Parte I: Capítulo 1

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En la Tierra Media, en un pequeño campamento de Dúnedain, y muy probablemente el último, corretean unos risueños niños rompiendo con el melancólico silencio

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En la Tierra Media, en un pequeño campamento de Dúnedain, y muy probablemente el último, corretean unos risueños niños rompiendo con el melancólico silencio. Los árboles se alzan altos rodeando su hogar, resguardándolos del hostil exterior que siempre ha amenazado a su raza.

— ¿Eso es todo lo que puedes correr, Eärtor? —se mofó una pequeña de mejillas sonrosadas. 

Su burla descarada incitó al nombrado a trotar a mayor velocidad. Pero la niña no se quedó atrás, y con sus cortas piernas, fue capaz de poner una larga distancia entre ambos. Su cabello retorcido en grandes bucles y cobrizo semejante a la luz de un intenso amanecer, se zarandeó agitándose a su espalda.

— Anatar ¡detente! —rogó entre jadeos el chico que ya no lograba dibujarse en la lejanía.

— ¡¿Es qué acaso eres una tortuga?! —chilló colocando sus manos a cada lado de la boca para que el chico alcanzara a oírla de tan lejos. No hubo respuesta, por lo que la pelirroja decidió sentarse en el verde pasto a la espera de su hermano.

El niño, dos años mayor que ella, caminó con calma hasta llegar al fin a su lado. Con la respiración acelerada y completamente exhausto, se dejó caer en la húmeda hierba sin cuidado alguno. Bocabajo su rostro no era visible, pero si su cabellera cobriza mucho más oscura que la de su hermana, sin embargo, el sol golpeaba tan fuerte aquel día que ambos niños reflejaban un intenso rojo.

— A madre no le gustará que hayas salido del campamento. —con la cara pegada al suelo, su voz se amortiguaba contra la tierra mas aún era entendible.

— Hayamos. —le corrigió divertida ella. 

Eärtor asomó ligeramente su cabeza para dirigirle una mirada de completo odio.

— Tu me has obligado. —rebatió, pero ella seguía manteniendo una sonrisa en su rostro salpicado por unas ligeras pecas— ¡He tenido que perseguirte por toda la pradera! —contraatacó de nuevo, sin éxito alguno pues su hermana seguía mirándolo con superioridad— Te odio. —gimoteó cansado.

— Mentira. —Anatar sacó su lengua y acto seguido extendió su mano para alzarse del suelo junto a él. Su hermano aceptó el gesto y ambos se levantaron al unísono siendo uno el apoyo del otro para erguirse.

EL AMANECER DEL SOL ROJO ⎯⎯  ᴀʀᴀɢᴏʀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora