𝑻𝒆𝒓𝒄𝒆𝒓 𝒄𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐

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Tercer capítulo



—Lex, despierta. Ya hemos llegado. — La voz de Nora me sacó de aquel sueño perfecto que estaba teniendo, del cual ya ni siquiera me acordaba.

Intenté abrir los ojos, y, aunque me costó, conseguí abrirlos.

Al hacerlo, vi a Nora sujetando la puerta del coche, con la misma cara de entusiasmo que tenía a los diez años cuando le regalaron sus primeros patines de línea.

Lentamente, saqué las piernas del coche y puse mis pies en el suelo para salir.

Cuando lo hice, vi enfrente de mí una enorme casa gris y blanca, con el jardín más verde que había visto nunca.

A mis pies, se extendía un precioso camino de piedra con rosas a ambos lados, que llegaba hasta la puerta de entrada, donde Nora ya estaba esperándonos.

—Es bonita, ¿a qué sí?— Selene me miraba con una sonrisa impecable. —A mí se me quedó la misma cara la primera vez que vine aquí. John y Caín no valoran tanto las cosas bonitas.

—¿Caín?—Sabía que John era el primo de Nora, que vivía allí, que íbamos a compartir la casa con él y, seguramente, con Selene, pero nadie me había dicho nada de ningún Caín.

—Es el hermanastro de John, también vive aquí, aunque no pasa mucho por casa. Por eso preferían que vinierais vosotras a cuidar de ella; digamos que Caín no es muy... responsable.— Selene comenzó a caminar hacia la puerta, y yo la seguí.

Vale. Caín era el hermanastro de John, y teníamos que compartir casa también con él. Habíamos pasado de estar Nora y yo solas, a estar con tres personas más, de las cuales solo conocía a una desde hacía dos horas, y otra acababa de enterarme de su existencia hacía apenas unos segundos.

Tragué saliva, intentando asimilar el hecho de tener que compartir espacio con tres desconocidos, y no solo con uno.

Por suerte, Selene parecía maja, y había dicho que Caín no pasaba mucho por casa, y sabía que John trabajaba desde las diez de la mañana hasta las ocho de la tarde; así que no iba a cruzarme mucho con ninguno de los dos.

Aunque no me preocupaba el hecho de cruzarme con ellos en sí, me agobiaba pensar en mantener una conversación con cualquiera de los dos. Con cualquier persona, en realidad.

Cuando llegamos a la puerta, Selene sacó las llaves de su bolso y las introdujo en la cerradura de aquella puerta de madera perfecta.

Al abrir, me dejaron entrar a mí primera.

No puedo imaginar la cara de estupefacción que puse al ver el interior de esa casa.

Desde el momento en que crucé la puerta, supe que a partir de ahora mi vida luciría de una forma totalmente distinta.

Había enormes ventanales por toda la casa; que dejaban entrar la dorada luz el atardecer, pintando sombras suaves en los suelos de mármol claro. La casa de los tíos de mi mejor amiga no era solo grande; era impresionante, como sacada de una revista de diseño de millonarios.

Me quedé en la entrada, tratando de asimilar todo lo que estaban viendo mis ojos.

Justo enfrente de mí, se extendía hacia arriba una escalera de caracol con barandilla de metal y pasamanos de madera clara.

Me entraron unas ganas tremendas de subir arriba. Pero antes de subir, decidí explorar la planta baja.

A mi izquierda, estaba la cocina: grande, luminosa y decorada tan increíblemente perfecta cómo el resto de la casa. Los muebles de madera pintados en un tono crema, y los tiradores dorados de los cajones y los armarios brillaban bajo la luz de unas lámparas colgantes de cristal.

𝐀𝐍𝐓𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐎𝐂𝐄𝐑𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora