Epílogo

1.7K 79 22
                                    

Regreso de lo sensual

CAMILA

Era la víspera del segundo aniversario del día en que mi vida se volvió patas arriba, se puso del revés, dio un giro de ciento ochenta grados y se redirigió en una dirección completamente distinta. Habían pasado dos años desde el día que me vendí en una subasta en un club nocturno llamado Foreplay en el que se vendían mujeres a hombres ricos y poderosos
a cambio de una cantidad considerable de dinero. Las otras mujeres de mi grupo lo hicieron por sus propias razones. Yo lo hice para salvar una vida.
La de mi madre, para ser más específicos.

Dos millones de dólares fue la cantidad a por la que fui. Me vendí al mejor postor, Lauren Michelle Jauregui, presidenta del Loto Escarlata. Ella me poseería durante dos años, me usaría para satisfacer todas sus necesidades sexuales como y cuando le diera la gana.

Esa mujer me enseñaría a cómo mamar adecuadamente una polla. Esa mujer me daría mi primero de muchos orgasmos, me presentaría a mi Chichi interior, y a ella le presentaría a la Reina de los Dedos Folladores, a su culo, a la Culoestra y al Vergazo Prodigioso. Esa mujer me quitaría la virginidad, me convertiría en una guarrilla y me sacudiría todo mi puñetero mundo. Esa mujer me cabrearía día sí y día también —dentro y fuera del dormitorio— y luego vendría cabalgando sobre su caballo blanco para solucionarlo todo.

Esa mujer era ahora mi esposa.
Y la otra madre de nuestra hija, Scarlett Sinuhe Jauregui.

Scarlett era la niña de sus ojos. Nació menos de un año después de que nos casáramos. De hecho, yo ya había estado embarazada de ella en la boda y no lo había sabido siquiera. Estaba segura de que concebí a nuestra hija la noche que Lauren me dio el anillo de compromiso.

El anillo de su madre.

Esa noche quedará grabada para siempre en mi memoria; su perfección fue cegadoramente gloriosa en todos los posibles sentidos imaginables de la palabra. Lauren me ofreció tanto el precioso diamante como su corazón, su todo.
Ella me pertenecía, y yo le pertenecía a ella.

Rodeada por las paredes de la casita de campo de mis sueños —la casa que había ansiado tener en secreto desde pequeña— nuestras vidas empezaron de nuevo. Nos susurramos nuestros deseos y nuestros sueños, y sí, hicimos el amor como si no hubiera mañana. Fue erótico. Fue mágico. Fue perfecto.

Esa noche me dijo que quería tener muchos, muchos bebés. Y yo estuve más que feliz de acceder. Scarlett era la primera de muchos más que vendrían.

Sí, estaba mimada. Tenía todo lo imaginable — ropa, juguetes, libros— y no le faltaba de nada. Pero más importante que todas esas cosas
materialistas, tenía amor. Tenía el amor de la gente que le consentía todos los caprichos, todos los antojos.

Tenía unos ojos verdes del color de los preciosos zafiros enmarcados por abundantes pestañas negras. Una piel tan suave en la que dejar nuestros besos, unos rizos grandes de color chocolate que suplicaban que los acariciaran y los adornaran con lacitos, y una sonrisa que podía poner de rodillas a cualquier persona. Todos estuvimos bajo el embrujo de su hechizo en el momento que respiró por primera vez.

Pero Scarlett era la niña de Lauren de todas todas. No me malinterpretéis, ella quería a su mami, pero Lauren era la heroína de su cuento de hadas. Lauren la tenía comiendo de su mano, y Scarlett la tenía igual o peor a Lauren. Y a mi padre, Alejandro, también. No sabría siquiera cómo empezar a contarte los celos que hay entre esos dos por disfrutar de sus atenciones. Alejandro era su Abu y había
amenazado con demandarla por derechos de visita de los abuelos un fin de semana cuando Lauren planeó «sin pensar» en llevar a Scarlett a la misma juguetería que él quería llevarla sin haber primero hablado con Lauren para ver si
tenía intención de llevarla algún día.

De compra a corazón (Lauren gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora