Capítulo 8

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El tiempo transcurría distinto en tierra de elfos, se diluía junto al cantar del viento y se perdía en las inmensas copas que cubrían el reino

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El tiempo transcurría distinto en tierra de elfos, se diluía junto al cantar del viento y se perdía en las inmensas copas que cubrían el reino. Sus gentes vivían con sosiego, admirando los días como quien observa el constante goteo del agua, a la espera del día en que sean llamados a las imperecederas tierras del este, tras el gran mar.

La incandescente alma de Anatar, aunque todavía ardiente, había ido moldeándose a base de enseñanzas. Los libros consumían todo su tiempo y ser, y cuando los ojos le punzaban por tanta lectura, sabía que era hora entonces de sus prácticas de tiro junto a Elrohir. No obstante, aquel crudo día de invierno, cercano al fin a la tan esperada primavera, había trastocado su natural horario en Rivendel.

La gigantesca puerta de plata susurró al ser abierta, permitiendo que una brisa fresca desenturbiara la biblioteca.

— Veo que al menos ya habéis cenado, anenaru.

Anatar despegó los ojos del tosco libro, posando una mirada de desconcierto en el agradable elfo ante ella.

— ¿La cena? —cuestionó observando su alrededor, al poco tiempo pudo atisbar la bandeja de mimbre que horas atrás había traído ella misma— Fue mi desayuno. 

Los ojos de Elrohir se abrieron ante el asombro.

— Has perdido el juicio. —Anatar sonrió de lado ante su dramática respuesta— Os traeré la cena esta vez, pero no volváis a abandonarme en el patio de entrenamiento. He estado esperando por dos horas.

El corazón de la pequeña se compungió ante lo último, pues no había sido su intención, únicamente se encontró absorbida por el relato tan detallado y hermoso de Erebor y sus valles. Se puso a pensar de nuevo en el verde de sus praderas, en las rocas grises y escarpadas de la Montaña Solitaria quizás, algún día, podía llegar a visitar tierras tan lejanas. Cuando su mente la regresó a la biblioteca, Elrohir ya había marchado, acostumbrado al ir y venir de la mente de Anatar.

Apartó el tomo a un lado, atrapando ya el siguiente para abrirlo ante sus ojos. Una leve nube de polvo se alzó, mas lejos de causarle disgusto le provocó un temblor en la comisura del labio. 

EL AMANECER DEL SOL ROJO ⎯⎯  ᴀʀᴀɢᴏʀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora