Recuérdame siempre, Masato

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Paso tras paso, sonido tras sonido, la reverberación de las últimas palabras que dirigí a aquel torbellino anaranjado seguía martillando mi cabeza.

Olvidarlo es la solución, olvidarlo es la llave de la libertad, olvidar a aquel amor no correspondido, olvidar aquellos ojos que solo tiene para mí un simple reflejo de sorpresa y que nunca han de poder asimilar este ferviente sentimiento que carcome mis entrañas y me hace débil, indefenso, un hombre perdido.

Paso tras paso, sonido tras sonido, la pena me embargaba mientras volvía a caminar sin dirección alguna por los pasillos. Ese nudo en la garganta que me había atosigado durante todo el día, desde que había hecho abandono de mi habitación, había comenzado a aflojarse cuando unas gruesas lágrimas comenzaron a surcar mis mejillas y enjugar por completo mi triste expresión.

Paso tras paso, sonido tras sonido, llegué hasta la única sala de esta solitaria Academia, en donde mis dos "yo", ese que amaba y el otro que hacia el intento de olvidar, se hacían uno al son de notas que daba un piano y aquellas letras que expresaban mucho más que mi puño y mi boca.

Paso tras paso, sonido tras sonido, la puerta de cerró tras de mí y la desesperación de hizo oír... Un grito, cargado de olvido, cargado de ese destello anaranjado, cargado de dolor, se escuchó y golpeó aquellas paredes que acallarían mi secreto y lo harían suyo.

Mi amor dolía. Mi amor era abrazante y hacía añicos mi corazón de hielo. Mi amor derretía esa coraza que con tanto esfuerzo había creado durante muchos años. Mi amor destellantemente anaranjado me hacía daño pues somos incompatibles. El gélido hielo no puede amar al incandescente fuego... Qué iluso es el hielo por querer intentarlo una y otra vez.

Resulté herido, pues creí que el fuego, que tan imponente se alza en cualquier lugar en donde se encuentre, podría haber sido más valeroso y haber ido en contra de la naturaleza. Resulté herido pues el fuego solo jugó, era solo diversión. Cada vez que él me tocaba, me evaporaba y mis deseos se iban al cielo, cual vapor... A cada toque, a cada momento de cercanía, mi glacial coraza se hacía más delgada, demostrando así mi tierno corazón hacia esa montaña ardiente. Cada vez, me era más cercana la salida de esa prisión helada... Sin embargo el imponente fuego nunca cambió, nunca resultó herido. Aquella llama eterna seguía erguida, imperecedera, majestuosa.

No soporté más, el peso se hizo imposible de cargar. Caí de rodillas al suelo, mis brazos caían muertos a cada lado. Mis sollozos eran profundos, oprimían mi pecho... Me recosté en el piso, álgida superficie que iba a la par con mi alma.

Debes de reponerte... Hablaba cierta parte de mí, entre las obscuras ventiscas de mis pensamientos. Tienes un objetivo... Volvía a hablar, mientas yo seguía en esa humillante posición, sin tener la fuerza necesaria para levantarme. Debes demostrar que puedes conseguir tu sueño... ¿Demostrar a quién? ¿De dónde nace este amor por la música? Mi abuelo plantó la semilla, pero la inspiración que la hizo germinar fue...

[-Hijirikawa... tengo algo que mostrarte- dijo Ren. Era tan solo un niño. Se hallaba frente a mí. Sus ojos infantiles eran aún más expresivos en ese entonces. Ese celestino cielo que se reflejaba en ellos siempre fue mi debilidad.

-¿Qué es?- le respondí sin mucha curiosidad. Aquella vez había discutido con mi padre... Había encontrado algunas partituras tiradas en mi habitación. Las había quemado.

Recordaba aquella mirada de Ren. Estaba triste. Nunca le pregunté por qué... ¿Me centré solo en mí? Se percató que lo observaba... se ¿sonrojo? ¿Por qué estaba recordando esto ahora? Cerró sus ojos y sonrió diciendo: - Es tuya, así que haz lo quieras con ella...

Me entregó un arrugado papel doblado en cuatro. Nunca lo abrí. Pues luego de eso, todo cambió...

Luego, corrió hasta uno de los rosales de mi jardín y cortó una bella rosa blanca. Se sentó frente a mí, la extendió hasta mis manos y la recibí en silencio, sin perder de vista sus ojos. Había la intención de una tercera cosa, pero se hallaba teñida de indecisión, tal vez miedo...

Conociéndome al ConocerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora