4. Sobre estantes gigantes (que no contienen libros)

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 "Por todos los cielos" estuvo murmurando Aziraphale mientras se sacudía como accesorio de espejo de automóvil. Miró ochenta veces la carta y ochenta veces las otras. Era la letra de Crowley. ¿Cómo...? ¿Cómo...? ¿Es que acaso Dios..? Por todos los cielos.

 Creyó que su vista le jugaba una mala pasada, y revisó más de mil veces la letra a trasluz y otras mil veces los otros sobres. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? "Cajón 1971. Al Escritorio 05.02" en todos, con la letra de Crowley. No había dudas.

 La situación era alentadora y alarmante en partes iguales. No, no lo era. Aziraphale estaba muy aliviado, a pesar de que lo mucho que temblara pudiera indicar lo contrario. Aliviado de saber que Crowley estaba bien, que seguía existiendo. Aunque en el fondo siempre lo supo. Aziraphale creía que si algo realmente malo le pasaba a Crowley, él podría saberlo, que lo sentiría en su ser. No sabía qué sentiría, pero sabía que algo se sentiría distinto. Y como eso no había ocurrido tenía ciega fe (como toda fe) en que Crowley se encontraba a salvo. No obstante, tener una prueba de ello lo embargaba de la más inmensa dicha.

 De todos modos seguía temblando.

 Si Aziraphale hubiera sido un pez globo, se hubiera inflado.

 Esperó, lo más calmadamente que pudo (es decir, muy inquieto) a que Dudley regresara al final del día para llevarse su trabajo; e intentó verse muy sereno cuando preguntó:

– ¿Tienes idea de cómo funciona el correo en el Infierno?

– Oh, no, Aziraphale, pero estoy seguro de que no es nada tan perfecto como aquí, si eso te preocupa.

 Aziraphale se contuvo de rodar los ojos. El sistema del Cielo era un lío de vueltas que no hacía más que tener a Dudley yendo de aquí para allá de la casilla a los escritorios, y de los escritorios a la casilla, para enviar un simple mensaje. No le dijo nada de eso.

– Por supuesto que no, nadie podría igualar esa perfección... Me refiero a... – Aziraphale contempló la mirada expectante e inocente de Dudley y suspiró– Nunca me has dicho cómo es tu trabajo. Yo no hago más que verte ir y venir, pero ¿cómo es?

– ¿Quieres saber todo lo que hago? – dijo Dudley con gran emoción.

 Al ver que eso podía funcionar, Aziraphale asintió con "gran emoción".

– Te explicaré– inició Dudley con aires de importancia– Cuando me llevo las cartas de aquí las llevo a la casilla.

– ¿Cómo es la casilla? – preguntó Aziraphale.

– ¡Oh, es asombrosa! Es como... – arrugó el ceño al no encontrar palabras – Bueno. Imagina un gran estante, uno gigante, lleno de compartimientos – Aziraphale asintió intentando imitar el entusiasmo de Dudley al hablar de un estante (un estante que no contenía libros) – Está dividido en dos. Del lado izquierdo es de color rojo, medio negro, y huele bastante mal si me lo preguntas; y del lado derecho es dorado y resplandeciente y huele a corrección y bondad ¿Sabes a lo que me refiero?

 Aziraphale asintió sonriendo. Pero en realidad no sabía. O mejor dicho, no recordaba. En algún momento sí había sabido cómo era, pero ahora ya no se podía acordar, nada olía así para él en el Cielo, y la idea le sonaba absurda.

– Está lleno de compartimentos, que son cuadrados, millones. Uno por cada Oficina, uno por cada Cajón.

– ¿Y qué es lo que haces allí? – preguntó Aziraphale.

– Las cartas que me dejaste del lado izquierdo, las bonitas, las que huelen bien, debo echarlas en el compartimiento del cajón 1971, que es el corresponsal directo de tu escritorio. Y las cartas húmedas y que huelen mal, las llevo al lado que huele bonito y que las lleva hacia las Oficinas correspondientes.

Letter - Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora