2017

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Buenos Aires, Argentina

Noviembre, 2017


Mauro la invitó al estudio para mostrarle su canción nueva antes de lanzarla. Tenía la tonta esperanza de que aquello termine por ablandar a Anastasia y acceda a volver con él.

Desde aquella vez en el boliche, Mauro trató de que ella le dé otra oportunidad y noviar nuevamente. Y no es que ella no quiera o le guste hacerse de rogar, es que tenía muchas dudas.

La canción empezó a sonar en el estudio cuando Mauro la rodeó con los brazos por la espalda, abrazando su cintura y apoyando su barbilla en su hombro.

Anastasia sintió que se iba a derretir bajo su tacto.

Con cada frase nueva de la canción, con la voz gruesa y áspera con autotune de Mauro, Anastasia sentía su piel erizándose un poco más cada vez.


—Suena bien —dijo con un hilo de voz.

—Es tu canción —habló en su cuello, apoyando los labios sobre su piel—. Te dije que tenía canciones para vos, y como no me animé a poner la otra con mi nombre, decidí que esta debía ser diferente. Todo el mundo debía saber que la escribí para vos, que Duki sigue locamente enamorado de la primera ex. La que nadie conoce, porque estaban juntos mucho antes de que Duki nazca siquiera.


Las palabras se sintieron como magia, como algo que perfectamente podría hacerla flotar por los aires en aquel mismo instante.


—Nada más quiero que sepas lo importante que sos para mí. Lo importante que fuiste siempre, jamás dejaste de ser y siempre serás —la hizo rodar dentro de sus brazos, para quedar cara a cara—. Que haría cualquier cosa por vos, ¿entendés eso? —se lamió los labios—. No tengo canciones lindas para darte, así que de decirte que sos mi heroína en este lío es lo más romántico que tengo para ofrecerte.


Anastasia parpadeó, sin saber muy bien qué decir.


—No estaba funcionando entre nosotros, Mauro —dijo suave—. Dejamos de funcionar juntos como pareja.

—Tampoco está funcionando separados, ¿que no te das cuenta?

—Creí que ambos estábamos de acuerdo en separarnos para no hacernos daño —trató de explicar, a pesar del dolor que sentía dentro del pecho—. Que preferíamos ser amigos antes de joder todo de manera irreparable.

—Y lo estábamos, estábamos de acuerdo —asaintió—. Pero eso fue antes, hace un año —acarició su nariz con la propia—. Ahora ya no estoy seguro en absoluto —respiró profundo, tratando de embriagarse de ella, de su olor, de su tacto, de toda ella.

—¿Cuánto fumaste? —preguntó sin maldad.


Solo quería asegurarse que estaba sobrio, que no era el faso quien hablaba por él.

Ojalá Anastasia supiera que nunca antes había estado tan lúcido como en aquel momento.


—Estoy sobrio ahora, Tasia —prometió—. Soy solo yo diciéndote que te extraño —le aseguró—. Que empecé a extrañarte tan pronto como saliste por la puerta de casa —tomó su rostro entre sus manos y la miró—. No está funcionando para mí, Tas —sonó desesperado—. No vivo desde que te fuiste, hago todo por puro mecanismo. Siento que me falta el aire desde que no estás. Cuando te fuiste, te llevaste con vos una parte de mí. Un Mauro que solo existe con vos, y quiero volver a ser ese pibe. He estado viviendo solo a medias desde entonces.


Para ese momento, Anastasia ya tenía los ojos encharcados en lágrimas y el corazón le bombeaba fuertemente contra el pecho, de manera dolorosa.


—Soy solo yo diciéndote que te amo —tomó una de las manos de ella con las dos suyas y se las llevó al pecho, arriba del corazón—. Diciéndote que jamás dejé de hacerlo y jamás podré. Asegurándote que solo late por vos —apretó su mano más duro contra el rítmico golpeteo de su corazón.


Anastasia subió su otra mano al pecho de Mauro para acariciarlo, sintiendo el latido medio agitado.


—¿O es que vos sí lograste olvidarme? —se le ocurrió de pronto, temiendo lo peor—. ¿Hay otro? ¿Terminaste por encontrar a alguien que me reemplace?


Anastasia rio sin gracia.


—Alguien más estable —aventuró mordiéndose la mejilla por dentro, pero apretó su brazo alrededor de ella para acercarla más a su cuerpo—. Alguien que te lo hace más rico que yo... —habló grave y ronco, mojándose los labios ligeramente.

—Estás loco —apoyó su frente en la de él— si crees que algún hombre podría alguna vez reemplazarte.


Una sonrisa se extendió por su rostro. Era exactamente lo que quería escuchar.

La abrazó por la cintura, siempre queriendo tenerla más cerca, incluso cuando no era físicamente posible, volviendo a esconderse en el hueco entre su rostro y el hombro.


—¿Significa eso que accederás por fin a regresar conmigo? —habló de manera acaramelada sobre su piel, dejando pequeños besos que le provocaron pequeños suspiros— Si lo deseas igual que yo, te pido que arriesgues por nosotros de nuevo. Lo hicimos una vez, Tas, lo haremos otra. Juntos.


Tomando aire, sintiéndose embriagada de él con cada nueva respiración, Anastasia asintió. Y, como hizo meses atrás en el boliche, sin poder controlarse a sí misma o las ganas que tenía de besarlo, se tiró a sus labios.

Lo besó hasta la saciedad, más allá de sentir que se quedaban sin respiración. En aquel momento, respirar dejó de parecerles importante si podían continuar besándose en su lugar.

Mauro la cargó sobre su cadera, sosteniéndola por los muslos a cada lado de su cuerpo, apretándose el uno con el otro.

Las manos ajenas recorrían el cuerpo del otro a ciegas, sin necesidad de verse, pues se conocían de memoria.

Mauro murmuró por lo bajo un "es mentira, nena, sé que no hay nadie que te lo hace más rico que yo", a lo que ella rio en consecuencia.

Cuando abrieron los ojos para verse un momento, ya medio desnudos y con montones de ropa esparcidos por todos lados, fue que se dieron cuenta de que, en algún momento, habían conseguido llegar hasta el baño del estudio para tener algo más de intimidad.


—Qué será que tienen los baños —bromeó él por lo bajo, tirándole del labio entre los dientes.


Con una sonrisa pícara, Anastasia lo atrajo a ella nuevamente, besándolo mientras él buscaba a tientas un forro desesperadamente.

Corazón vacío ~ DukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora