7.Un enfado monumental

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CAMILA

A la mañana siguiente me desperté tendida de espalda, una postura en la que no solía dormir.
Tenía algo caliente y pesado sobre el vientre y abrí un ojo para investigar. Su pelo negro y alborotado me hacía cosquillas en la piel cada vez que la cabeza se le elevaba cuando yo inhalaba.
Lauren estaba dormida de lado, con la cabeza apoyada lo bastante abajo de mi cuerpo como para que sintiera su aliento caliente en la sensible carne de ahí abajo. Cerré los ojos y tragué saliva por la deliciosa sensación que me envolvía, sintiéndome más mujer que nunca. Era una sensación sumamente agradable.
Lauren se revolvió en sueños y me fijé en su cálida mano descansando en el interior de mi muslo, peligrosamente cerca del centro. Solté un gemido de placer por la sensación de su respiración unida al contacto de su mano, pero al instante me tapé la boca, esperando con toda mi alma que no me hubiera oído.
Pero la Agente Doble Coñocaliente sí que me oyó. Estaba ya arqueando las cejas y haciéndome señas para que hundiera la cabeza de Lauren entre mis piernas. ¡Haz el favor de volver a dormirte, Guarra McGuarretona!

Lauren farfulló algo y giró la cara pegándola a mi vientre. Al moverse quedó en realidad más cerca de mi Chichi y yo miré a Coñocaliente alzando una ceja, preguntándome de dónde había sacado sus superpoderes para hacer que esto sucediera. ¡La muy desvergonzada!
Lauren dormía con la mano posada en mi muslo, y la deslizó lo bastante como para que sus dedos descansaran sobre mi carnosa hendidura y yo instintivamente empujé con las caderas hacia ella. No lo hice aposta, simplemente ocurrió, fue como una especie de reflejo o algo por el estilo.

—Mmmm —farfulló Lauren en sueños. Al menos estaba segura de que seguía dormida.
Y habría sido una boba si ese sonido, unido con su proximidad a mis partes femeninas, no me hubieran puesto cachonda. Empecé a hacer una especie de cálculos mentales preguntándome si lograría correrme mientras ella dormía sin que se diese cuenta. Pero naturalmente dependería sobre todo de lo profundo que durmiera.
Y además no tenía demasiada experiencia en esos menesteres que digamos.
Pero de repente recordé las palabras que me dijo en la limusina: «Estoy aquí para darte placer, al igual que tú lo estás para dármelo a mí».
De manera que decidí comprobar si era verdad lo que me había dicho, para ver si era una mujer de palabra. ¡Eh, que conste que lo hice como un experimento, o sea que no me mires con esa cara!
Le pasé los dedos de una mano por entre su cabello, al tiempo que le deslizaba la otra por su hombro y por el brazo hasta llegar a la mano que tenía entre mis piernas. Lauren se movió un poco, escondiendo la cara en mi vientre. Como no se la podía ver, tampoco le veía los ojos para saber si estaba despierta. Pero aun así, seguí con lo mío.

Entrelacé mis dedos con los suyos y le levanté la mano para dejarla reposar sobre mi coño. El peso de su mano me hizo estremecer, electrizándome de pies a cabeza, y noté que el chochito se me ponía muy mojado. Su palma me quedó justamente encima del clítoris, ejerciendo una presión tan deliciosa que de mis labios se escapó un pequeño gemido de gusto. Cubrí sus dedos con los míos y los moví para que se hundieran como yo quería entre mis húmedos pliegues. Creí oír a Lauren contener el aliento sorprendida, pero para serte sincera al estar inmersa en todas esas otras sensaciones pensé que tal vez me lo había imaginado.
Presionando su dedo corazón más abajo, hice que se deslizara alrededor de mi abertura y luego se lo hundí en ella junto con mi propio dedo. Me dolió un poco por lo de la noche anterior, pero no era más que un ligero dolor. Hice que me metiera y sacara su largo dedo en mí siguiendo un cadencioso vaivén. No me excitó tanto como cuando era Lauren quien controlaba sus movimientos y me tocaba como ella quería, por eso precisamente era la Reina de los Dedos Folladores. Frustrada, saqué su dedo de mí y se lo deslicé por mi húmedo surco para acariciar mi clítoris.
Los dedos de ambas se quedaron empapados al irme yo calentando mientras los deslizaba por la turgente protuberancia oculta en la cima de mis pliegues. La noté revolverse en la cama, sin duda se había despertado y estaba deseando mover los dedos a su manera. Pero no lo hizo. En su lugar me cedió el control, pero en esos momentos yo no estaba segura de si quería llevar las riendas.
Solo deseaba correrme.
Entonces metí dos de sus dedos dentro de mí y luego los saqué, esperando ponerla cachonda y tentarla a tomar la iniciativa. Al ver que la treta no funcionaba, le levanté la mano y llevé esos dedos a su boca, deslizándolos por sus labios para provocarla, casi suplicándole que no se
conformara solo con saborearme.

De compra a corazón (Lauren gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora