Camine lenta y silenciosamente por los pasillos, camine hasta esa pequeña habitación mientras las lágrimas borraban mi vista. Llegué hasta mi destino y al entrar a aquella habitación me encontré con mi muñeca dormida, mi dulce bebé parecía un ángel, un ángel que no merecía sufrir el cruel destino que le esperaba.
La tomé entre mis brazos mientras besaba su tierno rostro y aspiraba su dulce fragancia. Mi bebé, mi hija, mi dulce Perla. Lo único hermoso que la vida me había permitido conservar.
Jamás dejaría que la lastimaran, jamás lo permitiría.
La apreté contra mi pecho mientras salía de la habitación, caminé con ella por más pasillos cuidando que nadie me viera salir, llegué a la puerta trasera y comencé a subir las escaleras que me llevarían hasta la azotea de la finca.
La azotea jamás sería la primera opción de nadie en esta casa para buscarme y yo solo deseaban estar con mi hija.
—Te amo mi niña —le susurré cuando despertó de su sueño y me miro con sus lindos ojos—, y pase lo que pase siempre te voy a amar.
Perla me sonrió, con una dulce e inocente sonrisa, una que no merecía ser borrada nunca de su rostro.
Verla solo me hizo aceptar la realidad, mientras ambas siguiéramos aquí jamás seríamos libres, mientras viviéramos jamás seríamos felices. Necesitábamos escapar a donde jamás pudieran lastimarnos, donde al fin pudiéramos estar en paz.
Donde no volvieran a lastimarnos nunca.
Camine con mi hija en brazos hasta llegar al límite de la azotea, desde ahí podía verlo todo y casi podía sentir la libertad.
Mire a mi bebé una vez más mientras la abrazaba contra mi pecho.
—Mamá, quiero que volvamos a estar juntas, por fin estaremos las tres juntas —murmuré al borde de las lágrimas mientas miraba hacia abajo.
Quiero que seamos libres, quiero que estemos en paz y tal vez solo la muerte pueda darnos lo que tanto anhelo.
[* * *]
—¿Qué es lo que vas a hacer ahora? —preguntó la castaña mientras llegaban a la finca Chase.
Percy suspiro.
—Voy a hablar con Annabeth y voy a enfrentar a Beatriz —respondió cuando ambos bajaron del auto.
—¡Lizeth que bueno que llegaste! —grito Mila exasperada mientras corría hasta ella.
—¿Qué pasa?, ¿por qué estás así?
—La señorita Annabeth —dijo sin poder terminar.
—¿Qué pasa con Annabeth? —preguntó Percy alarmado.
Mila parecía en estado de shock.
—Habla —le exigió Percy.
—Mila por favor calmante —le susurró Lizeth—, respira y dinos que paso.
—La señorita Annabeth —sus ojos se cristalizaron mientras cubrió su boca con sus manos sin poder responder—, ella...