Capítulo 12.

56 3 4
                                    

—Te extrañe mucho.

El rostro de Tom estaba hundido en mi cuello, aspirando mi olor, me causaba cosquillas pero me gustaba tenerlo de esa forma.

Estábamos tumbados en su sofá, no se cómo diablos nos las ingeniamos para caber ambos en este pequeño espacio, pero aquí estábamos, abrazados.

Tenía aproximadamente 2 horas aquí, luego del instituto, me recogió y me trajo otra vez a su casa. Me enseñó como toca el piano y las diferentes guitarras que tenía, intenté tocar sus instrumentos pero no estoy muy relacionada con ellos así que por obviedad lo hice terriblemente.

Agradecí infinitamente que no me preguntara nada de lo que pasó con papá, a estas alturas él sabía que el tema podía incomodarme mucho y agradecía que no lo sacara en tema de conversación.

—Tengo una carrera mañana por la noche. ¿Crees que Killian te deje venir? —me pregunta sacando su rostro y mirándome por fin.

—No lo sé, si le ruego mucho, puede que si —me encojo de hombros.

—O puedo decírselo yo —propone con ambas cejas levantadas. Lo que me causa ternura y risa a la vez.

Me sorprende como Tom no le tiene miedo a nada, a mí me da escalofríos tan solo hablar con Killian de Tom, su mirada de desaprobación siempre está presente pero sé que lo acepta porque me quiere. En cambio Tom parece que nada lo intimida, está muy tranquilo cuando habla con él, aunque él diga que si se pone nervioso, su lenguaje corporal dice lo contrario.

—Podemos intentarlo —asiento llevando mi mano hasta su rostro donde empiezo a peinar con mi dedo índice una de sus cejas pobladas.

—Bien, hablaré con él cuando te vaya a dejar a casa —le sonrío y esta a punto de besarme cuando llaman a la puerta, Tom rueda los ojos y se levanta del sofá caminando hasta la puerta.

Me incorporo en el sofá y dirijo mi vista hasta donde está mi novio, cuando abre se puede ver a un hombre del otro lado de la puerta. Lo saluda estrechando su mano y comienzan a hablar en voz baja cuando hombre afuera se percata de que estoy mirándolos.

Tom se adentra a la cocina y saca nuevamente una bolsa pequeña que el entrega a aquel tipo y este le da un fajo de billetes. Él chico de trenzas cierra la puerta y vuelve hasta donde estoy.

—¿Por qué la sigues vendiendo? En las carreras te va bien. —inquiero una vez que se sienta a mi lado. Él solo suelta un risita y niega con la cabeza.

—No siempre corro, Romi.

—Pero vender droga no es algo bueno, ¿sabes a cuántos jóvenes van esas bolsas de marihuana y cocaína? Además es ilegal.

—¿Y las carreras clandestinas no? Por favor, ¿quieres venirme a decir ahora lo que tengo que hacer? Romi, tú me conociste así —se acerca y une sus manos con las mías mirándome a los ojos—. Esta es la vida que llevo, y no te pido que la lleves tú también, solo entiendeme, tú nunca has tenido que pasar por hambre. Lo tienes todo.

—Pero con un empleo, podrías salir también adelante —trato de convencerlo de que lo que hace está mal pero a él parece no importarle.

—¿Que empleo? Ni siquiera entre a la universidad, ¿que empleo me darían? El país está jodido, para todo siempre piden estudios y si no son los estudios son años de experiencia ¿y para que? los sueldos son una basura, nos humillan con sus largas jornadas y el miserable dinero que nos dan —sus palabras son frías y su mirada destila enojo—. Si no quieres estar conmigo por esto, eres libre de irte.

Me acerco abrazándolo, quizá no sé todo lo malo por lo que ha pasado para que haya llegado a este punto, no me gusta que me diga ese tipo de cosas. ¿Irme? Nunca antes mi vida había tenido tanto sentido como ahora, todo lo que quiero es estar con él.

The Reason » Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora