—Dios Mila, habla ya —dijo Lizeth al borde de la incertidumbre.
—La señorita Annabeth está en la azotea con Perlita y se va a arrojar —soltó de golpe.
—¡¿Qué?! —exclamó mientras volteaba a ver a Percy.
Tan pronto como escucho la noticia, él ojiverde se echó a correr en dirección a la finca, así que Mila y Lizeth corrieron tras él.
Al llegar al jardín pudieron ver a Annabeth de pie en la orilla de la azotea, ella aún sostenía a su hija en brazos mientras parecía sollozar.
—Annabeth por favor no lo hagas —le suplicó el azabache con un nudo de angustia en su voz.
Annabeth negó en la distancia mientras daba un paso hacia adelante.
—¡No! —grito Percy lleno de impotencia—. No te atrevas a hacerlo.
—Ahh —grito Mila asustada.
—Dios, va a hacerlo —murmuró Lizeth.
—Annabeth —volvió a llamarla Percy—. No hagas una estupidez, te lo suplico.
Annabeth dio un paso adelante.
—Por favor baja de ahí, podemos estar juntos los tres, piensa en nuestra hija.
Annabeth negó, volviendo su vista hacia su inminente caída.
—¡No por favor! Annabeth no te atrevas a hacerlo o te juro que me iré tras de ti.
Annabeth cerro sus ojos mientras algunas lágrimas descendían de ellos.
—Lo siento Percy —murmuró sin que este pudiera escucharla, murmuró mientras su voz se perdía en la profundidad del vacío, mientras ella caía hacia su muerte, su final.
Todos vieron con impotencia como ambas caían al vacío.
[***]
Annabeth suspiró mientras la tensión abandonaba su cuerpo, abrió los ojos lentamente a causa de que la luz a su alrededor era demasiado intensa.
Llevo sus manos a su pecho, vació en busca de su hija.
—Perla —susurro mientras se comenzaba a adoptar a la claridad del lugar—. Mi hija, ¿dónde está mi bebé?
—Tranquila Annabeth —murmuró una voz a su lado.
Ella giró hasta el sonido de la cálida voz. Miro a la mujer sentada a su lado, su sedoso cabello negro resaltaba entre la claridad de la habitación mientras sus intensos ojos grises la miraban con ternura.
—¿Mamá? —murmuró con la voz entrecortada.
—Sí, cariño, soy yo —dijo mientras le acariciaba su mejilla con dulzura.
—Mami —repitió mientras se arrojaba a sus brazos—, te extrañe mucho.
Atenea la abrazo mientras acariciaba suavemente su cabello.
—Yo también te extrañé mucho mi niña —exclamo dándole un suave beso en la frente—. Ya no te preocupes, todo estará bien.
***7 años después***
7 años habían pasado desde aquella trágica tarde.
Percy se encontraba arrodillado frente a la tuba donde yacían los restos de Annabeth y Perla.
Lizeth observó con algo pesar al chico frente a ella. Los años habían pasado, años en los que ambos se habían vuelto buenos amigos, años en los que ella había intentado ayudarlo a continuar, años en lo que él se había rehusado a olvidar.
—Percy no crees que ya es momento de seguir adelante —le dijo poniendo una mano sobre su hombro—. Sé que a Annabeth le habría gustado que fueras feliz, que vivieras sin el remordimiento de ese día.
—No puedo seguir —murmuró con la vista fija en la tumba—. Yo debí haber ayudado a Annabeth antes... todo esto es mi culpa.
—Esto no es tu culpa, Percy. Jamás le hiciste daño a ella y con total certeza me atrevo a decir que fuiste parte de los únicos recuerdos felices de su vida.
—Recuerdos, eso es lo único que me queda de ellas —dijo luchando contra el dolor que llevaba años consumiéndolo—. A veces me gusta imaginar como habría sido nuestras vidas, si esto no hubiese pasado... tal vez nos habríamos ido a París como queríamos, tal vez abrimos tenido más hijos... tal vez habríamos sido felices —se puso de pie—. Pero eso son solo sueños que jamás podremos cumplir.
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Fin
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