Capítulo 5

773 89 21
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Fue un destello lo que cruzó la mente de Anatar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Fue un destello lo que cruzó la mente de Anatar. La posibilidad de perder a su amigo la privó de juicio, saltando de los brazos de su padre para aterrizar nuevamente sobre el campo revuelto de la batalla.

El infiero del campamento la recibió mientras dejaba atrás a su familia.

— ¡Anatar! —se escuchó a su espalda.

Tres voces gritaban en la lejanía, pero tan solo una fue tras ella.

"Aragorn...Aragorn, Aragorn..."  No podía abandonarlo, no a él. Si existía la posibilidad de que aún estuviera con vida, ella se aseguraría de retenerlo a su lado. 

Algo golpeó su cuerpo cayendo de espaldas a tierra. Su cabeza impactó duramente y sus ojos negros revolotearon a punto de perder la conciencia. 

Sobre ella, un orco ensangrentado y colosal la inmovilizaba. Su saliva negra goteaba sobre su rostro, mientras alzaba ambas manos sosteniendo una maza plagada de pinchos.

No fue consciente de cuan en peligro estaba, hasta que sintió la brisa causada por el movimiento de aquel arma. Anatar alzó su pequeño cuerpo esquivando de forma milagrosa el impacto. Las púas se incrustaron en la árida tierra y el forcejeo del orco fue suficiente para permitirle a Anatar dar un último movimiento.

La repulsiva bestia cayó sobre ella y todo su peso aplastó a la pelirroja.

—¡NOOO! —el alarido de Alaran fue increíblemente sonoro, y el dolor podía palparse tras su grito. Desgarrada su alma, el hombre se arrodilló frente a ambos cuerpos. Con toda su rabia alejó el peso muerto que era la bestia para contemplar a su hija. A Anatar la bañaba tanta sangre ahora, que apenas era visible ya su piel de porcelana— Anatar, hija... —un gruñido animal surgió de él y las lágrimas empañaron su visión— ¡Despierta! —zarandeó su cuerpo con tal ímpetu que Anatar se sobresaltó, abriendo sus ojos de par en par.

— E-estoy bien, padre, estoy viva. 

Alaran observó con confusión a su hija y tras no encontrar explicación por la muerte del orco, miró a la bestia que yacía a pocos metros de ambos. ¿Quién la había asesinado?

EL AMANECER DEL SOL ROJO ⎯⎯  ᴀʀᴀɢᴏʀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora