Nuestras miradas se cruzaron en un duelo silencioso justo en el momento en que una alarma estridente sacudió la nave, arrojándonos a la urgencia del momento. Las luces parpadeantes y los indicadores de emergencia destellaron como estrellas fugaces en la noche.
El semblante de Draktharos cambio de manera instantánea, abandonando su expresión apasionada para asumir la severidad propia de un comandante. Nos erguimos rápidamente y nos precipitamos fuera del comedor, uniéndonos al caos que se adueñaba de la nave.
—¿Qué diablos está ocurriendo? —pregunté, deteniendo a uno de los miembros de la tripulación que pasaba a toda prisa.
—No lo sabemos, pero hemos detectado una presencia no autorizada a bordo. Podría ser un intruso o un dispositivo de rastreo. Estamos tratando de localizarlo.
—¿Dónde está el equipo de seguridad? —preguntó Draktharos con urgencia.
—Están respondiendo, pero el intruso es escurridizo. Lo estamos siguiendo a través de las cámaras de seguridad.
Sin perder un instante, avanzamos hacia el centro de control de la nave, donde el equipo de seguridad estaba trabajando para localizar al intruso. La tensión en la sala era palpable, y todos estábamos en alerta máxima, preparados para actuar en caso de que el intruso resultara ser una amenaza.
Nyara anunció, su voz aunque intentaba sonar firme, se deslizó por el aire con un sutil titubeo—Hemos localizado su posición en el nivel inferior, cerca de la sala de almacenamiento de la nave.
Me sorprendió lo rápido que se había recuperado de su embriaguez, aunque aún se le notaba una cierta confusión en su rostro.
Sin demora, nos dirigimos hacia la ubicación señalada, pasando por al lado de un tripulante armado, quien nunca supo que le había arrebatado su arma en un acto de astucia inmaculada.
Cuando llegamos a la puerta del almacén, exploramos cada rincón y recoveco en un mundo de cajas y contenedores metálicos. Percibí una mirada inquietante proveniente de algo o alguien escondido en las sombras. Draktharos también estaba alerta, sus sentidos agudizados, rastreando cualquier señal de peligro. Mis dedos se aferraron con firmeza al arma, la mira apuntando con determinación.
—¿De dónde sacaste eso? —inquirió él, pero su pregunta se desvaneció rápidamente ante mi mirada, consciente de que había tomado el arma de uno de sus guardias de seguridad.
Nos topamos con una diminuta criatura, de aspecto peludo y encantador, originaria de Neptara. Yacía acurrucada en un rincón del almacén, visiblemente atemorizada por nuestra presencia.
Sus ojos, grandes y llenos de temor, se encontraron con los míos. A pesar de su visible agitación, la criatura no proyectaba amenaza alguna.
Draktharos y yo intercambiamos una mirada de desconcierto, sin estar seguros de cómo había llegado allí, opté por una decisión impulsiva y bajé el arma que tenía en mis manos, dando un paso cauteloso hacia la diminuta criatura que se erguía ante nosotros.
—Tranquila, no te haremos daño —le dije en voz baja, tratando de transmitir calma a través de mi tono y lenguaje corporal.
La criatura nos observó con cautela mientras se replegaba aún más en su escondite. Su piel estaba cubierta por un denso pelaje que brillaba con matices dorados bajo las intermitentes luces de la nave. Era una presencia vulnerable y asustada, lejos de la imagen que uno podría asociar a un intruso amenazante.
Draktharos se acercó a mi lado, todavía en estado de alerta pero dispuesto a otorgar a la criatura el beneficio de la duda.
—¿Cómo diablos habrá llegado esto aquí? —murmuró, más para sí mismo que para nosotros.
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El Enigma del Espacio
RomanceEn los confines insondables del universo, emergieron dos líderes cuyas antipatías destilaban un odio tan ardiente como las estrellas que los rodeaban: Evadne Thorne y el príncipe alienígena Draktharos de Zyphronia. Como chispas de desesperación en...