Capítulo 5

8 0 0
                                    

NARRA NAIELY WADE

Lo haré, iré a un psicólogo, fue lo primero que le dije a él cuando lo vi en la escuela, como siempre él se encontraba sentado leyendo, pero al escuchar mis palabras salto de alegría y me abrazo, sentía su genuina felicidad, él se sentía aliviado y feliz de que yo hubiera decidido ir al psicólogo, luego de todo nos sentamos en la colina, no debía sorprenderme, pero aun así me sorprendí al ver que él supo tranquilizarme, supo demostrarme que podía hacerlo, podía llegar a ese punto de mi vida en que dijera "sufrí mucho, pero no me di por vencida, pude salir del hoyo de la culpa, pude ser fuerte por la memoria de mis chicas y no defraudarlas"

Ahora venía el problema, ¿Cómo iba a pagar una cita con el psicólogo? Decirle a Daniel que me diera dinero no era una opción, probablemente se reiría de mi o me diría que eso era para los que estaban locos y que yo no lo estaba.

Loco no, pero si adolorida.

Tu si me comprendes.

Íbamos caminando hacia nuestra clase cuando vimos que pasaba la directora con dos alumnos que habían peleado esa mañana, ¿Cómo lo sabía? Simple, tenían la ropa llena de barro y rota, los nudillos de ambos estaban sangrando y uno de ellos traía un ojo casi morado, conclusión, habían peleado y seguro los llevaban a un regaño o una firma en lo llamado observador del alumno, que prácticamente es lo que los directivos de la escuela miran antes de decidir si te aceptan en su instituto o no, cada firma representa un problema que hayas causado en tu anterior colegio, si tenías un número determinado de firmas ya no era la escuela sino la alcaldía del lugar la que se encargaba de ti y te ponía a hacer trabajos para la comunidad como barrer las calles, plantas árboles, etc. Volvemos a la misma pregunta anterior, ¿Cómo sabía todo eso? Simple, Daniel trabajaba en la alcaldía y solía advertirme lo que iba a pasar si me portaba mal en la escuela, él solía llamarlo "contarme sobre su trabajo" pero la realidad es que era una advertencia para que yo no diera problemas, en ese sentido era una gran bendición para él que yo pasara casi desapercibida en la escuela.

Te saliste del tema, Naiely.

Oh cierto.

El punto, íbamos caminado y cuando él vio los dos chicos que iban pasando sus ojos brillaron, eso sucedía cuando una buena idea llegaba a su cabeza, ¿Qué era en este caso? La psicóloga de la escuela, debo decir que me sorprendió mucho su idea, era maravillosa, no tenía que pagar consulta y me ayudaría por un tiempo hasta que tuviera la confianza para hablar con Daniel y poder ir a un psicólogo más experimentado y profesional que la que había en la escuela.

La semana siguiente hablamos con la directora o más bien yo hablé con ella y le pedí una cita semanal con la psicóloga de la escuela, la directora acepto y se llegó el día.

. . .

Había escuchado demasiadas veces que los psicólogos escolares eran de lo peor y si tantas personas lo decían debía ser cierto, por eso y más estaba temblando frente a esa puerta con un irritable color crema, no me gustaba el color crema, podría decir que incluso lo odiaba, ¿Cuál es el chiste del color crema? ¿Amarillo con blanco? ¿Café con blanco? ¿Marrón con blanco? No me importaba de dónde salía solo me preguntaba por qué tenía que ser con blanco ¿Por qué le agregarías algo tan puro y aburrido a algo tan sucio e interesante como lo eran los demás colores? Soy de las que piensan que el blanco está perfecto siendo solo blanco por más aburrido que parezca, no lo dañes juntándolo con más colores.

Concentrarme en el color de la puerta era mejor que notar todo lo que sentía, me cosquilleaban los dedos, parecía que un ligero calambre iba subiendo por mis pies, algo me presionaba el pecho y me ardían los ojos, todas esas sensaciones las conocía muy bien y sabía lo que representaban.

Y en ese momento, frente a esa insufrible puerta color crema todo se sentía más fuerte, más difícil de soportar que nunca. Me di cuenta de que yo no tenía nada que estar haciendo allí, ¿En qué demonios estaba pensando cuando acepte esta estupidez?

Pixie y mi madre eran mi mundo y yo misma las había arrancado de allí y luego todo se silenció, agaché la cabeza porque sabía que significaba, cuando abrí los ojos allí estaba otra vez.

En medio de la noche... Con la nieve cayendo con furia... Los cristales rotos... La sangre mi madre sobre mi cara... Una presión en el pecho que no me deja moverme.

Siento otra vez como todo pasa frente a mí, cada palabra que les dije ese día, cada momento que las miré y pensé que las amaba, que las amo y no lo dije. ¿Por qué escogí ese día para gritarles y desesperarme, pero no para decirles que las amaba? Si lo hubiera hecho quizá ahora no estaría sufriendo, las mate, pero al menos les dije que las amaba, en mi cabeza tenía sentido.

Cuando estaba lista para dar la vuelta y olvidar todo este rollo él estaba frente a mí y entonces me abrazó, pecho con pecho quedaron pegados para que su corazón latiera junto al mío, aquello me dio paz y pude respirar profundo, llenar bien mis pulmones y recordar porque estaba allí, no estaba allí para manchar su memoria, al contrario, estaba allí para recordarlas con cariño y no con dolor.

Con cariño y no con dolor.

Y él se separó y me pregunto si estaba listo, claramente no, pero él pregunto si sería más fácil que entrará conmigo, acepte y fue la única forma de que yo atravesara esa puerta.

Y entramos, si la puerta me parecía insufrible, adentro era un infierno demasiado colorido para mi tranquila vista, una de las paredes se burlaba de mí, era color crema, esa pared parecía pelear con la de al lado por cuál de las dos me enojaba más, si el insufrible color crema o el chillón arcoíris de estrellas y nubes que tenía la otra pared, gracias a todo ser la tercera pared era azul, simple y absoluto azul.

El escritorio era de color negro con destellos dorados (lo único que de verdad me gustaba de esa sala). En el suelo de la pared crema había sillones rosas y dos caballetes con lienzos en blanco y en el lado de la pared arcoíris estaba un sillón blanco, una alfombra pequeña y una pequeña mesa con comestibles sobre la alfombra, el escritorio estaba en el centro y al fondo hay una ventana polarizada que da el patio del colegio.

No hay nadie en el escritorio, ¿Mi psicóloga sería la soledad? Para eso estaba mi casa, gracias.

Mi compañero me recordó que la doctora pidió que la esperáramos un poco.

Nos sentamos frente al escritorio y lo primero que pensé era que esas sillas engañaban, parecían incómodas, pero no lo eran en lo absoluto, él se sentó junto a mí y tomo mi mano con tranquilidad.

"Estaré aquí, ¿sí? Siempre estaré aquí, aunque no esté junto a ti voy a estar acompañándote" Aquellas palabras me removieron por dentro, su presencia era justo lo que yo quería y justo lo que necesitaba, podía pensar que junto a él este mundo era más fácil de llevar, menos pesado.

Encontrar a alguien que te haga olvidar por momentos que este es un mundo de mierda no tiene precio y quería conservarlo todo lo que fuera posible.

REGRESASTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora