Capítulo 10

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Anatar cruzó Rohan y Gondor, más allá de Belfalas encontró la terminación del gran río Anduin y, los meses, se sumaron a sus viajes, como pesadas rocas a la espalda

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Anatar cruzó Rohan y Gondor, más allá de Belfalas encontró la terminación del gran río Anduin y, los meses, se sumaron a sus viajes, como pesadas rocas a la espalda.

En el sur no halló más que lagunas de arena fina y, sin traspasar la tierra del Harad, supo que cruzar tal límite era lanzar una moneda con su destino escrito. Retomó el caudal de río Anduin tras su infructífero año de búsqueda, anhelando encontrar en su camino la más mínima pista de su padre. No obstante, era una vasta tierra y él tan solo un hombre y, desgraciadamente, ella tampoco poseía la suficiente longevidad como para ir proclamando por cada aldea el nombre de su progenitor, en una plegaria que rebosaba tristeza. 

La derrota de su misión le impedía regresar a Rivendel, donde parte de su mente viajaba en contra de sus deseos, mas era imposible luchar contra lo único bello que restaba en la vida de Anatar. Aragorn.

Fue, cuando su cuerpo desesperanzado dejó por un instante la misión, que esta se cernió sobre ella, gritándole que no cesara en su empeño, no aún.

Su negra mirada recorrió la taberna tras hallar, entre el griterío, una conversación de interés.

— Os lo juro, han pasado algunos inviernos, pero todavía lo recuerdo. —proclamaba un hombre, de aspecto desgarbado y austero— Decía ser un montaraz, pero no portaba ningún distintivo. —Anatar se aferró a la estrella plateada en su pecho, oculta bajo gruesas capas de pieles.

El enano con el cual conversaba el hombre, se limpió las barbas tras fundir de un trago la cerveza.

— Por Aulë, ¿qué interés tendría un montaraz como ese en Khazad-dûm? 

Ante la mención, Anatar rebuscó el diario en su alforja y, recorriendo el mapa con ojos nerviosos, halló anotaciones antiguas de Gandalf. Nada bueno debía hallarse en aquellas tierras e, incluso con ello, el mago había visto un difuso rastro de su padre en las Montañas Nubladas, muchos años atrás. Era imposible que tras tanto tiempo siguiera allí, si es que alguna vez había pisado aquellas tierras, no obstante era lo único que restaba. Los finos hilos que en su camino había encontrado, se quebraban con facilidad, eran sombras de un rastro y gran parte de ellos ni siquiera eran de su padre, sino de hombres que erraban con futuro incierto.

EL AMANECER DEL SOL ROJO ⎯⎯  ᴀʀᴀɢᴏʀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora