¿Será él el indicado?

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"¿Será él el indicado?", le pregunte una madrugada a la máquina.
Ella, sin originalidad ninguna, seleccionó la frase
"Los días nos enseñan que la fealdad no existe."
para responder a mi retorcida pregunta.

Vivir el instante no era opción,
debía saber;
quería saber;
tenía que saber.

"¿Será él el indicado?", repetí entonces, esperando otra respuesta.
No sabía que buscaba, quizás algo mas complejo,
algo que se relacione conmigo, con él, con nosotros, en un futuro,
tal vez se trataba de una bobada. 

Saber es poder,
yo quería poder,
sobre mi, lo que sentía,
y sobre él.

¿Como se supone que tendría que saber que querría?
Interpretar sentimientos no era una manía mía
(tampoco los ajenos), por lo que solo asumiría,
que tal vez estaba viviendo tan solo una fantasía.

En la ausencia de saber,
quizás era nada,
quizás era todo
pero quería ver para creer.

Respondió muy satisfecha:
"La ternura que nos infunde su presencia es demasiado grande
para que nos preocupe la contestación a esas preguntas."
Y complacida quedé, pues si pensaba que no se asemejaba a lo que quería oír, lo fue.

Acallo mis pensamientos,
tan solo unos segundos,
porque dudé:
¿seré lo que yo para él?

Una tercera vez volví a preguntar, solo para asegurar.
Quería una respuesta a ese pensamiento inquieto que me daba vueltas a la cabeza.
"A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó.
A mí me encanta la transmigración."

Lo que me gustaría es transmigrar a tu cuerpo,
responder mis dudas desde dentro,
no tener mas que un encuentro,
donde tener respuestas no sea algo que destirpo
(de tus sesos)

¿Me faltaban comas?
¿Cantar mis sentimientos sin más?
¿Tildes?
¿Demostrar sin rodeos mis intenciones?

No lo se, ni creo saberlo;
tampoco sé si quiero hacerlo.
Debería calmar mis ansias,
no se nada, quizás es una... ¿debería?

Ad sanandumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora