Capítulo 9

1 0 0
                                    

NARRA NAIELY WADE

La luz apagada, la puerta cerrada y todo en un denso silencio.

Aquella noche estaba en el baño, otra vez.

Daniel había tenido un mal día en el trabajo y se había desquitado conmigo, hacía mucho que no me cacheteaba, pero lo había hecho tan fuerte que me sangraba la nariz y luego ese grito...

"Ojalá hubieras muerto tú y no Pixie"

Me dolía tanto la cara y el pecho, mi mente daba vueltas, pero a la vez era como si estuviera quieta, cerré los ojos y trate de poner mi mente en blanco, algunas veces eso colaboraba, pero esa noche no lo hizo, solo hacía que me mareara un poco, que sintiera como si estuviera en un barco atrapado en un mar tempestuoso donde nada tenía control, ni razones.

Mis brazos picaban, mi respiración se aceleraba cada vez más, me acurruque en una esquina.

Tenía mucho calor, pero mi cuerpo temblaba tanto que parecía todo lo contrario.

Abrí los ojos... terrible idea.

Mi visión estaba llena de manchas negras y algo parecido pasaba con mi cerebro y luego con el mundo, todo se oscureció, adiós a los colores otra vez.

Cerré los ojos sintiéndome como una cobarde.

Lo que necesitaba estaba tan cerca, estaba allí, estaba a mi alcance para que la tomara y acabara con esto, otras noches había funcionado, esta no sería la excepción.

Sentía la cuchilla en mi bolsillo como si fuera un bloque de cemento en mi bolsillo y pesaba... pesaba mucho.

Quería tanto alargar la mano, parecía necesitarlo.

Sucumbí.

Hundí la cuchilla en mis brazos y en mis muslos tantas veces sin sentir absolutamente nada.

Me desespere tanto, no había dolor físico, pero la mente seguía doliéndome mucho, seguía temblando, seguía con mucho calor y aquella presión en mi pecho no se calmaba.

Esa noche la cuchilla no quiso ayudarme y la rabia me estaba llenando, mi vista estaba demasiado borrosa para notar algo, así que hundí la cuchilla con más fuerza en cada lesión, la hundí tan fuerte que dejo de salir sangre...

Y por primera vez tuve miedo, no de perder mi vida, sino que tuve miedo de hacerle daño y no quería hacerle daño.

Lance la cuchilla al otro lado del baño y llore, grite y me sacudí, me temblaba el mundo entero, grite otra vez.

En ese momento grite tan fuerte que nadie me escucho, porque nadie es capaz de oír esos gritos.

Solo quizás él podría haberme escuchado.

. . .

Al otro día al levantarme no quise salir a correr, no había dormido en la noche y esa fue la primera vez en casi 4 meses que no desayune.

Luego lo vi y me dolió tanto no acercarme y abrazarle, pero me sentía sin energía, no estaba dispuesta a ver cómo le hacía daño, sabía que no mantendría la boca cerrada y se lo contaría.

Llevaba 4 meses tan bien, marchando todo en tranquilidad y en paz y que ahora ¿retrocediera?

Ni yo misma me soportaba en este momento, ese día no fui a ninguna clase, me la pasé vagando por el instituto y cuando sonó el timbre y se llenó la cafetería quise huir de allí, pero Erkan me atrapo.

—Ey, jovencita, ¿A dónde vas?

—No importa.

—¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien? —Encogí los hombros, solo quería irme de allí y él me estaba deteniendo.

—Hay algo de lo que quiero hablar contigo, ¿vienes?

—Quizá otro día. —Me levante, pero el chico me tomo del brazo y me miro.

—Es importante. —Debo admitirlo, Erkan es persistente. —Por favor.

—Ok.

Caminamos unos momentos en completo silencio hasta que llegamos a la cancha, mire a Erkan sin entender que hacíamos aquí.

—Es que quiero entrar al equipo de voleibol, pero no sé cómo es el entrenamiento y quiero que me ayudes con eso, me contaron que solías ser la capitana del equipo, así que conoces el entrenamiento ¿Qué dices?

¿Pero qué...?

Y ahora ¿qué demonios le digo?

—No creo que sea buena idea...

—Por favor, Naiely, de verdad quiero entrar al equipo, pero no tengo ni idea de lo que debo aprender, necesito tu ayuda.

—Es que...

—Por favor— Y... volvió a interrumpirme.

—Te diré mañana— Hui de allí como alma que lleva el diablo.

Corrí tan rápido que llegué a la otra punta en menos de 5 minutos, me quedé dando vueltas mientras mi mente también divagaba en lo que me había dicho Erkan.

Tenía que contárselo. Lo busqué por el lugar y lo encontré saliendo de una clase y solo le dije.

"Tengo que decirte algo, urgentemente"

Él acepto y nos fuimos, como no, a las graderías de la cancha, el lugar donde no hace 10 minutos había recibido una pequeña bomba.

Demoré aproximadamente media hora para contárselo todo, en serio, todo. Él no me juzgo, solo se limitó a escucharme con atención y cuando termine me dijo lo que opinaba, entre muchas de las cosas que dijo hubo una que me llego bastante lejos en el pecho.

"El voleibol es difícil para ti, pero es que no estarías jugando, solo estarías ayudando a Erkan a entrar al equipo"

Sonó el timbre y fuimos por un helado, ya se sentía como costumbre hacer esto con él.

Aquella noche sus palabras se repitieron en mi cabeza como un disco rayado y decidí que ayudaría a Erkan.

Lo hacía por él, pero también por mí. Era mi forma de acercarme a ese mundo de nuevo.

Porque deseaba mucho volver a jugar voleibol.

Y me daba mucho miedo aceptarlo.

REGRESASTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora