12. Ni siquiera ahora.

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 Mientras Aziraphale marchaba detrás de un grupo de ángeles se preguntó si acaso no era más fácil que fuera uno solo a hacer el trabajo, pero luego se le ocurrió que si llegaba a pasar algo malo más les valía estar juntos; y luego se puso a pensar que si a alguno le pasaba algo malo en el camino, ahora que iban separados, el otro nunca se iba a enterar.

 Apuró su caminar.

 Escuchó pasos detrás de él, y luego sintió que alguien marchaba detrás de sí, intentó mirar por sobre su hombro pero no llegó a ver mucho.

 Le dio miedo.

 Cualquier ángel medianamente despierto que se detuviera a ver se daría cuenta de que él no iba uniformado. Cuando vio otro pelotón avanzar a su lado, pensó en ir hasta allí. Pero una mano que tiró de su manga se lo impidió y lo retuvo en el lugar mientras los grupos de ángeles se alejaban.

 Era Dudley.

– Oh, ¡mírate nada más! – exclamó Aziraphale al ver la resplandeciente armadura de Dudley. Sobre su pulido color bronce Aziraphale podía verse a sí mismo. El casco ocultaba parte de la cabeza de Dudley pero por debajo sus rizos dorados llovían con la misma soltura de siempre. Aziraphale contempló el grabado en su pecho, la delicadeza con que el material se plegaba en las articulaciones.– Es una hermosa armadura.

– ¡Verdad que lo es! – dijo Dudley con el pecho henchido de orgullo– Voy camino a la batalla en el Infierno, en la de aquí ya están completos.

– ¿Hay dos campos de batalla?

– Sí, uno aquí y otro allí– dijo Dudley sin dejar de sonreír, y luego recordó algo.– ¿Y tú? – preguntó– ¿Qué es lo que harás?

– Encontré a Crowley.

Dudley miró a los lados. – ¿Dónde está? Me gustaría conocerle.

– No lo sé. Nos tenemos que encontrar aquí cerca para-

– ¡No lo digas! – lo detuvo Dudley – Están tramando una de las suyas, ¿verdad? Preferiría no saberlo.

Aziraphale le miró y consideró lo que diría a continuación.

– Podrías venir con nosotros...

– ¿Yo? – dijo Dudley con mueca divertida.

– No es necesaria esta guerra.

– ¡Pero claro que lo es! ¡Es lo que Dios quiere!

– No debes pelear aquí, puedes huir-

– Soy un ángel, Aziaphale, debo cumplir la voluntad de Dios.

– Pero una guerra, Dudley ¡Las guerras no están bien! Puedes decidir.

– No, no puedo, y tampoco quiero hacerlo. Aziraphale, Dios nos ama, sabe lo que hace, este es su plan y este es el rol que me designó, que nos designó a nosotros los ángeles. No somos humanos, no podemos andar eligiendo y cambiando, y tampoco somos demonios, no vamos contra Dios. Somos ángeles, y hacemos lo que hay que hacer.

 Aziraphale no supo qué decirle.

– Pero tú ya no eres uno de nosotros– dijo Dudley. Aziraphale le miró y, para su sorpresa, estaba sonriendo.

– ¿Tú crees?

– ¡Pues claro! Ya no eres como yo, ¡y eso está perfectamente bien! Eres el mejor ángel que haya conocido, tal vez porque ni siquiera actúas como se supone que un ángel deba hacerlo. Eso es bueno. Pero ya no perteneces a este lado, eso es claro. Por eso debes irte, con Crowley, él tampoco pertenece aquí, y tampoco pertenece al Infierno. Ustedes están del mismo lado, pertenecen juntos, pero no aquí. Tal vez en la Tierra, pero dudo mucho que quede algo de la Tierra cuando todo esto termine.

Letter - Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora