capítulo 40

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Tessa dejó a Steven en el colegio y se dirigió a la oficina del abogado donde la habían contratado como secretaria hace tres días. Aún se sentía estúpida por haberse presentado a la entrevista en aquel coche tan caro. Su jefe la había mirado como si fuera un extraterrestre, pero había evitado hacer comentarios sobre el tema.

No podía vender el coche. En realidad, no era suyo. Tenía que devolvérselo a Cade, pero necesitaba un poco más de tiempo.

Aún luchaba por seguir adelante sin él. Le había cambiado la vida.

Pasaba las noches deseando tener el valor de llamarlo por teléfono y decirle lo mucho que lo amaba y el miedo que había pasado.

Pero intentaba convencerse a sí misma de que habría pasado página. Lo imaginaba durmiendo en la cama en diagonal, disfrutando de su ausencia. Luego imaginaba a otra mujer en su lugar y se hacía un ovillo, agarrada a la almohada y llorando con el corazón roto.

Llevaba siete días en su piso, siete días en el infierno. Era capaz de hacer frente a sus propias emociones y a su angustia, pero el dolor que Steven sentía era peor. Se había quedado a casa al día siguiente, llorando de forma histérica, pues Cade no estaba allí para llevarlo a la escuela. Lo echaba de menos y no tenía consuelo. Tessa lo había acostado antes de encerrarse en el baño para llorar de impotencia.

Era exactamente lo que había temido que sucediera, pero no había tenido forma de saber que todo terminaría tan pronto. Antes había tenido la oportunidad de tener a su bebé, de dejarle algo muy valioso para que la recordara.

Debía pasar página, se dijo fervientemente al salir de trabajar ese día. Iba a caer enferma. No era capaz de comer ni de dormir. Le dolía la cabeza debido al arrepentimiento constante y suspiraba por un hombre en cuya vida no ocupaba un lugar destacado.

Recogió a Cade del colegio y lo llevó al parque para distraerse. Estaba agotado al llegar a casa y Tessa se alegró por ello. No le importó que tuviera deberes y lo mandó directo a la cama.

Habían sobrevivido otro día, pero la situación no mejoraba a corto plazo.

Estaba despierta cuando oyó un gemido que la hizo sentarse erguida en la cama. Steven estaba de pie en el umbral, sollozando.

—Quiero ver a Cade.

Tessa se vino abajo y tomó a su hijo en brazos para llevarlo a la cama, donde trató de calmarlo para que durmiera.

Los trillizos del multimillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora