ROBOT.

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No entiendo cuando la noche dejó de ser mi lugar seguro.
Dejé de descansar, viendo monstruos hasta debajo de mi cama, problemas que me atormentan sin cesar y me obligan a guardarlos bajo llave para no molestar.
Situaciones que "podrían ser" me acechan; esperan su turno.
Nuevos pensamientos retorcidos llegan y, con ellos, una nueva crisis en la que me voy a enroscar hasta no parar.
Llenando el tanque de ansiedad que se quiere librar. Ayuda, no encuentro la llave y temo que vaya a explotar.
Un primer día acá no quiero molestar, quiero que puedan descansar sin tener que pensar en que podría pasar en otro lugar.
Pero mientras tanto lloro y me siento mal: quiero hablar, quiero gritar...
No funciona el habla, se traba el mecanismo, tiembla y arranca, pero no puede frenar.
Pero ya es algo común (¿no?) en el robot que la sociedad quiso crear.

Ad sanandumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora