Capítulo 7. Parte II

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La mañana llegó antes de lo que Pete esperaba.

Tras caer en cuenta de que había perdido el conocimiento, despertó con un par de rayos de luz escabulléndose entre los espacios libres que dejaban las cortinas de la habitación del hospital. Su cuerpo se encontraba limpio y vestido con una nueva bata, el humidificador estaba encendido con un ligero aroma a frescura llenando el cuarto.

No había rastro de Vegas por ningún lugar. Era como si todo lo que sucedió la noche anterior no había sido más que un sueño, y el Omega llegó a creer su propia intuición hasta que un ligero punzón detrás de su cabeza llamó su atención. Sus dedos sintieron el material de una torunda cubriéndole la zona baja de la nuca, y fue ahí cuando comprendió que no. No había sido un sueño.

Al cabo de un par de revisiones por parte de los médicos y enfermeras que no tardaron en aparecer, Porsche fue el primero en llegar; con una pequeña silueta familiar siguiéndolo muy de cerca.

—¡Papá! —Gritó Venice al segundo de verlo, dejándose llevar directamente hacia las piernas del Omega y aferrarse a ellas entre lágrimas—. ¡Dijiste que regresarías rápido si me portaba bien! ¡¿Por qué estás en el hospital?!

"Supongo que no tengo nada con que excusarme" pensó Pete culposo con una sonrisa tensa apretándole los labios.

—Lamento mucho romper mi promesa, pulga —se disculpó al instante, acariciándole el cabello e intercambiando una mirada rápida con Porsche, quien los observaba extrañamente divertido desde el otro extremo de la cama.

—Hice lo que pude para llevarlo a la escuela esta mañana —comenzó con el tono de alguien que se había dado por vencido—. Pero no estaba dispuesto a ir sin verlo a usted primero. A duras penas logré que su abuela regresara a casa.

—¿Estuvieron aquí toda la noche? —Le preguntó un tanto horrorizado. ¿Acaso habían logrado escuchar...?

—No —respondió Porsche al instante, tranquilizando por evidentes razones—. Solo hasta que las horas de visita finalizaron.

No hubo necesidad de más explicaciones. Uno de ellos era completamente consciente de lo que había sucedido, mientras que el otro podía deducirlo con extrema facilidad, por lo que Porsche solo se limitó a decir con absoluta honestidad:

—Me alegra que se encuentre bien, señor. Y estoy seguro de que el pequeño siente lo mismo —se dirigió a Venice—. ¿Cierto?

El pequeño levantó la cara casi de mala gana y con un puchero frunciéndole el entrecejo, no dejaba de sorberse la nariz y se apresuró a secarse las lágrimas con sus manitas empuñadas. Era lo que siempre hacia cuando quería aparentar ser un niño grande y fuerte que no llora. Pete nunca dejaría de encontrar aquello adorable.

—Mi papá es muy fuerte —dijo con mucha seguridad, queriendo esconder el temblor de su voz—. Sabía que estaría bien. La abuela y Porsche me lo dijeron. Aquel señor también.

La expresión de Pete se tensó al instante y le dedicó otra mirada rápida a Porsche, esperando de cierta manera una explicación que su compañero no podía darle. Al menos no con Venice escuchándolos, por lo que Porsche no tuvo otra opción más que responderle con un semblante incómodo.

—¿A qué señor te refieres, pulga? —Le preguntó una vez que Venice se calmó un poco, sintiendo un repentino nudo en el estómago y dolor entre las piernas conforme el pequeño lo miraba con extrañeza.

—... Lo miré salir de este cuarto anoche —explicó el niño conforme recordaba—. Era el mismo hombre que Porsche trajo para ayudarte... —bajó la mirada y comenzó a jugar nervioso con sus deditos —. Sé que no debo hablar con extraños, pero me dijo que te sentirías mejor si descansabas —una breve pausa antes de que se atreviera a levantar la vista de nuevo. Sus ojitos seguían hinchados y rojizos por el llanto. Pete sintió que el corazón se le detenía momentáneamente—. Parecía amable y se veía muy...triste. Dijo que conocieron cuando tenían mi edad y que siempre has sido una persona importante para él. Papá, ¿quién es ese...? —

El Encanto de la Bestia [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora