11.¿Pero qué diablos...?

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CAMILA

Estaba soñando. Sentía el cuerpo de Lauren pegado a mi espalda, rodeándome por la cintura bajo un cielo estrellado, susurrándome cosas dulces al oído mientras me estrechaba contra ella.

—Lo siento mucho. No lo sabía —me musitó—. Pero ahora que estás aquí conmigo, ya no dejaré que te vayas nunca. Nunca, Camila. Ahora eres parte de mí. No permitiré que nos separemos nunca.

—No hay ningún otro lugar en el que más desee vivir, Lauren —repuse suspirando y me arrimé más a ella—. Quiero estar siempre como estoy ahora contigo. Abrázame y no dejes que me vaya.

—No me separaré nunca de ti. Te quiero, Camz. Dime tú también... —de pronto su voz ronca desapareció y la escena se volvió borrosa y se esfumó.

Desesperada, intenté recuperarla con mi mente, pero era demasiado tarde.
Me estaba despertando y el sueño había desaparecido.

—Dime que no te pasas el día durmiendo en la cama.

—¿Qué? —respondí incorporándome, viéndolo todo borroso por estar todavía medio dormida y tener además el pelo echado sobre la cara como el Primo Eso de La familia Addams. Me pasé las manos por entre la mata de pelo lo bastante como para apartarme la melena como si fuera una cortina y poder ver a la tocapelotas que me había sacado de mi profundo sueño.

—Lárgate, Polly —le solté enojada, y luego me volví a derrumbar teatralmente sobre la cama—. Estoy durmiendo —añadí pegándome la almohada de Lauren al pecho.
Inhalé su aroma y suspiré con satisfacción. A lo mejor conseguía seguir soñando con aquella escena si ella se quedaba calladita y se largaba.

—No, ya no estás durmiendo —repuso y luego la oí cruzar la habitación para hacer vete a saber el qué, pero te juro que si se le ocurría saltar sobre mí, pensaba darle un buen manotazo en la frente y luego le metería mi dedo lleno de babas en la oreja. Polly estaba demasiado animada por las mañanas y probablemente se lo merecía solo por eso, y yo esperaba el momento propicio para saltarle encima cogiéndola desprevenida.

—¿Qué quieres?—le dije medio quejándome cuando descorrió las cortinas para dejar que la intensa luz de la mañana invadiera mi cómodo refugio.
De pronto me vinieron a la cabeza imágenes de vampiros y estas a su vez me llevaron a pensar en el sexo vampírico que Lauren y yo habíamos tenido en la sala recreativa.
Tendremos que hacerlo otra vez.

—Bueno, para empezar me gustaría que hicieras algo con eso tan horrible a lo que llamas pelo — me dijo Polly y noté que me levantaba delicadamente una greña y luego me la volvía a soltar. Se frotó las manos como si yo tuviera piojos o algo por el estilo.

—¿Con qué? —le pregunté con voz soñolienta con la almohada pegada a la cara, y casi vomito al oler mi aliento matutino. Mi pelo podía esperar, lo que de verdad necesitaba era pasta dentífrica y un cepillo de dientes.

—Con eso. Y ahora mueve el culito si no quieres que vaya a buscar un jarrón de agua helada a la cocina y te la eche encima —me soltó dándome un azote en el trasero.
Me senté resoplando y la miré a la cara frunciendo el ceño.

—¿Sabes que no te trago, Polly?

Después de ducharme —dándome dos veces un gustito con la ayuda del pequeño vibrador de Jauregui, me depilé y sí, me cepillé los dientes.
Luego volví al dormitorio, donde Polly había hecho ya la cama y había elegido la ropa que hoy me pondría. Me vestí, me recogí el pelo revuelto en un moño y bajé a la otra planta.

—¿Polly? —la llamé sin tener idea de dónde se había metido.

—¡Estoy aquí! —gritó desde la cocina.
Al entrar descubrí que ya había preparado el café y me había servido una taza.

De compra a corazón (Lauren gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora