Capítulo 8

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La sensación de ardor a lo largo de su sien fue lo que despertó a Kinn. Eso, y el sonido del motor del auto apagándose. Parpadeó varias veces, intentando ajustar su vista a lo que parecía que estaba sucediendo mientras maldecía entre dientes. ¿Había perdido el conocimiento? ¿Qué fue lo que pasó?

Y lo más importante, ¿dónde diablos estaba Vegas?

Hizo un movimiento brusco con su cuerpo, queriendo levantarse; pero fue en ese momento que se dio cuenta de la delicada situación en la que se encontraba.

—Yo no haría demasiado esfuerzo si fuera tú —reconoció la voz que provino desde el asiento del conductor. El alivio mezclándose con el horror al darse cuenta de que, por lo menos, una de sus dudas había obtenido respuesta.

El Theerapanyakul volteó por encima de su hombro, encontrándose con la imagen de Kinn esposado a uno de los soportes del coche y parte de su rostro manchado de sangre ya seca. En cualquier otro momento, aquello le habría parecido satisfactorio a su mente un tanto retorcida. Incluso divertido, hasta el punto de sacarle una sonrisa.

—¡¿En qué mierda estás pensando?! —Exclamó el Alfa, intentando zafarse de nuevo—. ¿En qué momento...? —.

Las palabras de Kinn cesaron al caer en cuenta de algo más. Su expresión se llenó de preocupación conforme su mano libre viajaba hacia su cintura, buscando desesperadamente algo que...

—¿Buscas esto? —Los ojos de Kinn se instalaron fijamente en el arma que colgaba sobre el dedo índice derecho de Vegas. Era increíble lo ligera y pequeña que parecía desde ese punto. A lo lejos, podía pasar incluso como un mísero juguete—. No desgastes tu energía. La necesitarás dentro de poco.

Los recuerdos fueron llegando poco a poco. Quizás un poco más lento de que Kinn hubiese querido.

Recordó el interrogatorio con Collins. Lo mal que había terminado y lo mal que lo pasó queriendo separar a Vegas del Beta, quien quedó todavía peor de lo que uno podría llegar a imaginarse. Si seguía vivo para esas alturas, sería un milagro.

Después de ello, la imagen de ellos dos saliendo de las oficinas acaparó su mente. Trazos de... ¿qué fue? ¿Una... llamada? ¿Quién le había llamado? ¿Dónde estaba su celular?

¿Acaso...?

Un tono familiar llenó de repente el auto; un tono de llamada que cesó en el instante que Vegas contestó.

—... Ya estoy aquí —la voz del Theerapanyakul habría tomado por sorpresa a cualquiera. La dureza y sequedad con la que habló no fue nada nuevo, pero incluso Kinn logró notar algo distinto en ella—. Ahora... —una pausa. Un par de segundos que el Theerapanyakul no podía darse el lujo de perder—. Déjame escucharlo.

Era miedo.

Gritos infantiles se hicieron sonoros desde el otro lado de la línea, y Kinn fue testigo, por primera vez en toda su carrera como detective, de como un vil monstro también era capaz de sentir verdadero temor.

Los hombros comenzaron a temblarle y una de sus manos llegó hasta el volante, sus nudillos perdiendo color al momento de aferrarse fuertemente a la piel del mismo.

De un instante a otro, los gritos dejaron de escucharse y pareció como si a Vegas le hubieran robado el aire de un puñetazo. Una voz distorsionada comenzó a hablar, pero Kinn no pudo discernir con mucha exactitud sus palabras. De cualquier manera, sabía que no era nada bueno, no cuando el Theerapanyakul comenzó a apuntarle con su propia arma.

El sonido del martillo siendo liberado atravesó sus oídos.

Una respiración agitada y gotas de sudor escurriéndole por la cara.

El Encanto de la Bestia [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora