13. Un caso perdido.

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 Crowley volteó de inmediato, Aziraphale lo hizo más lentamente, le temblaban las piernas.

– ¡Dios!– dijo en un susurro.

 Y era literalmente eso: Dios.

 Irradiando la más pura de las luces se erguía su figura humana, ah, pero no era humana. De gran altura, con sus largas extremidades refinadamente cubiertas con una amplia túnica blanca. La piel trigueña de sus brazos escapaba de la fina tela y resplandecía con tersura. Sus ojos grandes de color gris miraban expectantes a los dos intrusos, sus cejas dibujaban una perfecta curva sobre ellos. Su fina y larga nariz apenas torcida en conjunto con la mueca sutil y divertida en sus labios gruesos.

– Intentábamos frenar el fin del mundo, Señora– dijo Crowley con ojos empequeñecidos y semi boquiabierto.

– Sólo dime Dios, nada de "Señora", no luego de todo este tiempo.

 Les sonrió a ambos y se dio la vuelta. Tras de sí, su interminable cabello rizado dibujó una grácil curva. Empezó a caminar alejándose de ellos y salió por la puerta.

 Crowley no entendió nada y Aziraphale mucho menos.

– Joder– dijo Aziraphale sin salir del estupor.

 Crowley sonrió, posó sus ojos en Aziraphale y este inmediatamente le miró. Ninguno de los dos tenía la respuesta de nada.

 Entonces Dios se asomó por la puerta.

– ¿Es que acaso no van a seguirme?

 Aziraphale se apresuró a avanzar y Crowley avanzó junto a él. Dios sonrió de nueva cuenta y siguió avanzando con el ángel y el demonio siguiéndole. Pasaron por la habitación pequeña, luego por el pasillo, pasaron junto al ascensor y caminaron junto al ventanal.

 El lugar estaba indudablemente vacío y reinaba un silencio armónico, ni rastro había de las pisadas desordenadas y los gritos que se oían antes, ni de las tropas que corrían por todos lados.

– Señora– llamó Aziraphale.

– Sólo Dios– pidió.

– Dios– se corrigió el ángel con cautela, ella no había volteado a mirarle– Creo estar seguro de que no oprimimos el botón– dijo.

 Entonces Dios volteó. Sus ojos estirados y negros se posaron en Aziraphale, él se sintió inmediatamente reconfortado.

– No lo oprimieron– dijo. Aziraphale no preguntó nada, pero ella supo que quería preguntar– No necesito un botón para detener las cosas.

– Pero– dijo Aziraphale mientras ella volvía a voltear para seguir avanzando.

– Sólo era una forma más fácil de encontrarlos. Sabía que estarían ahí. Aunque tampoco era necesario, ya que de todos modos los hubiera encontrado– dijo deteniendo su paso. Aziraphale y Crowley se detuvieron tras ella– Pero así fue más divertido– dijo mirándolos por sobre su hombro.

– ¿Divertido? – dijo Aziraphale con aire de indignación, Crowley debía admitir que esa actitud para con Dios, viviendo de Aziraphale, le gustaba– ¿Cómo te–?

– ¡Oh, miren eso! – dijo ella conduciéndose más cerca de los ventanales– La Tierra– dijo sonriendo, sin apartar sus ojos azules de la vasta imagen ante ellos– ¿No es hermosa?

 Aziraphale miró el paisaje, miró a Dios, miró el paisaje, miró a Dios y luego miró a Crowley. Crowley, con calma seriedad, miraba hacia la Tierra.

–¿ Y entonces por qué vas a destruirl–?

– Oh, y mírenla a ella– exclamó Dios con entusiasmo y pronto Aziraphale tuvo una visión más cercana de un jardín en la Tierra, y una anciana que arreglaba unos lirios– Ella es asombrosa, siempre lo fue.

Letter - Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora