Lizeth se encontraba en la habitación de la pequeña Perla, llevaba tan solo tres horas a lado de esa pequeña ojigris y ella ya se había robado su corazón.
─Eres la cosita más adorable que he visto ─dijo mientras la sostenía y la bebé solo le sonreía y balbuceaba mientras trataba de comerse su manita─. Oh Dios, ya es hora de tu biberón.
Lizeth se levantó del sillón con la pequeña aún en brazos, la llevo hasta su cuna y salió de la habitación, camino por el pasillo hasta la cocina en busca de un biberón.
Apenas y tardo un par de minutos.
Lizeth se sorprendió cuando entro en la habitación nuevamente y no encontró sola a Perla, en la habitación había una chica rubia, no parecía tener más de 20 años, su parecido con Perla era sorprendente, lo que llevo a Lizeth a asumir que ella era la madre de Perla.
Annabeth estaba ahí, pero parecía realmente no estarlo, su mirada estaba ausente como perdida en la nada, perdida aun cuando la pequeña Perla manoteaba y balbuceaba fuertemente en su dirección llamándola.
─Ma... má, ma-má —balbuceaba Perla tratando de llamar su atención, pero ella parecía no escucharla.
Lizeth se acercó con cautela hasta la cuna de Perla mientras trataba de llamar la atención de Annabeth lo menos posible.
—Las muñecas no deberían llorar —susurró la rubia aun con la mirada fija sobre el cristal de la ventana.
Lizeth tomó a Perla entre sus brazos y se alejó unos cuantos metros de Annabeth, ella solo tenía que ser precavida, pues no estaba al tanto de la gravedad de la enfermedad de Annabeth.
—Las muñecas no lloran —repitió—, ¿Por qué sigue llorando? —murmuró y Lizeth noto un agudo y peligroso toque de ansiedad en su voz.
—Ella no es una muñeca —explicó lentamente—, es una bebé.
—Una bebé —repitió girando para poder mirarlas y entonces por primera vez sus ojos grises parecieron observar algo en realidad—, es mi bebé —dio un par de pasos hacia ella—, dame a mi bebé —extendió sus brazos hacia Perla, pero entonces Lizeth retrocedió recordando las advertencias de Beatriz.
—Me temo que no puedo hacer eso.
—Es mía, entrégamela —le reclamo con coraje.
—No.
—¡Dame a mi hija! —le grito haciendo que por primera vez Lizeth se asustara de ella y se asustó aún más cuando Annabeth comenzó a arrojar todo al piso mientras seguía gritando que le devolviera a su hija. Lizeth estaba estupefacta, pero en el fondo agradecía que la chica no hubiese intentado arrebatarle a la niña.
Lizeth permaneció unos instantes frente a la puerta de la habitación y mientras observaba conmocionada la crisis por la que estaba pasado aquella joven. La vio romper tantas cosas hasta que la rubia se dejó caer contra el piso quedando de rodillas mientras abrazaba un peluche, ella estaba llorando y por un momento se quedó en el más absoluto silencio. Un silencio que duro hasta que ella comenzó a hablar con alguien, alguien que evidentemente ella estaba alucinando.
—Llévatela de aquí —le pedía a alguien imaginario mientras se revolvía el cabello con desesperación—, no la dejes aquí... llévate a Perla... no dejes a mi hija con ellos.
Para ese momento la joven niñera ya se encontraba muy asustada y aun así incapaz de moverse del lugar. Ella se encontraba muy aturdida hasta que vio a un chico rubio correr hacia la habitación, él debía ser el enfermero del que le habían hablado esa mañana.
El chico intentó poner en pie a Annabeth, pero en cuanto esta se percató de su presencia comenzó a golpearlo e intentar zafarse de su agarre.
—No —grito, mientas, forcejeaba con el chico—, déjame... no me toques.
El chico la retuvo hasta qué logro inyectarle, algo que Lizbeth asumió era un tranquilizante. Poco a poco, Annabeth comenzó a calmarse en brazos del ojiazul. Este la levanto en brazos para sacarla de la habitación.
Lizbeth se apartó un poco para que pasaran, pero en cuanto lo hicieron Annabeth aún se encontraba semi consciente y ella la miro tan intensamente, pero al contrario de que Lizbeth se asustara, ella no vio ningún rastro de locura en su mirada, solo veía a alguien con mucha desesperación.
—Sálvala, por favor —le susurró Annabeth antes de que la alejaran por completo de ahí.