VIII (+18)

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En este no hay advertencia, porque todo el capítulo esta... +18. pero proceda con precaución.

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Fluke recostó su espalda contra la puerta cerrada, abrazándose a sí mismo. Demasiadas emociones estaban nublando su juicio.

Si le trataba con cariño, se sentía como si flotara, si le trataba con dureza se desmoronaba.

¿Desde hace cuánto le había concedido ese poder al pelinegro? ¿Se había mentido a sí mismo todo este tiempo?

Se involucró demasiado con las personas de la casa. Tantos meses juntos, había encontrado una familia en ellos.

Una familia que no le pertenecía, y que, llegado el momento, tendría que dejar ir.

Pensó otra vez en Ohm. En lo inestable de sus emociones, en la precaria situación en la que se encontraba.

No debía continuar. Lo mejor para ambos sería mantener la distancia, por más difícil que aquello resultara estando en esa maldita cabaña.

Decidió continuar con su plan original y tomar una ducha. El agua se encargaría de llevarse aquellas inseguridades.

Con los ojos cerrados, debajo del agua caliente. La sensación regresó. Intentaba ignorarla, pero el hormigueo se sentía en sus labios.

No quería aceptarlo, pero le deseaba. No podría distanciarse, hasta sacarlo de su sistema.

¿Cómo lo haría? ¿Cómo convencerle a él y a sí mismo de que si sucumbieran a aquel deseo no empeoraría las cosas?

Cuando el pequeño salió de la ducha, se llevó la sorpresa de encontrar a Ohm dentro de la habitación.

-el sofá está mojado,- le dejó saber con suavidad, -creo que tendremos que dormir aquí dentro después de todo.

Fluke le miró nervioso, mientras que secaba el cabello. Se había vestido dentro del baño por costumbre, pero aún así se sentía expuesto ante la mirada del pelinegro.

-yo puedo hacer eso por ti,- le soltó Ohm de repente. Levantándose, y estirando la mano para tomar la toalla.

El pequeño le dejó hacer, cauteloso. Ohm se sentó sobre el colchón de la cama king y se deslizó lo suficiente como para que cupiera entre sus piernas.

Al ver que no se movía, palmeo el lugar que había designado y dibujó una sonrisa inocente.

Dios, nunca le había visto lucir una de esas.

Fluke se aproximó, como si de un depredador se tratase, y se sentó con serenidad.

Mantuvo la respiración lo más estable posible, hasta que sintió los dedos del pelinegro masajear su cabeza a través de la toalla.

Un sentimiento cálido se extendió por su pecho. La única otra persona que había secado su cabello alguna vez era Thana.

Se relajó y dejó que la sensación le llenara por completo. Ohm podía ser gentil después de todo.

-me agrada verte más relajado.- musitó el pelinegro después de un rato.

Solo entonces, Fluke se percato que su cuerpo se adhería al de Ohm como una segunda piel.

Se quedó quieto, inseguro de cual debía ser su siguiente paso, hasta que Ohm rozó el borde de sus shorts con la yema de los dedos.

-Ohm…- gimió el pequeño en voz baja. Era lo que quería después de todo, pero no sabía de qué manera.

-Si te sientes incómodo, me detendré.- susurró él pelinegro en respuesta, -tu piel es muy suave.

Ohm deslizó la palma de su mano a lo largo de su muslo, hasta llegar a su rodilla y de vuelta, por la parte interna está vez.

-Ohm…- susurró Fluke otra vez, pero su voz sonaba todavía más insegura.

El pelinegro empezó a depositar suaves besos a lo largo de su nuca y cuello, chupando y mordiendo su delicada piel de forma posesiva.

Marcas rosas y rojas empezaron a cubrir el cuello y hombros del muchacho, para el deleite de Ohm.

Una vez se encontró satisfecho acarició el rostro de Fluke obligándole a mirarle.

Era bastante obvio que se había rendido ante el. Sus labios entreabiertos le rogaban ser saboreados, y su cuerpo se estremecía bajo su toque.

-me gustas,- susurró, -mucho… quizás demasiado.

-Eso… ¿es malo?- quiso saber Fluke  girándose para poder ver su expresión mejor.

Colocó su mano sobre su mejilla y le acarició con dulzura. Ohm retrocedió ante el gesto, atrapando su mano.

-En esta vida hay dos tipos de hombres, Fluke,- musitó en voz baja, -el hombre de ramos de flores que te promete el mundo, y yo.

Fluke sintió sus mejillas arder. Quemaban al pensar en él ridículo que estaba haciendo.

Esto era lo que quería después de todo, pero se sentía reacio ante la idea de conseguirlo.

Le miró otra vez, sintiendo náuseas familiares. Esto era lo correcto, sacarlo de su sistema. 

-Si aceptara,- intentó el pequeño, -¿habría otras personas?

-No mientras este contigo,- le aclaró Ohm con franqueza, -pero eso no quiere decir que…

-lo entiendo,- le cortó Fluke con más rudeza de la que debía, -no estaremos en una relación, esa parte me queda clara.

-si esto es demasiado para ti—

Las palabras murieron en sus labios, al sentir como Fluke empujaba su lengua dentro de su boca.

Lo tomó desprevenido, y el movimiento feroz terminó por derribaron sobre la cama, permitiendo al pequeño colocarse a horcajadas sobre él.

Fluke se separó de él, lo suficiente para sentarse sobre su cintura. Podía sentir la dureza del pelinegro palpitando bajo contra el.

-hablas demasiado.- murmuró, despojándose de su camiseta.

Ohm le miró con hambre, todavía un poco confundido por lo que acababa de pasar.

Se sentó, recorriendo el torso desnudo del muchacho con sus manos, mientras que mordía levemente su hombro.

Fluke dejó escapar un quejido erótico, mientras que clavaba sus uñas en la espalda del pelinegro.

Lo había olvidado, lo que significaba sentirse deseado, volverse loco bajo el roce de otro ser humano.

No notó cuando ambos cuerpos se desprendían de la ropa, ni cuando su espalda se recostó sobre la cama.

No notó cuando Ohm se posicionó a la altura de su cintura, depositando suaves besos en su vientre y muslos, tentandole.

Estar con el pelinegro era lo más parecido a estar en la puerta del cielo y el infierno al mismo tiempo.

El pelinegro hizo contacto visual con el por primera vez, justo antes de tomarlo en su boca.

Podía sentir el fondo de su garganta golpear la punta de su masculinidad, enloqueciéndole.

Se tomaba su tiempo, saboreándole, mientras que Fluke agarraba puñados de su cabello azabache, desesperado por acelerar el ritmo tortuoso.

-Ohm… detente…- intentó, pero el pelinegro le lanzó una mirada desafiante. -…voy a terminar.

Diferente a los deseos de Fluke, la intensidad de la succión y lengüetazos se duplicó, empujándolo aún más al borde.

-Ohm… ah… por favor… voy a…- no tuvo la oportunidad de terminar la frase antes de explotar dentro de su boca.

Lo había olvidado, lo placentero que podía ser entregarse a alguien más.

Sus ojos permanecían cerrados mientras la olas de su orgasmo lo recorrían, antes de sentir las manos del pelinegro acariciar su piel.

-¿hasta donde quieres llegar?- le susurró, apartando su cabello de su frente, antes de besarle profusamente.

Lo quería todo. Lo quería a él. Quería sentirlo en todas partes, al mismo tiempo.

Envolvió las piernas alrededor de su cintura, dejándole saber la respuesta a su pregunta.

-Tómame,- susurró contra su boca. -lo quiero.

Las sensaciones empezaron a invadirle. El pelinegro se separó ligeramente de el, tan solo para introducir dos dedos en la boca del pequeño.

Mismos dedos que después usaría para trabajar en su estrecho canal.
Fluke se retorcía bajo su cuerpo, cada vez que uno de los dedos rozaba su punto dulce.

Ohm recorría su pecho, dejando besos tortuosos, para luego trabajar en sus pezones. La succión y el roce de dientes se volvieron su debilidad.

Repentinamente se detuvo. El pequeño le miró con confusión y curiosidad en los ojos.

¿había cambiado de opinión? Aquella duda se disipó en cuanto sintió la punta contra su entrada.

-respira.- le pidió Ohm. Fluke asintió ligeramente y sus ojos se abrieron desmesuradamente al sentir al pelinegro entrar poco a poco.

Fluke dejó salir el aire de sus pulmones, al mismo tiempo que hundía sus uñas en los anchos hombros de su acompañante.

Ohm se quedó quieto, limitándose a observarlo, mientras el pequeño se acostumbraba a su tamaño.

-muévete,- le pidió Fluke en voz baja, provocando una sonrisa en el mayor. -muévete.

-se paciente, Natouch.- musitó contra sus labios, empezando a moverse.

El pequeño se sobresaltó al escuchar su propio nombre, nadie lo llamaba así. Le agradaba, la forma posesiva en la que lo pronunció.

Los movimientos de Ohm provocaban un roce delicioso contra su punto dulce, enloqueciéndole.

No podría sacarle de su sistema, no sin antes saciarse de él, y no estaba seguro de que aquello fuese posible.

Para el pelinegro la situación resultaba igual de complicada. Las reacciones de Fluke le resultaban adictivas, y el poseerle era una necesidad.

Las embestidas empezaron a fluir y con ellas los suaves quejidos de placer del pequeño, provocando que Ohm perdiera la cordura.

Sintió las uñas de Fluke bajar por su espalda, lo que solo terminó excitándole más.

Tomó al pequeño de la nuca y devoraba su cuello, mientras se hundía en él.

No tardaron mucho en alcanzar el orgasmo. Ambos sudorosos y acalorados, jadeaban disfrutando del cuerpo del otro.

Ohm estaba por retirarse de encima del pequeño cuando Fluke atrapó su cintura con las piernas.

-Una vez más.- musitó con voz suave.

-No deberías exceder—

-por favor,- susurró, provocando que el pelinegro se endureciera en su interior otra vez. -una vez más.

Ohm se inclinó y le besó la frente con dulzura.
-una vez más.- repitió con suavidad antes de adueñarse de sus labios.


Se levantó el sol en la mañana, y Ohm bebía café en la habitación, observando el pequeño desastre frente a él.

Fluke dormía plácidamente entre las sábanas limpias. Una vez más se habían convertido en tres, agotándole por completo.

Tenía los labios hinchados, y marcas rojas y purpuras a lo largo del cuello hombros y pecho.

El propio pelinegro no se había salvado, las uñas del pequeño le crearon pequeñas laceraciones en la espalda.

Sin embargo se sentía satisfecho. Esto era lo que quería después de todo.

Borrar cualquier rastro de que alguna vez otro hombre estuvo en su vida.

Que luciera aquellas marcas como una prueba de que le pertenecía.

No podía explicarlo. Jamás había perdido el control como lo hizo la noche anterior, jamás había cedido ante las necesidades de sus acompañantes.

Era un completo hijo de perra, y se enorgullecía de la franqueza con la que aceptaba aquel hecho, pero con Fluke… era distinto.

-¿puedo tener un poco de eso?- la voz del pequeño le tomó por sorpresa.

-por el bien de tu cadera, espero que te refieras al café.- contestó sonriente.

Fluke le miró con ojos brillantes, antes de soltar una risa cantarina. Ohm había empezado secretamente a disfrutar de aquella risa.

-con el café esta bien,- musitó después de un rato, -por el momento.

Ohm dibujó una sonrisa divertida y le alcanzó la segunda taza que había traído.

Fluke la sostuvo en sus manos y bebió antes de soltar un gemido de placer.

-creí que yo era el único que te hacia gemir de esa manera.- musitó el pelinegro.

-La relación que tengo con mi café va mucho más allá,- contestó jovial el pequeño.

Bebieron en silencio, escuchando el sirimiri de la lluvia que caía en la ventana.

Se sentía agradable, compartir un momento como aquel, al menos a los ojos de Fluke.

-Anoche…- intentó el pequeño, sonrojándose, -…yo…

-Esta bien,- musitó Ohm con gentileza, -lo disfruté muchísimo.

-Hacia algún tiempo que no…- continuó Fluke, -y… estar contigo fue…

Ohm se sentó junto al pequeño, acunó su rostro con una mano y rozó sus labios hinchados con su pulgar.

-no tienes que disculparte por disfrutarlo,- musitó, -no conmigo.

Fluke sintió su pecho hincharse de alivio y ternura al escuchar aquello, pero una punzada en el estómago le devolvió a la realidad.

Aquello no significaba nada, no eran nada más que dos personas que disfrutaban de acostarse juntos.

Apartó la mano del pelinegro con delicadeza, y este volvió a su café. Debía aprender a contenerse, ser menos cálido y seguir sus propias reglas.

-Anoche no usamos protección,- murmuró de forma casual. -normalmente no soy tan descuidado, pero estoy limpio.

-Yo también,- apuntó el pequeño,-Ha pasado tiempo desde que me acosté con alguien, pero es la primera vez que lo hago de esa forma.

-¿Prefieres que usemos protección la próxima vez?- cuestionó el pelinegro.

-Un poco hipócrita de nuestra parte, ¿no lo crees?

-un poco…- acordó Ohm, escondiendo la sonrisa con la taza de café.

-¿de verdad haremos esto?- murmuró Fluke, con la mirada fija en la taza en sus manos, -cuando regresemos, quiero decir.

-Hasta que nos cansemos el uno del otro,- contestó Ohm. -aunque eso no quiere decir que—

-deberíamos mantenerlo en secreto entonces,- murmuró Fluke, interrumpiéndole, no le gustaba que le recordara aquello. -para que los demás no confundan las cosas.

-quizás sería lo mejor.- acordó Ohm apretando la mandíbula.

-Eso quiere decir que no más marcas,- apuntó, llevándose la mano al cuello. -pensaran que tengo una aventura.

-entonces es bueno que estemos en invierno,- sonrió Ohm con malicia, -tendrás la excusa perfecta para usar bufandas.

-eso no está a discusión,- le presionó el pequeño. -no andaré por todo el rancho con marcas en el cuello mientras tu—

Ohm colocó la taza en la mesa más próxima y le acercó su cuello expuesto.

-date gusto, pequeño vampiro,- murmuró, -nunca te pediría algo que no estoy dispuesto a darte.

Fluke le lanzó una mirada desafiante y se deshizo de su propia taza de café.

Tomó a Ohm de la nuca y la barbilla y atrajo su cuello hacia su boca.

Succionó y mordió la delicada piel hasta ver las marcas aparecer. Una vez se encontró satisfecho, le soltó.

Ohm jadeaba al sentir la dureza dentro de sus pantalones de franela.

-Eso te costara,- murmuró, mirándole con deseo, -al menos una vez más.

-Hablas demasiado.- respondió Fluke, juntando sus bocas.


Cumplir una PromesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora