Sabía que tenía razón, que esto no podía ser simplemente un error. Había algo más, una conexión que trascendía lo que mi mente lógica podía comprender. La atracción que sentía por Draktharos era abrumadora, y cada vez resultaba más difícil resistirla.
Nuestros labios se aproximaron con una lentitud que aumentaba la tensión en el aire, y un suspiro incontenible se escapó de mis labios antes de que pudiera evitarlo.
Finalmente, en un arrebato de pasión irrefrenable, nuestros labios se unieron en un beso que desencadenó un torbellino de emociones y deseo. El mundo que nos rodeaba desapareció, y en su lugar, solo existíamos Draktharos y yo en un momento suspendido en el tiempo. Sus manos exploraron mi cuerpo con una urgencia irresistible, dejando tras de sí un rastro de escalofríos de placer y anhelo.
Draktharos me alzó en sus brazos con una facilidad que demostraba su fuerza extraordinaria, y nuestros cuerpos se unieron en un abrazo apasionado que parecía consumir todo a su paso.
—¿Ves, cariño? Esto era inminente —murmuró él, con la mirada ardiente y la respiración entrecortada.
Mis dedos exploraron su espalda, trazando cada contorno de su piel, y pude sentir el calor de su cuerpo a través de la tela que nos separaba. Sus labios descendieron por mi cuello con una suavidad que me hacía temblar.
—¿Sientes lo intensamente que te deseo en este momento?
Mis palabras se esfumaron en el aire, incapaz de articular ni una sola sílaba. La pasión entre nosotros era un fuego desbocado, sus manos robustas exploraban mi piel con una intensidad que me hacía sentir cada fibra de su cuerpo presionando contra mi figura menuda. Sus besos húmedos trazaron una senda desde mi cuello hasta mi clavícula, ascendiendo con parsimonia hacia mi rostro. Cada beso era una caricia suave, como si estuviera dedicando su tiempo a explorar meticulosamente cada rincón de mi piel con sus labios.
—Puedes entender Evad, porque somos tan compatibles. —Los besos y caricias no conocían pausa, y mis intentos de articular una palabra resultaban en vano.
Pocas cosas eran difíciles de esquivar, especialmente cuando se trataba de mis venenosas palabras, pero incluso eso se volvía una tarea imposible.
Me sentía envuelta en su lujuria; mi piel hormigueaba allí donde él me tocaba. Quería más, anhelaba más, pero al mismo tiempo, mi mente racional me susurraba que aquello estaba mal, que debía detenernos.
No era ni el momento ni el lugar para eso, pero ¿quién puede resistirse al impulso cuando la pasión te envuelve como un abrazo inesperado? Teníamos preocupaciones más apremiantes, asuntos de mayor envergadura que requerían nuestra atención. Sin embargo, ahí estábamos, cediendo ante la pasión en una esquina de la sala de control. El dispositivo a medio terminar, con cables y piezas dispersos por la mesa y el suelo, eran testigos mudos de nuestra falta de contención. Las herramientas que alguna vez empleamos para modificar el artefacto yacían ahora olvidadas, abandonadas en algún rincón.
—Eres mía, Evad. —Su voz ronca vibraba en mi oído, envolviéndome en su posesividad. —Esta conexión no es un simple capricho, es nuestra historia escrita en las estrellas.
Mis dedos se aferraron a él, mi respuesta emergió en un suspiro entrecortado, rendida a la atracción imposible de negar. Él prosiguió, sus ojos incandescentes clavados en los míos.
—Tu valentía, tu tenacidad, cada fibra de tu ser me pertenece. Eres la pieza que encaja en mi rompecabezas, la llama que aviva mi existencia.
Él deslizó sus labios por mi mandíbula, dejando una estela de fuego a su paso.
—Eres mi reina, Evad. —Su tono, impregnado de posesión, también resonaba con admiración. —Tu destreza en el combate, tu astucia como mercenaria, son solo un reflejo de la reina que llevas dentro. Juntos, gobernaremos Zyphronia; todos verán tu belleza, te amarán y respetarán. Pero, ante todo, sabrán que nos pertenecemos.
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El Enigma del Espacio
RomanceEn los confines insondables del universo, emergieron dos líderes cuyas antipatías destilaban un odio tan ardiente como las estrellas que los rodeaban: Evadne Thorne y el príncipe alienígena Draktharos de Zyphronia. Como chispas de desesperación en...