Capítulo 8

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El vasto abismo del espacio se extendía ante nosotros, con el imponente planeta Neptara convirtiéndose en un diminuto punto en el horizonte galáctico. La majestuosidad del universo, con sus constelaciones titilantes y nebulosas danzantes, siempre ejercía un efecto hipnótico en mí, como si el cosmos mismo susurrara secretos a nuestros corazones.

Draktharos, de figura imponente, rompió el silencio. —Nunca dejas de sorprenderme.

Mis labios se curvaron en una sonrisa, llena de emoción contenida. —Mi plan funcionó a la perfección.

—Él jamás sabrá que lo pateamos por la espalda —Draktharos asintió, su presencia poderosa destacando en medio de la quietud del espacio. —¿Cómo supiste que caería en nuestra trampa?

Después de ejecutar con éxito nuestra astuta estrategia para confundir a Drell al manipular sus propios hologramas, nos enfrentamos a un desafío aún mayor: recuperar el valioso mapa que él llevaba consigo.

No fue una tarea sencilla, pero una vez que finalmente aseguramos el mapa y nos encontramos a salvo en su nave, establecí un punto de encuentro para reunirme con mi propia tripulación y nave.

—No lo supe —respondí, dejando la respuesta enigmática en el aire.

—Te debo una disculpa —lo miré con una expresión de confusión en mi rostro—. Todos estos años te juzgué mal y me burlé de ti.

—Hum, también tuve mis prejuicios sobre ti, así que estamos a mano.

Compartimos una sonrisa suave mientras continuábamos observando el espacio estelar que se extendía ante nosotros. A pesar de haber pasado por tantas dificultades y desconfianzas mutuas en el pasado, parecía que finalmente habíamos encontrado un entendimiento.

—¿Tienes hambre? Después de los últimos sucesos, no te he visto comer nada, y tu cuerpo necesita comida para recuperarse.

—Supongo que no estaría mal comer algo.

Nos encaminamos hacia la entrada del comedor de la nave, y a medida que nos acercábamos, la dulce fragancia que se desprendía de la cocina automatizada inundó nuestros sentidos. Los dispositivos robóticos llevaban a cabo su labor culinaria.

El comedor nos recibió con un diseño que evocaba los recuerdos de mis visitas a las academias espaciales durante mi juventud, grandes mesas de metal pulido se alineaban en filas, con sillas ergonómicas dispuestas a su alrededor. La iluminación suave creaba un ambiente acogedor, y en el centro de la sala, una gran ventana ofrecía una vista panorámica del espacio estelar, permitiendo que las estrellas y los planetas se convirtieran en nuestro telón de fondo mientras comíamos.

—¿Vienes a menudo aquí? —pregunté a Draktharos.

—Es el lugar más agradable para comer —respondió con una sonrisa.

En ese momento, Kalixia se unió a nuestra mesa, acompañada por una mujer de rasgos humanos y tres miembros adicionales de la tripulación.

—Hola, Evad. ¿Te importa si te llamo así? —Negué con la cabeza—. Genial, permíteme presentarte a Ry'gath, un experto botánico especializado en biomas alienígenas, y a Nyara, la implacable líder de seguridad de nuestra nave —anunció, mientras cada uno asentía cortésmente antes de empezar a disfrutar de la comida.

—Hola, soy Jane, me encargo del mantenimiento —añadió una voz serena.

Sin embargo, la sorpresa más impactante estaba por llegar. Un hombre con una mirada intrigante se acercó a nosotros, revelándose como Razzik.

—Evadne, ¿verdad? Un nombre tan hermoso como su dueña. Permíteme presentarme, soy Razzik, —pronunció con un tono suave que resonaba como una melodía en medio del bullicio.

El Enigma del EspacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora