Capítulo 11

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—Bueno chicos, sabéis el protocolo—comenzó Pedri para ser interrumpido directamente por Ferran.

—Nos harás un striptease, dejamos tu ropa en una bolsa por aquí y te esperamos al alba en nuestra entrada. Creo que ya a este punto es más que obvio que no queremos oír como tus huesos se parten en dos porque siendo sincero, ya tengo traumas suficientes.

Pedri suelta una risa, dándole un puñetazo juguetón en el brazo. Ansu se una, mostrándose bien sonriente.

Ya todos habían olvidado lo que había pasado antes.

—Solo cuídate, ¿sí? No sabemos en qué está pensando el loco de Emiliano en estos momentos—le recordó Ansu a lo que Pedri asintió.

Sus dos amigos se dieron la vuelta para darle más privacidad, cosa que el canario agradecía. Se quitó las prendas, las dobló y las dejó a un lado.

—Hasta mañana, chicos—se despidió de ellos para adentrarse al denso bosque, pasando entre varios arbustos hasta perder a sus amigos de vista.

La luna no tardó mucho más en salir, después de todo Pedri y sus amigos ya tenían todo calculado desde mucho, y a estas alturas ya no se llegaban a estresar tanto.

Lo que sí estresaba al alfa era tener que transformar en contra de su voluntad una vez cada mes, cosa que se le hacia peor que su celo. Porque dolía, dolía tanto que siempre acababa un desastre de lágrimas y sangre.

Al igual que está vez, en las que enterraba sus garras en la tierra debajo de sus pies y hundía sus colmillos en su antebrazo por no alcanzar un palo o similar.

La transformación duraba menos de un minuto, pero se le hacia eterna. Su cuerpo empapado por el sudor y barro mientras se revolcaba con angustia cual animal herido en el suelo del bosque.

Hasta que todo acaba de golpe.

En un abrir y cerrar de ojos, todo el dolor se esfumó y fueron reemplazadas por las inmensas ganas de sentir su libertad.

Comenzó a correr, el pensamiento de mantenerse apartado de la ruta de los cazadores seguía impregnado en su mente, por lo que se alejó más que de costumbre.

Su parte animal tomaba las riendas en este tipo de noches, feliz con tener el mando y poder seguir sus instintos. Por lo que Pedri no tardó mucho en brincar y juguetear por el pinar, revolcandose más de una vez en uno de los riachuelos o pinillo simplemente porque le apetecía.

Todo iba bien hasta que un repentino silencio en el bosque le hizo helar la sangre. Sus orejitas se movían de manera nerviosa de un lado al otro, tratando de registrar algún tipo de sonido, pero era en vano.

Pero todo en el gritaba que debía alejarse de ahí, una amenaza estaba en camino y no iba a estar en medio para enfrentarla.

A su nariz llegaron unos aromas raros, desconocidos y unos más conocidos con la llegada de una suave brisa.

Pablo

Cachorro

Siguió el rastro del castaño de inmediato, pero se quedó confundido cuando de repente los dos aromas conocidos parecían mezclarse.

Las orejas del lobo se fueron para atrás y un profundo gruñido se hizo presente en su pecho.

El cazador había robado algo que era claramente suyo y al alfa no le hacía ni puñetera gracia.

El lobo continuó su camino, siguiendo el rastro que había dejado el menor, confundiendo aún más al lobo ya que era consciente de que esta no era su ruta habitual.

Y cuando finalmente el olor se intensificó y vio el desastre frente a el solo quería sollozar. Se acercó al cuerpo de Gavi, olfateando e inspeccionando este con el corazón a mil.

Quería asegurarse de que su pequeño estaba bien por lo que incluso llegó a ignorar el asqueroso aroma de Emiliano que parecía estar impregnado a Gavi.

Pasó su hocico por su mejilla, tratando de llamar su atención, olvidándose completamente de que no estaban solos en el bosque.

Pasó su hocico por su mejilla, tratando de llamar su atención, olvidándose completamente de que no estaban solos en el bosque

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Gavi se removió, la punzada de dolor no tardó en llegar, sintió algo frío y húmedo tocar su cara.

De a poco volvió a retomar conciencia y lo que vio más el dolor punzante en su pierna, hizo que diera un respingo por el susto.

Un enorme lobo, o mejor dicho un hombre lobo con pelaje negro, trató de pararse, pero el dolor lo volvió a derribar.

Así que opto por arrastrarse, pero cuanto más se alejaba, más se acercaba el lobezno.

Diciendo sus últimas palabras en su mente, cerró los ojos esperando el dolor del mordisco.

Pero lo único que siento, fue una amigable lamida. Abrió sus ojos y oh, sorpresa.

Esos ojos negros los conocía, no importa si estaba envuelto en un gran pelaje y adornado con afilados dientes.

-¿Pedri?

Pedri trataba de manera desesperada que el joven no se asustara, pero cuando vio el miedo en sus lindos ojos color miel supo que la había cagado.

Su lobo a veces olvidaba lo enorme que era, ni que tuviera el tamaño de un maldito gato.

Le preocupaba que Gavi se haría más daño arrastrándose por la qué comenzó a sollozar, moviendo nerviosamente las orejas para llamar su atención.

Cuando finalmente reconoció su nombre ser pronunciado por el sevillano dio un pequeño brinco antes de acostarse de espaldas en el suelo, mostrando su barriga como si fuese un felino al sol en señal de paz. Podría verse ridículo, pero no le importaba en estos momentos, solamente quería que su cachorro no le tenga miedo.

Sinceramente no llegaba comprender que hacía en el bosque en estos momentos.

Para Gavi parecía un perrito, un que podía tragarselo, pero era tan tierno.

-Entonces Emiliano si decía la verdad...¿Así que por eso eres tan gruñón eh?

Gavi soltó risitas pese al dolor se acercó al lobo y empezó a acariciarlo.

-¿Quieres que te rasque? ¿Eh amigo? -desde la panzancita, hasta las orejas, lo trato como si fuera un cachorrito, hasta que la realidad le pego de golpe.

-¡Emiliano! Dios, a-algo lo atacó, deb-bo yo debo ir por él.-Trato de ponerse de pie, uso de soporte el arbor que tenia detrás.

Poco a poco y cojeando fue en busca de su amigo, sintió a Pedri morder la sudadera y frenar su paso.

-No, Pedri tengo que ir E-Emi...él.-Gavi estaba al borde del llanto, todo esto es demasiado.

-¿Cómo pude dejarlo con esa cosa?

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