Veintiseisavo capítulo
Cuando entramos al portal del edificio, me di cuenta de que realmente sí que era el barrio más pijo en el que había estado en mi vida, y, obviamente, el más caro.
Las paredes eran de mármol beige, y estaban cubiertas por grandes espejos. Había cuatro ascensores puestos en fila, justo delante de las escaleras que subían.
Habían varias macetas con preciosas flores de color púrpura, que le daban un toque más sofisticado y elegante todavía.
Después de subir bastante en el ascensor de aquel edificio, llegamos al rellano del noveno piso, dónde había cuatro puertas de una madera que parecía ser bastante cara y resistente.
-Esto es demasiado, Caín.- Le dije cuando los dos habíamos salido del ascensor. Él puso los ojos en blanco.
-Sería demasiado si me lo hubieras pedido. Ha salido de mí. No puedes negarte. Ni quejarte.- Respondió, y, acto seguido, tiró de mí agarrándome con suavidad por la muñeca, hasta una de las cuatro puertas.
Había un rótulo en el que ponía "9ºA", colocado en la esquina superior, en el lado derecho de la puerta.
Sin darme tiempo a darme media vuelta y meterme de nuevo en el ascensor, Caín picó al timbre.
La puerta se abrió, y, tras ella, apareció una mujer menuda y rechoncha, con una sonrisa de oreja a oreja. Era de piel blanca como la nieve, y su pelo era corto y de un color castaño oscuro.
-Vosotros debéis de ser Lexa y Caín. Yo soy Tabitha, seré vuestra casera. Encantada de conoceros. - Dijo la mujer, mientras extendía su mano hacia nosotros. Caín le dio un suave apretón mientras le sonreía amigablemente, y, acto seguido, yo hice lo mismo. -Pasar, pasar. Estáis en vuestra casa.- Finalizó Tabitha, mientras se hacía a un lado de la puerta para dejarnos entrar.
Caín y yo caminamos hacia dentro.
El apartamento era pequeño, pero estaba cuidadosamente diseñado en tonos grises y blancos, que lo hacían parecer mucho más amplio.
Todo tenía un aire moderno y elegante, pero, a la vez resultaba ser realmente acogedor, como si estuviera esperando a que alguien lo hiciera suyo.
El suelo era de mármol, y estaba pulido en tonos grises claros. El suelo era tan brillante, que reflejaba con auténtica claridad la luz que entraba por los enormes ventanales que habitaban las paredes principales del salón. Las paredes eran completamente blancas, y creaban una sensación de amplitud.
El salón estaba organizado de manera impecable, con un sofá gris de terciopelo, acompañado de una mesa de centro blanca.
En una esquina, había una lámpara moderna, de metal tapizado de un color blanco mate, con una bombilla que evadía una luz tenue, creando así un ambiente de calidez que hacía que el lugar fuera perfecto.
El apartamento estaba lleno de detalles.
En una esquina, había una planta con hojas verdes que aportaban vida al lugar, y unos cuadros en tonos grises que decoraban las paredes.
Los muebles eran blancos, y las alfombras de pelo que se esparcían por la casa eran, algunas grises, y otras negras. Todo lo que había dentro de aquel apartamento parecía ser más caro que todo lo que había tenido yo a lo largo de mi vida. Y eso daba miedo.
-Venid, os enseñaré la cocina.- La voz de Tabitha me sacó de mis pensamientos. Tanto Caín como yo nos habíamos quedado estupefactos con lo bonito que era el salón.
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𝐀𝐍𝐓𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐎𝐂𝐄𝐑𝐓𝐄
Teen Fiction𝐔𝐧𝐚 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐫𝐝𝐚𝐫á 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐩𝐚𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐫, 𝐢𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨, 𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐦á𝐬 𝐫𝐨𝐭𝐚𝐬. Lexa Price, con tan solo 20 años, escapa de una relación de...