Cade agarró a Tessa por la nuca mientras la besaba. Aún estaba desnuda bajo su cuerpo y empapada en sudor cuando extrajo su miembro de su interior y colocó una almohada bajo su cintura. Ella rio y se agarró a su brazo para acercarlo hacia sí.
—Iré a ver cómo está Steven. No salgas de la cama.
Tessa fingió enfurruñarse mientras Cade se ponía el pijama y salía de la habitación. Cerró los ojos distraída, esperando y deseando fervientemente haberse quedado embarazada ese mes. Era domingo por la tarde y Cade la había llamado al dormitorio con la excusa de no encontrar una camisa para arrastrarla a la cama. Ahora yacía feliz y exhausta sobre el suave colchón. Cade encontró a Steven ocupado con el nuevo tren con el que lo había sorprendido hacía dos semanas. —¿Quieres jugar hoy al béisbol?
Los ojos de Steven se iluminaron. —¿Puedes enseñarme?
—Sí. — Cade se emocionó. —Me encanta el béisbol. Vayamos hoy a las jaulas de bateo. — Hizo una pausa. —Si a tu madre le parece bien.
—¡Mamá! — gritó a pleno pulmón y Tessa apareció en la puerta, con un coletero entre los dientes, lista para hacerse un moño despeinado.
—¿Mm?
—¿Puedo ir hoy con Cade a las jaulas de bateo? Va a enseñarme a jugar
al béisbol.
Tessa vio que Cade la miraba esperanzado y Steven le suplicaba con ojos lastimeros. —No estoy preparada para ser la mala en esta situación.
Podéis ir.
Steven dio un chillido de emoción y Tessa ayudó al ama de llaves a poner la mesa para el desayuno.
Cade la observó en secreto y se dio cuenta de que lo miraba de reojo de vez en cuando. Se acercó a Steven. —Pregúntale a tu madre si quiere venir con nosotros, — le susurró.
—¡Mamá! — gritó Steven. —Cade quiere que vengas con nosotros.
Cade cerró los ojos con fuerza, avergonzado.
Tessa lo miró y apartó la vista. —No sé por qué Cade no me lo puede pedir directamente.
Steven parecía confuso, pues era demasiado pequeño para entender el sentido oculto de aquellas palabras. —¿Por qué no se lo pides directamente a
mamá?
Cade suspiró, enderezándose. ¿Qué demonios le pasaba? Se puso de pie y caminó hacia Tessa, viendo sonrojarse sus mejillas. Se fijó en su pecho desnudo, lo miró a la cara y volvió a bajar la vista sin poder evitarlo.
Estaba a punto de prorrumpir en carcajadas y recordó algo que le había dicho al contemplarla de esa forma. —¿Te gusta lo que ves? — Se cruzó de brazos.
Tessa contuvo la risa, levantando la barbilla desafiante. —Demasiado, la verdad.
Sonriendo, caminó hacia ella y le echó los brazos al cuello, dándole un beso en la sien. —¿Quieres venir con nosotros a las jaulas de bateo?
Tessa arrugó la nariz. —Hoy no me apetece, la próxima vez será.
—Vale. — Despacio, le dio un beso en la punta de la nariz antes de sentarse todos juntos a desayunar.

ESTÁS LEYENDO
Los trillizos del multimillonario
Romanceuna noche es lo que hace falta para que tu vida cambie para siempre