Las feromonas de Pete eran dulces y acogedoras, como si les estuviesen dando la bienvenida a Vegas después de un pesado día de trabajo.
El Alfa se colocó por encima del Omega con extremo cuidado, apoyándose con ambas manos sobre los bordes del almohadón donde reposaba la cabeza de Pete y sus largas piernas rodeándolo. De cierta manera, parecía que...
—No pienso escapar —dijo Pete con cierta burla, sujetando un par de cabellos del Alfa detrás de su oreja. El tacto fue mínimo y, a la vez, suficiente para robarle un ligero suspiro—. Aunque quisiera —señaló a la brevedad—. No podría.
Aquello alertó a Vegas.
—Si cambia de parecer, Dtve... —se detuvo un momento, mordiéndose el interior de su mejilla y una expresión complicada pesándole el semblante. El deseo y la razón enfrentándose a través del reflejo de sus ojos que llegaron a ser todo pupila—. Debe decírmelo, de otra manera...—
—... ¿No piensas detenerte? —Adivinó conforme su mano paseaba por el cuello de Vegas, como si fuese incapaz de romper el contacto con su piel y separarse de la sensación de su calor corporal quemándole la yema de los dedos.
El Alfa no respondió de inmediato; en cambio, se atrevió –finalmente– a responder el tacto de Pete como quería hacerlo: desesperado y anhelante y, durante un puñado de horribles segundos, Vegas creyó que lo había incomodado o, peor aún, lastimado sin haberse dado cuenta; sin embargo, la herida seguía intacta y Pete se veía atrapado en una extraña combinación de alivio y lujuria al sentirse tan... deseado. Tan... necesitado.
—Lo más probable es que se arrepienta de esto, Dtve —declaró el Alfa, aferrándose a su lado todavía más consciente.
Pete dio un pequeño respingo y, tristemente, no pudo negar –del todo– las palabras de Vegas.
—Suficientes motivos le he dado para que se arrepienta de haberme conocido, Dtve —una pequeña sonrisa triste nació en los labios del Alfa, su mano deslizándose sobre la piel pálida y expuesta de las piernas del Omega, dejando un patrón de hormigueo cálido—. No quisiera darle más.
Una vez más... tenía razón.
Pete se arrepentiría de todo lo que sucedería esa noche. Pero no esa noche.
No en ese momento.
No cuando Vegas no dejaba de mirarlo con esa seriedad tan noble y sensible, dándole un significado tan sincero a cada una de sus palabras y acciones; a cada movimiento. A cada caricia. A cada beso. A cada todo.
No cuando ahora era él quien lo tocaba. Quien lo buscaba.
—... No creo que haga mucha diferencia —se escuchó a sí mismo decir, necesitándolo de una manera que ni siquiera sabía cómo soportarlo—. Y si llega a hacerlo —una pausa, temerosa y suplicante—. Deja que me arrepienta en la mañana después de que te vayas, por favor.
Vegas se inclinó sobre Pete, siendo todo calor y fuerza con un gentil desliz en sus labios. Fue un beso que logró callar el estruendoso caos en sus mentes, dejándolos con el vergonzoso sonido de sus respiraciones entrecortadas y jadeos crecientes entre ellos. Las manos de Pete subiendo por los brazos y hombros del Alfa, despertando sensaciones parecidas a las olas en un estadio deportivo.
El olor a hierbas se combinó con la dulzura de la habitación, haciéndolos sentir como si estuviesen en una cafetería con postres recién salidos del horno y un jardín recién podado. Las feromonas de ambos se encontraban en una sincronía tan perfecta que dolía.
La ropa de Vegas fue cayendo poco a poco a los costados de la cama y la bata de hospital que Pete vestía fue revelando más piel y más vulnerabilidad con cada segundo que pasaba. El desnudarse uno frente al otro después de tanto tiempo fue algo curioso y extraño. Recordaban el cuerpo del otro mejor que nadie y sabían que zona tocar para obtener la reacción que anticipaban; sin embargo, diez años era mucho, incluso para ellos. Y aunque no había mucha fantasía que albergar como cuando eran un par de adolescentes desvistiéndose por primera vez; revelando sus imperfecciones y secretos, la sensación de admiración frustrada fue la misma.
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El Encanto de la Bestia [VegasPete]
Kısa HikayeTras años de su captura, el asesino serial Vegas Theerapanyakul acepta cooperar con la policía de Nueva York para atrapar a un posible imitador de sus delitos más escalofriantes bajo la condición de trabajar junto al Dtve. Pete Saenghtam, quien no s...