Capítulo 4

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—Te ves horrible.

Pete levantó la vista del monitor de su computador y dejó de teclear por unos segundos. El Detective Kinn estaba en la puerta de su oficina con los brazos cruzados.

—Gracias por el cumplido —respondió el Omega conforme regresaba su atención al último reporte de esa noche. Un par de párrafos más y podría regresar a casa. Podría darse una ducha apropiada, comer algo decente y, sobre todo, ver a Venice: su pequeño rayo de luz.

Después de la visita a los laboratorios y el hallazgo de una posible firma del imitador, Pete se dio a la tarea de ponerse en contacto directo con las oficinas penitenciaras tras la esperanza de recuperar toda la correspondencia que Vegas había recibido desde sus primeros años en prisión. Afortunadamente, la mayoría de las cartas seguían intactas, por lo que el equipo forense no tardó mucho en comenzar a trabajar sobre ellas –esta vez siendo adecuadamente supervisados por Arm–.

Enterado de ello, Korn le dio indicaciones sumamente estrictas de esperar nuevas notificaciones de los forenses y regresar a las oficinas centrales con el objetivo de que se dedicara a transcribir informes para los altos mandos, quienes seguramente estaban cazándolo en busca de avances significativos en la investigación. Y aunque no estaba muy convencido con el hecho de verse obligado a encerrarse en su despacho mientras que Porsche se mantenía de guardia junto a otros oficiales donde se estaba quedando Vegas, el Omega era consciente de que no podía ignorar órdenes de su superior. No cuando sus acciones pasadas casi le costaron su trabajo y el de su compañero.

No quería admitirlo, pero se encontraba en la cuerda floja frente a Korn.

—Si te sirve de algo —Kinn entró a la oficina como si se tratase de su propio despacho y se acomodó en uno de los extremos del escritorio, a meros metros de Pete—. Deberías saber que realmente me ofrecí para ser el responsable de la investigación —le lanzó una mirada rápida a la pila de documentos junto a ellos—. Pero Korn nunca dio el visto bueno.

—Supongo que por razones obvias —continuó tecleando, haciendo caso omiso a la fijeza con la que Kinn seguía mirándolo.

El Alfa Dominante carraspeó ligeramente.

—Puede que no lo creas, pero me preocupo por ti, Saengtham.

Las arrugas en la frente de Pete se hicieron más profundas conforme volteaba nuevamente.

La historia entre el Dtve. Kinn y el Omega era un tanto complicada: no eran exactamente amigos, pero se mantenían un respeto íntimamente mutuo desde que se conocieron en la academia de policías hasta su último día como compañeros de trabajo.

Todos en la unidad sabían quiénes eran.

Siendo el primero dúo Alfa-Omega que lograba un índice de casos resueltos tan alto siendo apenas unos novatos, era normal que fuesen el tema de conversación principal entre los demás federales más experimentados, hasta el punto en el que muchos llegaron a preguntarse la razón por la que decidieron separarse; o, mejor dicho, porque Kinn solicitó ser compañero de alguien más tan repentinamente. En especial Pete, y aunque nunca planeaba aceptarlo, una parte suya seguía sintiéndole cierto rencor al respecto.

—Agradezco el sentimiento, pero no lo necesito.

Kinn lo observó durante un instante que pareció eterno. Algo duro y triste pasándole por el rostro a una velocidad que no le permitió al Omega descifrar qué era.

—Ni siquiera te has dado cuenta de que estás infestado de sus feromonas, ¿cierto?

Aquello lo tensó de inmediato. Era de esperar que las feromonas de Vegas se impregnaran en él, pero no pensaba que fuese al nivel de considerarse infestado, ni que otros lo notaran tan rápido.

El Encanto de la Bestia [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora