo, emergieron dos líderes cuyas antipatías destilaban un odio tan ardiente como las estrellas que los rodeaban: Evadne Thorne y el príncipe alienígena Draktharos de Zyphronia. Como chispas de desesperación en...