Capítulo 22

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                                  01 mes después

¿Que es lo primero que piensan cuando les digo que un padre no es el que engendra si no el que enseña?

Parece ser una simple pregunta pero es la verdad. Mucha gente vive con un padrastro quien es el verdadero padre que enseña y educa a un hijo, mientras que el padre biológico está ausente o simplemente no se hace cargo de su hijo.
Conmigo es diferente. Mi padre me engendró pero nunca me enseñó y me apoya en mis decisiones. Todo lo tuve que aprender de mis amigos porque mi padre solo me enseñaba lo que estaba mal en la sociedad y para todo en cualquier tema menciona a Dios.
—¿Que tiene que ver Dios en todos los problemas que haga en mi vida?— me pregunto.
Está bien si creo en Dios o no, pero llega a un punto en que si tomo una acción mala o algo parecido, mi mente al instante piensa qué Dios me va a castigar.
Esa no es la religión que quería llevar. Creo en Dios pero no así como mi padre me lo enseño.

¿Y que tiene que ver Dios en esto? Bien, pues después de que mis padres me mandaron a un psicólogo por haber ido a la marcha LGBT, creyeron que un psicólogo me haría cambiar de opinión.
Puede sonar estupido pero así son mis padres.
Al llegar al psicólogo le platico porque estoy aquí, pues al principio no me quería abrir y explicar a detalles. A los minutos, el psicólogo me preguntó si estaba seguro con lo que quería contar. Tome un respiro y hablé.
—Creo que no está nada bien lo que estoy haciendo— digo con la mirada agachada.
—Dime ¿que es lo primero que sientes en este momento?
—La verdad no estoy nada cómodo, estoy enojado con mis padres, al estar aquí siento que eh perdido una batalla, ¿en verdad estoy mal yo? ¿Porque me toco nacer en una familia así? Mis padres nunca me apoyarían en mi decisión de ser homosexual. Quiero irme de mi casa pero no sé a donde ir, no tengo los suficientes recursos económicos para iniciar una nueva vida e irme a independizar. No tengo trabajo porque mis padres me sacaron de McDonald's. Yo no quería irme de ese lugar, lo tenía todo. Ahora siento que mis amigos me dejarán de hablar. Tengo miedo a estar solo, tengo miedo en perder, perderme a mi mismo. Tengo miedo de que mi mente gane esta batalla y terminar matándome. Muchas veces pienso en el suicidio. Eh intentado suicidarme pero siempre que lo hago termino quitándome la cuerda con la que me ahorcó; cuando me pongo mi funda de la almohada para dejar de respirar al final termino respirando y solo me quedo inconsciente. ¡Mierda! Ni siquiera tengo el valor de matarme. ¿A donde voy? ¿Cuál es mi motivo de seguir adelante y luchar?
No estoy estudiando ni tengo trabajo, soy un desperdicio. Siempre que alguien muere me digo a mí mismo y a Dios, ¡pudiste haberme escogido a mi! Esa persona que ah muerto tenía más vida que yo, en cambio yo solo estoy malgastando mi vida. Quisiera ser perfecto, solo quiero que esto fuera la pesadilla de un sueño que no es mío—. Entre lágrimas terminó de hablar, me pasó las manos por mi cara y todas las lágrimas dejan de estar en mis ojos. Volteo a ver a Josue, mi psicólogo, que solo queda escribiendo en su libreta y mirándome con atención. Parece que quiso soltar una lágrima pero al estar viendo todo el tiempo hacia abajo no pude verlo.
Josue deja su libreta en una mesa de cristal y empieza a hablar sobre mí que dije.
—No eres una mala persona, no eres tampoco una persona que mal gasta su vida, solo estás tomando un camino que piensas que está correcto y cómo escoges la decisión más fácil sin pensar las cosas, crees que está bien lo que haces. No es por regañarte pero a mi que me dijiste, no te tomas ni siquiera un segundo para pensar, quieres tener la respuesta en seguida pero no te pones a analizar y ver qué pasa si tomas esa decisión y que cambiaría en un futuro. ¿Que obtienes al quitarte la vida? Nada, solo causas más daño a las personas que amas, aunque no lo creas, tú vida importa, tu importas. ¿Porqué mejor no me cuentas lo que quieres hacer en un futuro? ¿Que quieres lograr en ti?
— Esa es la cuestión, que ni siquiera sé a dónde quiero llegar, bueno, tal vez si pero no sé si lo logre
— Cuando alguien empieza un proyecto nuevo que lo lleva al éxito, nadie piensa que llegaría tan lejos. Los mejores triunfos empiezan con los mejores fracasos, permítete fracasar para aprender—. ¡Vaya! No eh pensado en eso, quizás tenga razón.
—Hay un libro, en el cual estoy escribiendo lo que eh vivido
— ¿De que trata?
—Trata sobre el amor, la idealización amorosa, la dependencia emocional, mis miedos e inseguridades
—¿Y quieres sacarlo algún día?
—Claro que quiero, puede que sea un éxito, bueno al menos eso quiero y que no sea como esos libros que están en el olvido y que nadie lee
—¿Cómo se llama tu libro?
—La noche que te fuiste
—¿Y a que se debe el nombre de tu libro?
—Es por un chico del cual me enamoré y no puedo tener, no todo el libro hablaré de él pero si lo mencionaré mucho
—¿Y de quien se trata si puedo saber?
—Su nombre es Brian, es un chico por el cual perdí la cabeza por el
—¿Por qué te enamoraste de él?
—No lo se, quizás porque tiene unos ojos lindos, supongo que es por cómo huele, su aroma, no lo deseo sexualmente, vaya es como si la primera vez que lo vi él y yo ya teníamos una vida juntos. Es como si dos almas que se conocieron en una vida pasada se reencontraron
—¿Y que te da Brian a cambio?
Pienso en la pregunta una y otra vez. Nunca me lo eh preguntado. —¿Por qué me enamoré de Brian?— me preguntó.
—Creo que fue la atención que necesitaba
—Ahí está, es la atención. Moy creo que lo que tú estás viviendo es dependencia emocional. Es el apego hacia una persona que te da lo que tú deseas. En tu caso fue la atención. Si un día Brian cambia su forma de ser, si un día en vez de decirte hola y te dice solamente con gestos, estarás mal emocionalmente. Te pones a sobrepasar mucho las cosas, no puedes obligar a alguien a quererte. Dime una cosa, ¿Brian sabe que le gustas?
—Si, se lo dije el 31 de Diciembre del año pasado
—¿Y que fue lo que te dijo?
—Me dijo que estaba bien, él ya sospechaba que le gustaba, me abrazó y me dijo que nada cambiara entre nosotros, me apoya y me quiere. Me ofreció su amistad y contar con él para lo que sea
—¿Que pasa si te digo si todo lo que te dijo solo fue para no sentirse incómodo?
—No estaba incómodo
—¿Cómo sabes?
—Pues porque... el no es... el no estaba incómodo—. Mirando de un lado hacia otro, empiezo a negar con la cabeza.
—Brian no se sentía incómodo porque yo le dije que quería hablar con él, sé que estábamos en un lugar no indicado pero al menos intento escucharme. Todo lo que le dije no sé lo tomó mal, me dio un abrazo y me dijo que me apoya y me dio las gracias por haberle dicho.
Al final me dije que lo quiero muchísimo más que nada—. Solté un suspiro, es cuestión de segundos, imagine el día que le dije a Brian que me gusta, recordé el día como si todo estuviera iniciando otra vez, imagine el escenario sin movimiento, lo único que se movía éramos nosotros. Es como verme en segundo plano, viéndome a mi mismo abrazando a Brian. Solté una lagrima.
—Lo extraño, tengo miedo de perderlo—. Digo mientras sollozo.
— ¿Cuando fue la última vez que lo viste?
—Creo que hace 3 semanas, no recuerdo bien pero no tenemos mucho en vernos
— ¿Y qué harías el día que ya no puedas verlo?—. Mi mirada pasó de estar agachada a estar levantada de prisa.
— Bueno, la sesión terminó, te dejo de tarea esa pregunta ¿okey? Quiero que mejores.
Al salir de la sesión, cerré la puerta de la oficina. Al llegar a la puerta de la salida, mi padre ya me estaba esperando.
Parado de frente de su auto rojo. Tengo miedo de entrar al auto, de estar con el.
Al entrar al auto, mi padre se despide de Josue, a continuación, sube al auto y lo pone en marcha.
La tensión es el auto era muy seria, solo era la radio escuchándose y oír el ruido del motor avanzando.
En cuestión de segundos mi padre apaga la radio. Esto no me gusta para nada, pues cuando lo hace, es para tener una conversación. Y a mi no me gusta hablar con mi padre. Más bien, no quiero estar con el.
—¿Que fue lo que te dijo Josue?— Pregunta mi padre con un tono serio.
—Pues... se supone que cosa privada, yo le conté mis problemas
—¿Le contaste que fuiste a la marcha gay?
—Si
—¿Y que opina de eso?
—¿Que va a opinar? Papá el ser gay no es una enfermedad mental como tú lo crees, Josue dijo que el que tiene que ir al psicólogo eres tú y mi mamá—. Mi padre voltea a verme.
—¿Entonces crees que está bien en qué seas puto? Dímelo para empezar a comprarte cosas de maricas y te empieces a verter como mujer—. Mi padre empezó a acelerar el auto, sentía miedo de chocar, pasar de estar a cuarenta kilómetros por hora, a estar a noventa. Rebasando los autos y pasando semáforos en rojo, mis piernas estaban temblando de miedo.
—Vas a chocar
—!Me importa una mierda!
—No quiero que me grites, !por favor ya déjame en paz carajo¡
—!Entonces dime¿, ¿eres puto o no?—. Tenía miedo en contestarle que si, pues a la velocidad que íbamos no quería morir con mi padre. No quiero morir junto a él.
—No papá, no lo soy
—Entonces empieza a hablar y a actuar como hombrecito—. Me quedo en silencio, no respondo nada.
Al llegar a casa, mi padre solo me dejo a mi, él se fue a seguir trabajando. Y que bueno porque quiera soltarme a llorar. Al abrir la puerta, camino rápidamente para irme a mi cuarto.
Al estar en mi cama, no duré ni dos segundos y solté romper en llanto. Tenía miedo en estar con mi padre. —¿Por qué mi padre no me acepta?— me pregunto llorando.
Tome mi celular y le marqué a Armando, no tenía a alguien más con quien desahogarme.
Suena la llamada y al instante, Armando contesta.
—¿Que pasa Pa, todo bien o que?
—Hola Armando, ¿estás ocupado? Sostengo mi llanto para que no me escuche.
—Acabo de salir de trabajar, oye todos aquí te extrañamos y te tengo en alta voz
—Oye Moy, ya regresa ¿o que?— me dicen varias personas por teléfono, no alcancé a distinguir las voces.
—Armando ya no puedo más
—No puede ser, espérame— Armando me quita en alta voz y se va a un lugar donde nadie lo pueda escuchar.
—Ahora si dime, ¿que sucede?
—Armando en verdad ya no puedo más, me voy a quitar la vida
—No estes mamando con eso, aguántame 10 minutos o 15 en lo que llego a mi casa. Te regreso la llamada, por favor no vayas a cometer una estupidez
—Por favor no tardes mucho
—No lo haré, pero en serio, Moisés no vayas a hacer una estupidez—. Armando cuelga la llamada y yo me quedo mirando al techo. Tenía los ojos llorosos, mi cara estaba llena de lagrimas.
15 minutos después y Armando no me regreso la llamada, deje de esperar y en seguida, agarre una cuerda para que abrazara mi cuello. Me paré sobre una silla y la amarré en el techo junto a un pilar sobre una ventana que da vista al cielo. Al momento de tirarme de la silla, suena mi teléfono. Es Armando llamándome. Me quite la cuerda y conteste la llamada.
—Dime por favor que sigues vivo
—Por suerte tuya, aún lo estoy
—¿Que estás haciendo ahorita?
—Tratando de tirarme de silla para ahorcarme
—Quítatela de una vez y quiero que estes en tu cama ¿okey?—. Me baje de la silla y me recosté sobre mi cama.
—Armando lo siento, no quiero vivir más en este mundo; pienso que soy un desperdicio, no valgo para mis padres, no soy suficiente para ellos. Hace rato fui al psicólogo y mi padre me recogió, en el auto mi padre me comentó a gritar y me insultó. No quiero estar sufriendo más.
—Espera, ¿tu papá te grito?
—Si
—¿Por qué?
—Porque me pregunto si le conté sobre mi orientación sexual a mi psicólogo, si estoy bien o mal. Ellos pensaron que mandándome al psicólogo me haría heterosexual o que estoy mal de la cabeza.
—Perdóname Moy pero lo que hicieron tus padres fue una estupidez, ellos son los que deben ir al psicólogo, tú no—. Mientras seguía llorando por teléfono, Armando me consolaba. Me levante de la cama y cerré mis ventanas para que nadie pudiera escucharme.
—Escucha Moy, se que tu vida está yendo muy mal, estás pasado un mal momento y ahora con la situación con tus padres me pone muy triste la situación. Pero no quiero que te suicides, tú no tienes la culpa de haber elegido una orientación sexualizando diferente. Todos somos diferentes, y no podemos cambiar a las personas. Es una lástima que te haya tocado una vida así. Pero quiero que me escuches bien, no resolverás nada si te quitas la vida, solo lo empeorarás todo y causarás daño a los que te aman—. Termino de llorar un poco, mientras interrumpo a Armando.
—¿Quién me ama Armando? Nadie, nací para estar solo.
—Yo te amo, ¿no es eso suficiente?—. Lloro un poco más, pues la respuesta de Armando me hizo sentir que no estoy solo, lo tengo a él, tengo a un ángel que me está salvando, un ángel que está curando una herida que no causo.
—Te amo Armando, en verdad agradezco que me hayas escuchado, me salvaste de nuevo.
—No tienes que agradecer, pero si te digo algo y va en serio, si no cambias tú, todo seguirá estando igual, demuestra que eres diferente, que puedes mejorar. Demuéstrame que puedes mejorar.
—Lo haré, muchas gracias, por haberme salvado.
—De nada Pa, ya no llores más, no eres un cobarde que huye de las preocupaciones.
Termino la llamada con Armando, siento un alivio en mi corazón, siento que tengo una razón para vivir, y Armando me dio una... cambiar.

La noche que te fuiste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora