Anatar se encerró largos días en la biblioteca de Rivendel, escudriñando un diario deteriorado por los años y la humedad. Había páginas con palabras imposibles de desentrañar, y de cuando en cuando atisbos de una lengua sureña que jamás había visto. Jeroglíficos e intrincados dibujos que carecían de sentido para ella, nada comprensible a sus ojos. No podía entender que había llevado a su padre a las minas de Moria, y menos aún a alejarse de su propia hija cuando más lo necesitaba. Y, entre páginas de desconcierto y desvaríos, halló un símbolo que sus ojos ya habían encontrado, muchos años atrás, cuando era demasiado infantil como para comprender su gravedad.
Rápidamente recorrió las gigantescas estanterías, plagadas de cientos de pergaminos tan antiguos como los mismos elfos que habitaban la zona. Entonces lo encontró. Una oscura cubierta encerraba lo que tanto había ansiado, una explicación.
Regresó a la mesa con el pulso acelerado, notando como la adrenalina empezaba a recorrer su piel. Tomó aliento, leyendo por segunda vez las palabras de su padre junto a aquel enrevesado dibujo.
"Ellos lo hicieron, me los arrebataron... mi pequeño Eärtor".
Abrió el libro con presteza, buscando entre un sinfín de páginas el mismo símbolo que su mente recordaba. Lo encontró al poco tiempo, como si el destino estuviera siendo benévolo con ella por una vez.
— La llama de Anor. —leyó con el pecho encogido— Su fuego no perece, pues Eru Ilúvatar la colocó en el corazón del mundo, donde morará eternamente, proporcionado equilibro con la oscuridad.
Se mordió el labio, confundida, pues qué relación tenía un fuego ancestral con los culpables de las muertes de su madre y hermano. El símbolo era exactamente el mismo, no era una coincidencia.
— ¿Por qué buscabas la llama de Anor, papá? —musitó acariciando las páginas. Miró de reojo el diario, resolviendo, sin proponérselo, una frase cubierta de moho y barro. Pudo leer en ella fácilmente, mas era totalmente ilegible.
"...todo demonio puede sangrar".
— Todo demonio puede sangrar. —repitió, y su mente trajo un amargo recuerdo junto a su padre. Ambos pronunciando las sagradas palabras de su pueblo—Los montaraces no huimos de lo que nos atormenta. —se sorprendió, rememorándolo como si hubiera sido esa misma mañana— Recordamos ante la adversidad que todo demonio puede sangrar, —el símbolo de la llama de Anor atrajo su atención— y lo que es herido, podrá perecer bajo el yugo de la verdad. Pues es la certidumbre de que todo puede vencerse, excepto la muerte.
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EL AMANECER DEL SOL ROJO ⎯⎯ ᴀʀᴀɢᴏʀɴ
Fanfic𝗮𝗿𝗮𝗴𝗼𝗿𝗻 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 Con su pueblo en declive, los dúnedain se alzan bajo las tierras sureñas, colindantes a la hermosa ciudad élfica de Rivendel. Anatar, humana, dúnedain y montaraz del norte. En su historia se alzan reyes, enemigos...