Tal vez,para mi siempre fue un juego

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El día había sido agotador... Históricamente aburrido, sin gracia alguna, aunque...

Rememoré lo sucedido en la cafetería hace unas cuantas horas. Hijirikawa me observó tan enérgicamente que tuve que desviar mi mirada de la suya. Me sentí acorralado, forzado a responder una pregunta que nunca salió de sus labios. No entendía nada... A qué venía aquella mirada, es que acaso hui antes de dar cuenta de lo que realmente quería decirme...

Sí, hui... Nuevamente hui...

Desde que nos conocimos existió una relación peculiar entre nosotros, dos hombres... dos hombre...

Él, siempre de presencia simplona, pero con una naturaleza completamente compleja. Nunca hubo hacia mí una expresión de sus emociones, por eso sentía miedo de ser el único participante de aquel juego peligroso que me impulsaba a hacerme dueño de su piel...

Me aleje, si... fui un cobarde, aprisioné mis sentimientos.

Si, tuve miedo... miedo de las repercusiones que acarrearía a mi familia aquellos transitorios sentimientos... ¡Ha! Transitorios sentimientos que han perdurado por 10 años.

Tuve miedo de perderlo... y lo perdí.

Ahora, el destino nos volvió a reunir en la misma academia, en el mismo cuarto y con el mismo sentimiento de pánico de volver a perderlo, de sentir su rechazo.

Suspiré. Me encontraba sumido en el más puro silencio, mientras mi cabeza era una fuente inagotable de recuerdos del pasado. Estaba solo, como siempre, estirado en mí recamara, con la vista en el techo, como si éste pudiese darme la solución a mis problemas.

Me volteé y hundí mi cara en los almohadones y dejé escapar un furioso grito de desesperación que fue acallado por los cojines.

La frustración me embargaba. Mi obligación como integrante de la familia Jinguji era estar en la Academia, convertirme en un ídolo y servirle como una lujosa carta de presentación al grupo financiero al cual pertenecía. Era mi obligación... pero no mi deseo.

El edredón que cubría mi cama enjugó con suavidad las ingratas lágrimas que dejé escapar sin querer

Volví a suspirar.

Percibí que el pomo de la puerta giraba delicadamente. Mis ojos se abrieron como platos y mi cuerpo dio un respingo. Estaba seguro, era Hijirikawa.

Intenté mantener una posición relajada. Si corría con suerte, él creería que me he quedado dormido.

Era una suerte que mi mirada se hallara escondida entre mi cabello. Pensé que sería un tanto riesgoso voltearla en este momento tan crítico. Debía de confiar en mis dotes artísticas y en la habilidad para mantener la calma... Esta última estaba fallando. Mi nerviosismo se podía palpar en el ambiente.

Me sentía patético, pero... aún no era el momento indicado para dar cuenta de lo que sentía... no sin antes resolver unos cuantos dilemas que mantenían mi cabeza atochada en recuerdos del pasado y viejos sentimientos que hacían de mi presente, un infierno.

Sentía los sonoros pasos de Hijirikawa al entrar a la habitación. Mi respiración seguía ese rítmico y agitados sonido. Debía de calmarme...

Se detuvo ¿Dónde estaba? ¿Es que me estaba observando? ¿En qué parte de la habitación se hallaba? Mantenía mis ojos cerrados, pero la intriga y el nerviosismo me apremiaban a abrirlos...

Solo los entreabrí...

Me sorprendió lo que vi...

Hijirikawa Masato estaba frente a mí, a tan solo unos cuantos metros, apostado en el suelo, con las rodillas recogidas hasta el mentón... Observándome, solo observándome, con aquella profundos océanos que son sus ojos... Desnudando mi alma, haciendo parte de él mi ser.

Conociéndome al ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora