Prólogo

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"Si en realidad fuese un monstruo ante los ojos de los demás, ¿seguiría siendo un héroe ante los tuyos?"

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Pete se levantó abruptamente de su lugar, sintiéndose incapaz de escuchar una palabra más y con la sangre hirviéndole a tope.

—Saengtham... —La voz del teniente Korn era sombríamente tranquila, a sabiendas de que no podía darse el lujo de perder los estribos frente a uno de sus mejores detectives—. Estamos hablando de la posibilidad de un imitador, ¿sabes lo que eso significa?

Mierda.

¿Cómo se atrevía a preguntarle eso?

Por supuesto que lo sabía. Pete lo sabía mejor que nadie.

Y, aún así...

—Me está pidiendo algo sumamente egoísta, teniente —dijo después de un silencio incómodamente largo.

Korn asintió lentamente, pensativo.

—Egoísta —no tuvo otra opción más que admitirlo—. Pero es tu trabajo, y creí haberlo dejado claro cuando acepté tu cambio al Departamento de Homicidios. No permito que mis detectives perjudiquen su trabajo por cuestiones personales.

La lógica de Korn se sintió como un golpe directo en el estómago que lo obligó a tomar aire.

—¿Y por qué yo? —No pudo evitar preguntar, escuchándose más frustrado de lo que pretendía mientras caminaba de un lugar a otro alrededor de la oficina, intentando escapar de sus propios pensamientos—. El Dtve. Kinn podría...—

—No piensa hablar con nadie que no seas tú, Saengtham —lo cortó al instante, dejando que la impaciencia reflejada en sus ojos se colara en su voz—. Y la razón es bastante evidente, ¿no lo crees?

Pete no pudo reprimir la risita burda que escapó desde lo más profundo de su garganta.

—¿Desde cuándo el FBI necesita la cooperación de un maldito asesino serial tras las rejas? —Cuestionó con amargura y pasándose una mano sobre el cabello—. Me parece...—

—No me importa si te parece ético o no ético, Saengtham —Korn se levantó finalmente de su escritorio, manteniendo una distancia pertinente del sureño mientras sacaba una cajetilla de cigarros y un encendedor del interior de su chaqueta. Se acercó a la ventana de su oficina y procedió a abrirla poco antes de encender el tabacco entre sus labios, dejando que el estruendoso ruido urbano que se propagaba por las calles nocturnas de Nueva York llenara momentáneamente aquellas cuatro paredes—. Lo único importante es detener a ese lunático que esta allá afuera —señaló con un dedo en alto al exterior—. Asesinando a personas inocentes de la misma manera que Vegas Theerapanyakul lo hizo hace diez años, y si mi equipo necesita la ayuda de ese maldito para atrapar a un posible imitador suyo, obligaré a todos y cada uno de ellos a tomarla; incluyéndote.

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Pete Saengtham se unió al FBI cuando tenía solo veintitrés años.

Y a pesar de la fuerte discriminación que se tenía contra aquellos diagnosticados como Omegas Recesivos, su nombre se volvió bien conocido por su profesionalismo y dureza al momento de trabajar, dejando una fuerte reputación detrás suyo con el paso del tiempo.

Sin embargo, su talento para atrapar malhechores no era lo único de lo que se hablaba entre los pasillos del edificio de las fuerzas federales.

Sobre sus hombros cargaba el peso de un pasado turbio y, ciertamente, muy desgarrador.

El Encanto de la Bestia [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora