Epílogo.

89 1 4
                                    

Louis Tomlinson.
       20:35PM.

Tras caminar unas cuantas cuadras bajo la luz amarillenta de los faroles de las calles londinenses, admirando la luna y las miles de estrellitas que titilaban moribundas en la oscuridad de la noche, Louis finalmente se detuvo frente a una de las casas de la cuadra de misma fachada, cruzando el pequeño pero muy cuidado jardín delantero para quedar delante de la puerta. Allí estaba, en una noche de verano puro, yendo a buscar a su mejor amigo debido a que tenían una fiesta importante a las nueve, dentro de menos de media hora, y él no le estaba dando señales de vida aún cuando había bombardeado su chat con mensajes, stickers randoms y llamadas.

«Respondé el teléfono, Harry. No eres bueno estando solo» pensó aún cuando sabía que él no le respondería debido a que era un fanático de bloquear las notificaciones.

Harry tenía esa costumbre de desaparecer del mundo entero por días cuando alguna emoción negativa lo abundaba, razón por la cual un día, cuando esas desapariciones empeoraron debido a la muerte repentina de su padre, le pidió que cada vez que sucediera él fuera a buscarlo ya que lo que más necesitaba en esos momentos era un abrazo suyo. A partir de ese entonces, siempre iba a la casa de aquel chico con más frecuencia de la normal, que ya era mucha gracias a que sus madres eran mejores amigas desde adolescentes, por lo que ellos se conocían desde que tenían conciencia y vivían la mayor parte del tiempo juntos; para abrazarlo y marcarlo con su olor en el intento de ayudarlo a calmarse. Era común que si uno no se encontraba en su hogar era porque estaba en la casa del otro; como también era cotidiano hallar fotos de ambos de pequeños, habiendo siempre un castañito unos centímetros más alto protegiendo a su ricitos aunque se llevaran apenas dos meses, siendo guiado por su instinto de alfa, pudiéndose ver con el paso del tiempo el como el rizado acabó siendo más alto que él y el hecho de que su amor permanecía intacto, incrementando únicamente.

A Harry lo amaba como si fuera esa mitad que le faltaba y por eso correspondía a la perfección; y no sabía vivir sin él debido a que nunca lo había ni siquiera intentado al siempre haber tenido su companía en los momentos tanto buenos como malos.

Tocó la puerta con el mismo ritmo que desde pequeño solía tocar y se abrió al instante, dejándole ver la figura de Anne, la mamá del ojiverde, dedicándole una sonrisa y teniendo entre manos una taza de té helado.

—Hola, Anne. Buenas noches. —le saludó amable mientras ingresaba a la sala de estar, dándole un beso en la mejilla.

Desde allí pudo ver como a él se acercaba Dusty, el pequeño gato negro que un día con su mejor amigo habían encontrado abandonado en una cajita y, como él no podía tener mascotas en su casa, se lo quedó el otro alfa. Aunque igualmente ambos eran sus padres y juntos lo habían criado, causa por la cual siempre el pequeñín iba a saludarlo entre maullidos cada vez que él estaba allí.

Pero sintió que William, su lobo interno, estaba sumamente inquieto por no estar encontrando a Harry para cuidarlo. Su alfa tenía una gran dependencia por aquel chico y suponían que era porque se conocían desde siempre, no sabiendo existir sin la presencia ajena.

–Necesito ver a Edward, Louis. Algo me dice que no está bien.

—Hola, Lou. ¿Cómo has estado?. —le preguntó la mujer a su vez que él se colocaba en cuclillas para acariciarle la cabeza a su hijo, quien ya ronroneaba por los mimos que iba a recibir.

—La verdad, demasiado ansioso. —le admitió, levantando la mirada para verle beber de la infusión mediante la bombilla—. La semana que viene empieza la universidad y mierda, me da mucha ansiedad el saber cómo va a ser todo allí. Aún no puedo creer que hayan aceptado mi solitud de ingreso y les haya interesado lo que escribo así que imagínate.

Al final mueren los dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora