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Han pasado cinco días. Los estuve contando. Cinco días en los que no veo a Tom, y en los que tampoco tengo señales de Bill. Me siento solo. No tengo a nadie con quién caminar del brazo en los pasillos, lo cual me deprime notoriamente; me recuerda a aquellos días en los que no tenía a Tom, y solo era una cara bonita más que iba de clase a clase. Un fantasma.

Le mandé un mensaje esta mañana preguntándole cómo se sentía. No puse mucho más, porque no quiero molestarlo. Aunque quizás ya lo estoy haciendo por mandarle un mensaje... Bill no me dijo cuánto tiempo tengo que darle, así que tuve que improvisar. Supongo que cinco días es una buena cantidad, ¿no? ¿O una semana, dos? Yo puedo esperar eso. Lo descubriré cuando Tom me responda, aunque todavía no lo ha hecho. O quizás esa es su respuesta.

Escondo la cara en mi almohada. De repente, tengo ganas de llorar. Me inunda una profunda vergüenza; no debería haberle mandado ese mensaje. Va a creer que estoy desesperado. Aunque, en realidad, lo estoy, un poco... es que, Dios, no quiero estar solo. Él es lo único que tengo. Mi teléfono vibra.¿Estás bien? Hazel, 10:20.

Sí, Hazel. ¿Quieres venir? Tomie, 14:37.

Esbozo una gran sonrisa. Pensé que estaba molesto conmigo, pero quizás ya está listo para perdonarme. Tengo que agradecerle a Gigi, todo esto es gracias a él. Me apresuro en escribir una respuesta.

¡Claro! Te veo en 10. Hazel, 14:38.

Antes de apagar mi teléfono y ponerme en marcha, no me olvido de contactarme con alguien más.

Hola. Lo siento, pero tendré que cancelar mi

cita. Hazel Aranjuez, 14:38.

Hazel, ya va la quinta que cancelas. Tenemos que vernos. Psicóloga, 14:39.

Es que tengo que ver a mi novio, lo siento, el próximo viernes. Hazel Aranjuez, 14:41.Finalizado lo que tenía que hacer, termino por apagar mi teléfono y me pongo una campera encima antes de salir a la calle. La temperatura bajó y la brisa es fría. Por un momento me pregunto si es preferible ir caminando hacia la casa de Tom o tomar el tren, pero opto por la opción que no implica gastar dinero y apresuro mi paso.

Llego alrededor de las 15hs. Saco una mano de mis bolsillos para tocar el timbre, y rápidamente vuelvo a esconderla. El aire est helado, hoy es un día perfecto para quedarse en casa. Entonces, luego de unos segundos, la puerta se abre y Tom me recibe con una pequeña sonrisa. Tiene puesto un buzo con renos. No es Navidad, pero supongo que no tenía otro.

—Pasa, antes de que te resfríes —dice, mientras me agarra del brazo (ya que mis manos no están a la vista) y me hace entrar, cerrando la puerta detrás de mí. El hogar de Tom está mucho más caluroso que afuera, así que me quito la campera de encima y la dejo sobre el sofá.—Pensé que estarías molesto conmigo comento, acomodando la campera para que no se arrugue. Encima de la mesa hay un envase de fideos instantáneos vacío y una botella de agua a la mitad. Supongo que es l que almorzó hoy. Todavía no comí, pero no tengo hambre.

—No, Hazel, yo... —lo oigo soltar un suspiro. Entonces, al darme la vuelta, lo veo rascarse la nuca. Algo anda mal—, tengo que hablar contigo. Siéntate.

Me quedo mirándolo desde mi sitio durante unos segundos, y se me forma un nudo en m garganta. Va a terminar conmigo. Lo sé. Por eso quería que viniera.

Me siento en un sofá y el se sienta en el contrario al mío, a un lado de mi a abrigo. S frota las manos y puedo ver cómo le sudan, sé que no es por el calor, sino por los nervio Sube sus ojos hacia los míos y los conecta, y ver ese hermoso color marrón en ellos, se m revuelve el estómago.-Yo sé que no estás bien, y... de verdad me esfuerzo por ayudarte, pero al hacerlo me olvido de que también tengo que ayudarme a mí —comienza diciendo, y tengo miedo de cómo vaya a terminar―, supongo que no has estado tomando tus pastillas. Lo sé porque encontré tu envase y está lleno, Hazel. La realidad es que no puedo ayudarte si tú tampoco lo haces, y...

-¿Vas a terminar conmigo? —Pregunto, mientras siento que se me forman lágrimas en los ojos. Me bombean los oídos, y todo lo que puedo escuchar es mi corazón latiendo rápido y mi estómago, que empieza a dar vueltas. Y todo se intensifica cuando no lo veo negar.

-Sólo quiero hablar contigo, Hazel...

-Disculpa -lo interrumpo, y me levanto del sofá. Estoy mareado, lo siento, tengo que levantarme y caminar un poco, creo que…

 Estoy mareado, lo siento, tengo que levantarme y caminar un poco, creo que…

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De repente, tengo una mala sensación. Intento correr en dirección al baño cuando me ataca una repentina arcada pero no lo alcanzo; me detengo en la entrada, junto a la puerta, y al abrir la boca, vomito. Igual que la última vez, la garganta me arde y tengo la remera salpicada con sangre. Al mirar hacia abajo, consigo ver que mi vómito está mezclado con pétalos. Y ya no hay ningún árbol para ponerlo como excusa.

-Hazel, ¿qué...? —Empieza a decir mientras se acerca, y al ver lo que hay en el suelo, se queda inmóvil en su sitio, con la boca cerrada y los ojos abiertos. El pulso me tiembla—, eso ya estaba ahí antes de que vomites, ¿no? —pregunta. Creo que está tan impactado como yo.

Con la vista borrosa, dirijo mi rostro hacia él y niego lentamente con la cabeza. No entiendo qué me está pasando. Todo esto es mucho para mí.Entonces, recuerdo a Bill. Cuando estábamos en el salón, él vomitó... pero no había pétalos, como los hay ahora mezclados en mi vómito. Aunque sí había sangre. ¿Podría ser que...? Por un momento me pregunto si debería decírselo, pero después opto por no hacerlo; es demasiado pronto para sacar conclusiones, y en caso de que sea verdad, si Bill no lo dijo por algo será, ¿no? Quizás debería hablar con él a solas, más tarde.

—Voy... voy a sacar una cita con un doctor -El rostro de Tom está blanco como un papel. Por un segundo temo que vaya a desmayarse, pero no lo hace. Saca su teléfono de su bolsillo, se aleja unos metros de mí y marca un número.

Aunque vaya a ser asqueroso, me inclino sobre mis rodillas y tomo uno de los pétalos en mis manos. Son reales. Tienen el brillo natural de una rosa y al tocarlos tengo una extraña sensación; los siento parte de mí. Es como si tuviera una conexión con ellos. Cuando los toco, siento como si me estuviera tocando a mí mismo.

Puedo sentirlos. Los pétalos, danzando y creciendo dentro de mi cuerpo. Es una sensación tanto extraña como extraordinaria.-Ya saqué una cita —la voz de Tom me saca abruptamente de mis pensamientos y rápidamente dejo el pétalo donde estaba, y la conexión se pierde con él. Tiene más color en la cara—, me dijeron que hay un doctor que va a saber cómo tratarte. Mañana iremos con él, no te preocupes.

Asiento con la cabeza, pero ya no me siento asustado. No después de haber sentido eso.

-¿Quieres quedarte a dormir?

Lo miro a los ojos, y le sonrío.

-Creo que será mejor que me vaya a casa.

HANNAHAKI | Toll/Twc NRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora