Quisiera poder conformarme con tenerte a mi lado en este preciso momento... pero me es imposible. Muchos sentimientos son los que envuelven tu imagen en mi mente. Tu cuerpo, tu esencia y ese gélido calor que tan solo tú, Hijirikawa Masato, posees.
Hace tan solo unas cuantas horas habíamos llegado a lo que sería nuestra recamara por un tiempo. Como era de esperar, más que el destino, la obligación nos unía. Yo te observaba de reojo, como todos estos años he tenido que hacerlo... como he tenido que volver a hacerlo. Tú, ordenabas de forma displicente tus ropas en aquellos rústicos muebles que decoraban la pequeña cabaña que en este momento nos acogía. Era un lugar de ensueño... cargado de un aura horripilantemente amarga.
Había un pesar enorme en mi alma... ¿Debería disculparme? ¡Claro que no! ¡Por qué debía hacerlo yo! ¡Fue él quien me ha insultado! ¡Fue él quien ha cuestionado mí sentir! ¡Fue él quien...! Quien se ha vuelto un ciego... Fue él, solo él quien ha confundido lo dicho por mi mirar.
Masato, no confundas la soledad eterna de mi alma con ese sentir ingrato que tu propia figura está haciendo sucumbir. No creas que en la desdichada egolatría de mi mirar se esconde un sentir individual y sucio. Ven, descúbreme y conóceme, amo de mi sentir y placeres, soy solo un alma incandescentemente innoble que esperó por años a tu persona para poder ser apaciguada, pero que por culpa de la soledad y tu incierto regreso, solo pudo hallar refugio en el amor por sí mismo.
Mi amor es real, tangible, palpable. Déjame hacértelo saber con mi tacto, con mi voz, con el placer que solo yo, el Emperador de tu Álgido Corazón, podría brindarte. Deja cubrirte con este amor que te ha esperado, que te ha anhelado, que ha sabido de desesperación y delirio. Déjame hacerte entender que eso que sientes es correspondido a cabalidad por mi flagelada alma. Déjame entregarme a ti, déjame ser un peón de tus frías órdenes, déjame ser gobernado por tu incorrupto espíritu, déjame ser tu espada de lucha ante tu atronador y equivocado pensamiento... Déjame ser el eterno dueño de ese albo templo que es tu cuerpo, el único catador del elixir que brota de tus labios, el concertino de las sinfonías que compone tu voz al expresar, sin vergüenza, el éxtasis en el que sucumbe tu ser al unirse al mío. Déjame ser el perfumista que hace nacer de ti todas las voluptuosas esencias que existen en el mundo. Déjame ser el único que conozca tu pasión redentora. Déjame Masato, ser el único digno de oír de tus labios esa frase..."te amo".
-Masato...-susurré, al tiempo que caía en la cuenta de cuan empapado se hallaba mi rostro de un llanto sin freno... No pude contenerme. No sé qué sucedió. La verdad, no lo soporté. Tal vez pudo deberse a que mi cuerpo no ha descansado lo suficiente. Tal vez fue el pesar que ha aquejado mi alma todo este tiempo. Tal vez fue el hecho de tenerle tan cerca y sentirme más que incómodo, desolado por su indiferencia. Tal vez... tal vez todo se mancomunó para volverme el ser más frágil e ínfimo de la creación.
Caí de rodillas frente a mi cama, como si estuviese rogando a los Dioses porque este suplicio y malentendido acabara de una vez por todas. Caí rendido a los pies del destino, caí sollozante y silente a la vez, y me quedé ahí, sin esperar nada... solo me quedé ahí.
-¿Jinguji? ¡Jinguji, qué te sucede!- Masato... ¿Por qué me has vuelto a llamar de esa forma? Tengo frío, siento frío y es por ti... Te acercaste rápidamente a mi lado. Esas ropas que tan esmeradamente habías ordenado, cayeron al piso siguiendo mi estúpido ejemplo de flaqueza.
-¡Jinguji...!- Esa voz... ese tono de desesperación. No era mentira. Tus manos llegaron hasta mis hombros, con esa suavidad, con esa delicadeza de la que solo tu persona es dueña. - ¡Jinguji... respóndeme!- Esos abatidos ojos que agravaban a los míos... Ya no podía verte. Mi llanto me había cegado por completo.- ¡Ren!... ¡Ren, dime algo!
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Conociéndome al Conocerte
FanfictionHijirikawa Masato y Jinguji Ren, dos personajes que bajo la careta de insensible de Masato y la de Don Juan de Ren se esconde el sentimiento que ha sido sembrado en su infancia y que está a punto de ser cosechado ahora, en la adolescencia... Acompañ...