Prólogo.

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–No quiero que me dejes, Romi.

La voz del chico con trenzas era entrecortada. Su mirada estaba clavada en el suelo, el sudor en su frente se reflejaba con la poca luz que había en la habitación. ¿Que podía hacer ahora la pelinegra de cabello corto? Lo había intentado todo, estaba cansada.

–Te juro que me voy a meter esta mierda hasta que me mate si te vas.

Romina inhaló y exhaló un par de veces. Tom no la miraba pero le hablaba suave, sus palabras amenazantes herían el corazón de la muchacha. ¿De verdad la amaba o solamente era costumbre? Ella tenía los ojos humedecidos, constantemente pasaba el dorso de su mano que estaba cubierto por su sudadera por su nariz. Claro que le dolía verlo así, pero ella estaba destruida por dentro.

–Necesitas ayuda, Tom. –mencionó casi en un susurro, tratando de que el nudo en su garganta no trabara sus palabras.

–Te necesito a ti, entiendelo –respondió él poniéndose de pie para pararse frente a ella mientras la tomaba de ambas mejilla para mirarla a los ojos, esos ojos grises que estaban a punto de desbordarse de llanto–. Quédate ¿si? me voy a curar contigo aquí.

¿Que podía hacer? la suave voz del chico entraba en su cabeza como muchas veces anteriormente, ella sabía que nada cambiaría y aún así su corazón le daba una pequeña esperanza de que si podía pasar. ¿Valía la pena? probablemente no pero si no lo intentaba una vez más no lo sabría con certeza.

Romina paso ambos brazos por la cintura de su novio rodeandolo con estas y envolviendolo en un conocido abrazo, pero que contenía los más sinceros sentimientos de ella. Tom la abrazo soltando el llanto y hundiendo su rostro en el cuello de ella sintiendo el alivio en su corazón, nuevamente lo había logrado, había logrado que la razón de su existencia permanecia una vez más a su lado.

–Te prometo que voy a mejorar –habló el muchacho tirando al suelo la bolsita transparente con el polvo dentro de ella. Esa promesa ya la había escuchado muchas veces atrás y nunca se cumplían pero eso era lo que menos le importaba a Romina. Tenía a su novio con ella y a decir verdad ella no sabía si podría seguir adelante sin él.

–Te amo –pronunció en un susurró al pelinegro mientras se aferraba a aquel abrazo.

–Te amo, muñequita.–dijo él.

Su relación no era sana, ella lo sabía pero se le hacía muy difícil acabar con eso. Tom era su mundo, se había convertido en absolutamente todo para ella, y no estaba segura de que Tom sintiera lo mismo pero al no querer alejarse de ella le hacía creer que era así.

Aún así él miedo persistía, el miedo a que algo los separara, ya fuera la adicción, los conflictos o ella misma. ¿Cómo podría salir de un lugar que la destruye pero al mismo tiempo la hace feliz? Es fácil decirlo pero vivirlo y hacerlo no lo es.

Tom por su parte no era consciente de lo que le hacía, muchas veces se preocupaba solo por él pero en el fondo sabía que ella era la razón de todo, su razón de vida, que sin ella probablemente se hundiría más. ¿Sería capaz de soportar el hecho de perderla? Lo dudaba, y aunque lo intentara no podía controlar sus impulsos, esos impulsos que lo habían llevado a dónde ahora estaba y que lamentablemente había arrastrado con él a Romina.

Ninguno de los dos sabía en donde pararían pero mientras ninguno de los dos tuviera la agallas de alejarse del otro, el único hecho es que seguirían hundiéndose hasta donde más soportarán, pues ellos eran la razón de eso.

The Reason » Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora