Capítulo 20

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Me despierto a causa del dolor en todo mi cuerpo, además de un peso incómodo que siento en mis piernas, intento abrir mis ojos pero una fuerte luz me obliga a cerrarlos nuevamente, trato de concentrarme en los ruidos a mi alrededor para ver si doy con indicios que me den una pista de donde estoy pero no escucho nada. Abro mis ojos de manera lenta para que estos se vayan acostumbrando poco a poco a la luz.

Cuando por fin puedo ver con más claridad todo a mi alrededor, noto que el peso incómodo en mis piernas se debe a que dos pelirrojos están acostados sobre éstas, Deniel esta abrazado a mí del lado izquierdo e Italia esta abrazada a mí del lado derecho, miro a otro lado y veo a Zach dormido en un sofá al fondo de la habitación, Atena se encuentra dormida sobre el hombro de Roma mientras está mira preocupada su teléfono una y otra vez, Demián se encuentra en la puerta de la habitación hablando con lo que parece un doctor, y es ahí cuando caigo en cuenta que estoy en un hospital.

Siento como uno de los chicos se mueve en mis piernas y dirijo mi mirada allí, Italia está mirándome, noto como sus ojos están hinchados y como trata de decirme algo pero no logro escucharla, ella al notarlo despierta a Deniel y al resto de los chicos, ellos me ven sorprendidos y se acercan rápidamente a mí mientras intentan hablarme, pero, sigo sin poder escucharlos.

— No los puedo escuchar — digo nerviosa. — ¿Por qué no los puedo escuchar? — cuestiono preocupada.

Los chicos siguen intentando hablarme, quieren decirme algo pero no entiendo, Zach me hace señas para que me calme mientras veo como Demián llama a alguien, estoy nerviosa, asustada y aún me duele todo, no sé que hacer. Rato después veo entrar al señor Gabriel seguido de varios doctores los cuales supongo que ya están informados de la situación debido a que se dirigieron a mi de manera apresurada.

— ¿Que pasa? ¿Que hacen? — cuestiono asustada mientras me revisan y veo que uno de ellos me inyecta algo.

Supongo es sedante ya que me estoy quedando dormida nuevamente.

(•••)

— Grecia — me llaman. — Grecia ¿puedes oírme? — dicen.

Abro los ojos lentamente, por tercera vez en este rato, veo a un señor mayor de edad (para no decirle viejo) el cual revisa mis oídos.

— ¿Me escuchas? — cuestiona el hombre mientras me ve atento.

Yo asiento mientras miro a todos lados en busca de los chicos, así hasta que los veo fuera de la habitación, ellos me ven preocupados así que les sonrío como puedo para intentar calmarlos algo que supongo funciona ya que relajan un poco su expresión.

— Bien, al parecer todo volvió a la normalidad — dice el doctor. — Solo fue una falsa alarma — sonríe. — Ya pueden pasar — dice mientras se dirige a los chicos.

— Gracias — dice Demián mientras él y el resto de los chicos se acercan rápidamente a mí y me abrazan.

— Auch — me quejo cuando aprietan más el abrazo y lastiman mis heridas.

— Lo sentimos — solloza Italia mientras todos se separan de mí.

— Yo lo siento, no quise arruinar tu fiesta sorpresa — musito.

— ¿Bromeas? El mejor regalo fue saber que éramos hermanas, aunque hubiera preferido enterarme de otra manera — sonríe.

— Yo también quiero disculparme — habla Deniel.

— ¿Por qué? — cuestiono confundida.

— Por no saber de ti antes — solloza.

¿Escucharon eso? Eso fue mi corazón rompiéndose gente...

— Ven acá maldito idiota — le digo mientras lo abrazo. — No es tu culpa, no pediste que creciera así — musito mientras me separo de él.

— Por favor no vuelvas a asustarnos así — dice Atena.

— ¿Cómo me encontraron? — cuestiono.

— Jarvis — dice Roma. — Creaste un buen sistema de rastreo, muy eficaz a mi parecer — sonríe.

— Pero mi teléfono, lo tenían ellos, estaba apagado — musito.

— Pero tu reloj no — dice Zach. — Roma uso su número de serie para rastrearlo y así dimos contigo — explica.

Es cierto, el reloj me lo dio ella...

— ¿Cómo te sientes? — pregunta Demián.

— Siento como si me hubieran electrocutado con un Taser durante todo un día — sonrío.

— Ja, ja — espeta el castaño mientras rueda los ojos. — Por lo menos tu humor sigue intacto — musita.

— Eso y mi hermoso rostro de chica perfecta — muevo las cejas de arriba a abajo y luego le guiño un ojo.

Los chicos solo ríen ante mis estupideces y eso me hace sentir tranquila, feliz para ser exacta, me sorprende la manera en la que pasé de ser solo una chica de las calles a ser: la hermana, amiga y lugar seguro de personas tan grandiosas como lo son estos chicos.

— Veo que nuestra chica ya está mejor — dice el señor Gabriel mientras se acerca a nosotros.

— Un poco, sí — musito.

— Pues esto te hará sentir mejor o eso espero — dice mientras me entrega una pequeña caja negra.

Yo la abro curiosa por su contenido y me sorprendo al ver lo que es.

— ¿Una medalla? — cuestiono mientras observo el pequeño objeto.

No se describir bien el como es, pero tiene forma de estrella y por encima de ella dice "Valor", yo la observo detenidamente y caigo en cuenta que es una medalla de guerra. Al fondo de la caja hay una pequeña nota, la tomo y al leerla mis ojos se llenan de lagrimas.

—Para el soldado que arriesgo su propia vida por sobre la del resto del país, un país ajeno al suyo, esperamos que esta medalla sirva de consuelo a su familia por su valeroso sacrificio en la zona de batalla.
Medalla de honor al héroe de guerra otorgada por el presidente de los Estados Unidos al soldado Adam Jacobs...

— Tu padre fue uno de los pocos que respondió al llamado de auxilio de nuestro país en tiempos de guerra, lucho y dio su vida no sólo por el bien de su país si no que también lucho por el nuestro cuando no era su deber hacerlo y lo hizo solo porque quería que cuando nacieras tuvieras la oportunidad de crecer en un país fuera de violencia y lleno de nuevas oportunidades que pudieras aprovechar — dice el señor Gabriel. Yo solo lloraba, no sabía que otra cosa hacer, solo lloraba sin poder parar. — Tu padre fue un héroe, Grecia y debes sentirte orgullosa de eso — musita.

— Papá — jadeo entre llantos mientras aprieto la pequeña medalla contra mi pecho.

— ¿Cómo la conseguiste? — cuestiona Deniel.

— Moví algunas piezas en mi lista de contactos — musita. — Creí que debías tenerla — sonríe

— Gracias — sollozo mientras le miro.

— No es nada, pequeña — sonríe.

GRECIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora