Mi corazón latía con fuerza y mis pulmones ardían por el esfuerzo. La nave estaba a solo unos metros de distancia. Nos aproximamos a la nave, pero antes de poder subir a bordo, una explosión atronadora sacudió el suelo debajo de nosotros. El estruendo nos hizo tambalear, y luego, en un abrir y cerrar de ojos, un edificio cercano se derrumbó con una violencia que me dejó sin aliento.
Los escombros comenzaron a llover a nuestro alrededor, como proyectiles descontrolados. Mi mente apenas tuvo tiempo para procesar lo que estaba sucediendo antes de que los escombros nos envolvieran por completo.
—¡Maldición! —murmuré, la esperanza que había sentido momentos antes se desvaneció.
El dolor inmediato fue abrumador. Luché por recuperar el aliento mientras el polvo y los escombros se asentaban a mi alrededor. Mi visión estaba nublada por las lágrimas y el dolor agudo que me recorría el cuerpo
—Draktharos, ¿estás bien? —gemí con dolor, mi voz temblorosa en medio del caos.
El guerrero Zyphronia respondió con un gruñido ahogado, luchando tenazmente contra los escombros que lo aprisionaban.
—Estoy atrapado, pero no estoy herido de gravedad —replicó con determinación en su voz ronca—. ¿Y tú?
Las palabras se escaparon entre dientes apretados mientras trataba de evaluar el alcance de mis heridas, cada movimiento un eco punzante de dolor en mi cuerpo. —No lo sé, Draktharos. Duele demasiado para decirlo con certeza —
Draktharos gruñó con tenacidad mientras luchaba por abrir un pasaje entre los escombros que lo aprisionaban. —El destino parece tener un sentido del humor un tanto retorcido —masculló con una amargura que rezumaba en sus palabras.
Con una fuerza casi sobrenatural, me arrastré penosamente hacia él. Apenas se filtraba algo de luz, pero su presencia era tan abrumadoramente dominante que podía sentirla. Cuando nuestros dedos se rozaron, mi cuerpo pareció rendirse, a punto de colapsar por completo. Fue solo gracias a sus fuertes brazos que evité caer en picada al suelo.
—¿Sabes qué, estuve pensando? —inquirió con un toque de burla—. ¿Con qué planeas agradecerme por rescatarte?
Reuní las últimas reservas de fuerza que me quedaban y, con un golpe, alcancé a su estómago. Aunque su reacción fue mínima, logré arrancarle un débil gemido.
—Podría decir lo mismo de ti —gruñí con un tono resentido.
Él sonrió con descaro. —Me conformaría con un beso de agradecimiento.—
—¡Puaj! Eres un alienígena repugnante —exclamé con disgusto.
Él dejó escapar una risa gutural desde lo más profundo de su ser. —Oh, Thorne, jamás me cansaré de tu lengua venenosa.
—¡Deja de jugar! —le espeté, enfadada.— Si no fuera por tu egocentrismo, estaría a millones de años luz de este lugar.
Sintiendo cómo la humedad se apoderaba de mis manos sugerí—Supongo que para ser un guerrero alienígena increíblemente fuerte, parece que también puedes sangrar.
—¿De qué estás hablando, Evadne? —rió Draktharos, claramente confundido
En ese instante, me percaté de que una fina línea húmeda fluía desde mis labios, su sabor metálico dejando claro que no era saliva lo que llenaba mi boca.
—¡Maldición! Mírame, Thorne.—sus grandes manos tomaron suavemente mis mejillas— Mantente consciente, me aseguraré de sacarnos de aquí.
Sus palabras se alzaron como una súplica y yo respondí con una tenue sonrisa, mientras percibía el rasgar de una prenda y sentía cómo esta era apretujada alrededor de mi cintura, lo que desencadenó un agónico gemido.
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El Enigma del Espacio
RomansaEn los confines insondables del universo, emergieron dos líderes cuyas antipatías destilaban un odio tan ardiente como las estrellas que los rodeaban: Evadne Thorne y el príncipe alienígena Draktharos de Zyphronia. Como chispas de desesperación en...