Capítulo 1

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Me encuentro caminando sola por las calles de la ciudad, he pasado todo el día buscando trabajo sin ningún éxito. Decepcionada de mi misma y hasta de la vida, decido sentarme en la banca de un solitario parque.

— Joder — exhalo mientras recuesto mi espalda al espaldar de la banca.

Miro la hora en mi reloj de mano y este marca las 5:40 pm.

— Creo que descansaré aquí un rato — suspiro.

Saco mi teléfono para entretenerme mientras tanto pero un sonido extraño llama mi atención, escucho sollozos cerca de mí por lo cual miro a mi alrededor y me encuentro con la figura de una chica unos metros frente a mí. No veo a nadie más en este parque además de nosotras por lo que supongo que tal vez este perdida y frustrada por ello, así que me acerco a ella.

— Hola — saludo y la cara de una niña no mayor a los 14 años me recibe. Ella se asusta e intenta apartarse. — Tranquila, no te haré nada — le sonrió amable y ella se calma un poco.

— Hola — solloza.

— Dime ¿Cómo te llamas? — cuestiono.

— Italia — susurra. — Un nombre raro, lo sé — hace el intento de sonreír pero no lo logra.

— A mí me parece un nombre lindo — le sonrió y extiendo mi mano hacia ella. — Un gusto Italia, mi nombre es Grecia — me presento.

— Un gusto — dice un poco más calmada mientras estrecha mi mano.

— Quieres decirme ¿por qué lloras? — indago mientras me siento a su lado.

— Es que se supone que vendría al parque con mis hermanos, pero ellos estaban ocupados así que vine con mi tutora — dice.

Yo busco con la mirada cualquier cosa que me dé indicios de que la niña vino con alguien, pero no veo nada que me de esas señales.

— ¿Y dónde está tu tutora? — pregunto.

Ella empieza a llorar nuevamente.

— No lo sé — dice entre llantos — Ella me dijo que esperara aquí y aún no ha vuelto, yo no sé cómo volver a casa sola y no me sé el número de mis hermanos — llora con más fuerza.

Yo la abrazo e intento calmarla para que pare de llorar.

— ¿Sabes quién es tu tutora? — pregunto cuando logra calmarse.

— No lo sé — solloza. — Ella es nueva, anteriormente he tenido muchas tutoras, pero ellas solo aceptan el trabajo para acercarse a mis hermanos. Por lo que creo que esa chica me abandono aquí a propósito — espeta.

Vaya, y yo que creí que esos dramas solo se veían en las películas.

— ¿Te sabes la dirección de tu casa? — indago.

— Sí — musita.

— Bien. Hagamos algo — digo y ella me mira atenta. — Vayamos a mi departamento, comes un poco, pasas la noche allá y mañana te ayudo a buscar tu casa ¿Te parece? — digo.

Ella me mira poco convencida pero el gruñido de su estómago pidiendo por comida la hace aceptar.

— Está bien — musita.

Yo me levanto de la banca y le extiendo la mano, ella la acepta y ambas nos dirigimos a mi departamento el cual queda a una sola cuadra de aquí.

— Por cierto, Italia ¿Qué edad tienes? — pregunto luego de un rato de estar caminando, para romper el silencio.

— 14 y ¿tú? — cuestiona.

— 18 — digo. — ¿Y para que necesitas tutora? — pregunto mientras entramos al edificio donde se encuentra mi departamento.

— Esa fue la condición que puso mi madre al aceptar que viviera con mis hermanos — explica.

— ¿Tú madre? — indago al darme cuenta que dijo "mí" en ves de "nuestra".

— Sí, verás, Demián y Zach son hermanos, hijos de otra madre, mi padre tuvo un matrimonio antes de mi hermano, Deniel, y yo. Pero su primera esposa murió dejándolo con dos niños, cuando conoció a mi madre su hijo mayor, Demián, tenía 8, Zach tenía 4 y Deniel tenía 4 también, yo aún no había nacido. Ellos se enamoraron, se casaron y años después llegue yo — finaliza.

— Ya veo — musito.

Luego de un rato de caminar por los pasillos del edificio, al fin llegamos a mi departamento.

— Llegamos — digo mientras abro la puerta. — pasa — espetó.

— Que linda vista — dice mientras camina hacia la ventana.

— Gracias — musitó mientras cierro la puerta tras de mí. — Bien, y ¿que te gustaría cenar? — indago.

— Lo que sea está bien — dice sin apartar la vista de la ventana.

— ¿Quieres que hagamos pastas juntas? — digo y ella me mira.

— ¿Me enseñarás? — indaga.

— Claro, ven — espeto mientras entro a la cocina.

— ¿Que debo hacer? — pregunta.

— Primero, lávate las manos — le señaló el lavamanos.

— Listo — musita.

Yo le digo los utensilios que debe tomar, los ingredientes que necesitaremos y le explicó cómo hacer las pastas paso a paso. Luego de un rato terminamos de preparar todo y nos disponemos a cenar.

— Están ricas — dice la pelirroja luego de probar las pastas.

— Claro, hiciste un buen trabajo — digo.

— Hicimos — corrige y yo sonrío.

La cena se fue rápida entre charlas y risas de nuestra parte, luego de terminar de comer lavamos lo que ensuciamos juntas e hice que Italia, después de mi, se diera una ducha.

— Y ¿que me voy a poner? — cuestiona.

— Espera — digo rebuscando entre mis cosas.

Por suerte entre ellas encuentro un short el cual ya no me queda, un top pequeño y una camisa gris.

— Ten — le tiendo las cosas. — Esto junto con el interior que te compré deben quedarte bien — digo.

— Gracias — sonríe y se va al baño a probarse las cosas. — Si me quedan — dice mientras sale.

— Genial, si quieres puedes dormir así o si no te presto uno de mis suéters — digo.

— Tranquila, puedo dormir así. No tienes porque hacer todo esto por mí — dice.

— La diferencia entre tener y querer, es que una se hace por obligación y la otra por educación y amabilidad. Así que no es que yo Tenga que hacerlo, si no que simplemente Quiero hacerlo — la miro. — ¿Entiendes? — indago.

Ella asiente. — Muchas gracias — sonríe.

— Por nada — musito. — Ahora, quítate eso y ponte este suéter — digo mientras le pasó un suéter color azul oscuro.

— ¿Por que tienes tantos suéters de chico? — pregunta mientras ve mi armario.

— Digamos que tengo una muy rara y obsesiva fascinación por los suéters de hombre — digo mientras cierro el armario.

— Ah, entiendo — musita.

— Bien, hora de dormir — digo mientras acomodo la cama.

Ella asiente y ambas nos acomodamos de una manera en que durmamos bien, luego apago las luces y nos dormimos.

GRECIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora