10.No te vengas abajo

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CAMILA

Pero qué cara más dura tenía la maldita ¿Cómo se atrevía a llamarme «Camz»? ¡Habrase visto!
Como la oí subir las escaleras de dos en dos corriendo tras de mí, apreté el paso.

—¡Camila! —me gritó, pero yo seguí andando. Bueno, a estas alturas ya había echado a correr porque no quería verla ni en pintura. Todo lo ocurrido junto con el montón de cosas con las que me estaba enfrentando ya eran lo bastante duras como para que Lauren me las complicara más aún.
Tuve que largarme antes de venirme abajo delante de ella.

—¡Espera, joder! —me gritó mientras yo soltaba las bolsas y echaba a correr a todo trapo.
Abrí al azar la puerta de una habitación y me metí dentro dando un portazo. No tenía idea de dónde me encontraba, pero sabía que así levantaría una barrera entre Lauren y yo, y eso era lo único que me importaba. Busqué a tientas hasta encontrar en el pomo el mecanismo de cierre, lo eché y luego me apoyé de espaldas contra la puerta.

Lauren estaba ya ahí, aporreándola al otro lado. La oí gruñir frustrada y el sonido casi me asustó.

—¡Como no abras la puerta te juro por lo más sagrado que la echaré abajo!

—¡No quiero hablar ahora! ¡Vete! —grité a voz en cuello para que pudiera oírme a pesar de los porrazos que le estaba dando a la pobre e indefensa puerta.

—Muy bien. Tú te lo has buscado.
Los golpes cesaron de repente y yo suspiré aliviada, creyendo que se daba por vencida. Pero cuando había empezado a sentarme en el suelo, oí de pronto una especie de tenso grito de batalla al otro lado y luego una masa
arremetiendo contra la puerta que cedió con un fuerte chasquido, haciéndome salir rodando por el suelo. Logré quedarme de grupas en él y giré la cabeza mientras la luz del pasillo entraba a raudales en la habitación.
Lauren estaba plantada bajo el dintel de la puerta, con los brazos colgándole a los lados y los hombros subiéndole y bajándole a causa de su jadeante respiración. Aunque estaba de espaldas a la luz, yo podía ver el amenazador aspecto de su cara. Parecía casi mortífero.

—Me acusas de tratarte como a cualquier otro empleado y sin, embargo nunca me escuchas cuando te doy una orden —me espetó furiosa.

—Sí, bueno, soy una insubordinada. Despídeme —le solté poniéndome en pie y pasando por su lado hecha una furia.
Me agarró del brazo y me hizo girar de un tirón hasta que me quedé con la espalda pegada a la pared, en la entrada de la habitación. Lauren arrimó su cuerpo al mío, apoyando los antebrazos en la pared, inmovilizándome. Me obligó con las rodillas a separar las piernas y sentí su aliento en mi oído al presionar el abultado paquete de sus pantalones contra mi vientre. No estaba bromeando cuando me dijo que tenía un tiempo de recuperación muy rápido.

—¿Por qué? ¿Por qué no puedo llamarte Camz? —dijo enterrando la cabeza en la cavidad de mi cuello. Su voz era una mezcla de desesperación, rabia y frustración, y te juro que no entendía por qué. Arrastró sus labios por mi piel sensualmente y luego alzó la cabeza para mirarme a los ojos.
Sus penetrantes pupilas color verde reflejaban una intensidad que me impactaron y me hicieron a la vez que quisiese darle cualquier cosa que me
pidiera.

—Te he tratado bien. Mejor de lo que podías haber esperado en tu situación. Y siempre me he preocupado de que todas tus otras necesidades fueran satisfechas —dijo recordándome a lo que se refería al doblar ella las rodillas y presionar lentamente sus partes en mi entrepierna. Un traidor gemido se escapó de mis labios—. ¿Por qué no puedo llamarte Camz?
Dame una buena razón.
¿Y si le diera cinco? Porque era un trato demasiado personal. Porque al terminarlos dos años me costaría demasiado separarme de Lauren. Porque
haría que me resultara demasiado fácil enamorarme de ella. Porque yo no podía...
Esta era la verdad. Pero si le decía cualquiera de estas razones, me
mandaría al instante de vuelta exigiendo que le devolvieran el dinero.

De compra a corazón (Lauren gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora