VII

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Fluke se sentía desorientado, aún sin abrir los ojos. El vibrar de la tormenta que se desataba afuera le había despertado.

Tuvo un sueño de lo más extraño, y la sensación le seguía acompañando.

No distinguió el peso sobre su hombro, ni el abrazo en su cintura, hasta que pudo despertarse completamente.

El pelinegro le sostenía con firmeza, y su cabeza descansaba sobre el, haciendo imposible levantarse sin despertarlo.

Miró a Ohm a su lado, y luego a la mesa llena de latas de cerveza vacías… no había sido un sueño.

Observó a su acompañante un rato más. Nunca había tenido la oportunidad de contemplarle desde tan cerca.

Se notaba sereno, y mucho más joven de lo que se veía montado en un caballo, o gritando órdenes a los demás vaqueros.

En aquel instante era simplemente Ohm, el muchacho que le había besado la noche anterior.

Acarició su pelo azabache con delicadeza, observando como sus dedos se perdían debido al largo de su cabello.

Se perdió lo suficiente como para no notar el par de ojos, que ahora le miraban con tranquilidad, hasta que se encontró con ellos.

-buenos días,- murmuró Ohm en voz baja, -¿café?

Fluke se limitó a asentir, inseguro de que decir. El pelinegro revolvió su melena, ya alborotada, y se levantó para dirigirse a la cocina.

Fluke le miraba desde la cama, se movía con gracia, como si la cocina fuese parte de sus funciones diarias.

Puso la cafetera a funcionar, preparó crepes con crema, tocineta y huevos revueltos, limpió la mesa y sirvió el desayuno.

Cuando hubo culminado, le indicó que se levantara con un movimiento de cabeza.

Este hizo lo que le pidió y se aproximó a la mesa, sentándose frente al plato que habían preparado para él.

-¿Cómo está todo?- quiso saber Ohm, después de un rato.

-delicioso, por supuesto,- le dejó saber Fluke, con una sonrisa. -no sabía que te gustara cocinar.

-no tengo la oportunidad de hacerlo seguido,- musitó el pelinegro, complacido, -pero se algunas cosas.

Fluke asintió y continuó comiendo, inseguro de sí abordar el elefante en la habitación o no.

Se habían besado la noche anterior y ahora Ohm se comportaba de una forma irreal. Como si la tormenta lo hubiese convertido en otra persona.

El pelinegro se aclaró la garganta y le miró con intensidad, invitándole a contarle aquello que corría en su mente.

Cumplir una PromesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora