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¿Es posible que las matemáticas se me den tan mal? -Victor soltó un bufido tan fuerte que podría haber volado una casa, como el cuento de los tres chanchitos

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¿Es posible que las matemáticas se me den tan mal? -Victor soltó un bufido tan fuerte que podría haber volado una casa, como el cuento de los tres chanchitos. La clase había terminado y ambos nos estábamos dirigiendo a la salida del edificio, que tenía varios pisos y diferentes accesos.

-Estoy seguro de que serías muy bueno en ellas si tan solo le prestaras atención a la clase.

-¿Estás insinuando que soy un distraído? -Se llevó una mano al pecho y fingió estar indignado conmigo.

-Tal vez.

Facultad. Ya llevábamos un año estudiando arquitectura y había algo en lo que los dos estábamos de acuerdo; definitivamente, no era algo de lo que nos gustaría vivir. Por eso, también tomábamos clases de música una vez a la semana, dadas por una madre soltera que buscaba mantener a sus dos niños.Lo cierto es que nunca me imaginé que Victor y yo terminaríamos siendo amigos. Varios recuerdos de mí adolescencia se esfumaron, y aunque he hecho de todo, no pude recuperarlos. Él tampoco accedió a contarme un poco de cómo fue mi vida en la secundaria, y al final, decidí dejar de insistir. Si lo olvidé, quizás es por alguna muy buena razón.

-¿Recuerdas a Bill? -Pregunté, y pude divisar la sorpresa en sus ojos. No se esperaba mi pregunta, y la realidad es que yo tampoco. El recuerdo vino a mi cabeza así como así, y quise hablar de ello-, amaba a ese chico. Me gustaría saber cómo está.

-No pensé que lo recordabas -esbozó una sonrisa, mientras nos sentábamos en una de las bancas de la parada de autobuses. A lo lejos, podía ver que se acercaba el que iba a tomar para ir a casa-, lo aceptaron en la universidad de música a la que quería ir, la Universidad Nacional de Artes de Corea mi impacto debió de notarse en toda mi cara, porque lo vi esbozar una sonrisa divertida-, yo también me sorprendí. Pero se lo merece. Siempre fue un buen chico.

-Sí, lo fue.

El autobús paró delante de nosotros y nos despedimos con un abrazo, antes de subirme a él y verlo partir. Apenas había asientos libres, y la mayoría que había fichado ya estaban siendo ocupados por alguna mujer embarazada o un hombre barbudo y con traje que parecía ser de alguna secta (probablemente no, pero, quién sabe; nuestra población es muy variada). Sin embargo, al fondo del vehículo, conseguí ver uno de los asientos del lado del pasillo vacío.

Me hice paso entre el cúmulo de personas con rapidez, intentando llegar a tiempo antes de que alguien más se dispusiera a robarmelo, y en cuanto me senté, todas mis extremidades agotadas me murmuraron un 'gracias'. Necesitaba sentarme.

A mi lado, un chico con el pelo negro tenía su vista fija en la ventana. No creo haberlo visto por los pasillos de mi universidad, así que probablemente no es de allí. Me hice la cabeza intentando adivinar dónde podría estudiar; tiene cara de bailarín, quizás clásico. Podría ser también un escritor, o un pintor. Lo relaciono con lo artístico, quizás porque su rostro sereno me recuerda al de una persona que alguna vez conocí, pero que ahora no recuerdo. Ni siquiera sé porqué estoy tratando de descifrar su vida, pero no puedo detenerme. Comienzo a idealizar otros aspectos de él. Probablemente tiene pareja, quizás una novia, o está en algo con alguien. Y gatos, tiene un gato. Un persa, llamado Félix.

HANNAHAKI | Toll/Twc NRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora