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POV LISA.

La fila de migración es ridículamente lenta, y un hombre más adelante ha sido llevado a la oficina. Todo parece muy sospechoso desde donde estoy parada.

—¿Qué crees que hizo?.—Susurro mientras estiro mi cuello para espiar la conmoción más adelante.

—No sé, algo estúpido, probablemente.—responde Roseanne.

Caminamos hacia el mostrador mientras la línea se mueve un poco más rápido.

Acabamos de llegar a Londres para comenzar nuestro año sabático.

Voy a trabajar para un juez como niñera, mientras que Rosé, mi mejor amiga, trabajara para un subastador de arte. Estoy aterrorizada, pero emocionada.

—Ojalá hubiéramos venido una semana antes para poder pasar un
tiempo juntas.—dice Rosé.

—Sí, lo sé, pero mi jefe necesita que yo comience esta semana porque se va la próxima de viaje. Así que tengo familiarizarme con la rutina delos niños.

—¿Quién deja a sus hijos solos durante tres días con un completo extraño?.— Rosie frunce el ceño con disgusto.

Me encojo de hombros.

—Mi nuevo jefe, aparentemente.

—Bueno, al menos puedo ir y quedarme contigo la semana que viene. Eso es una ventaja.

Mi puesto es de planta, por lo que mi alojamiento es seguro. Sin embargo, la pobre de Rosé vivirá con dos extraños y eso la está volviendo loca.

—Sí, pero te voy a tener que meter a escondidas.—le digo—. No quiero que parezca que estamos de fiesta o algo por el estilo.

Miro alrededor del aeropuerto. Está ajetreado, bullicioso y ya me siento tan viva. Rosé y yo somos más que viajeras jóvenes.

Rosé está tratando de encontrar su propósito y yo huyo de un pasado destructivo, uno que implica que estoy enamorada de un idiota que me puso los cuernos.

Yo lo amaba. Él simplemente no me correspondía. No lo suficiente, al parecer.

Si lo hubiera hecho, se lo habría guardado en los pantalones y yo no estaría en el aeropuerto de Heathrow sintiéndome como si estuviera apunto de vomitar.

Me miro y aliso las arrugas de mi vestido.

—Van a venir a recogerme. ¿Me veo bien?

Rosé me mira de arriba abajo, sonriendo ampliamente.

—Te ves exactamente cómo debería de verse una niñera de veinticinco años que viene de Australia.

Me muerdo el labio inferior para no sonreír estúpidamente. Esa fue una buena respuesta.

—¿Entonces, cómo se llama tu jefe?.—Pregunta.

Busco mi teléfono en mi bolso y reviso los correos electrónicos hasta llegar al de la agencia de niñeras.

—El señor Jane Kim.

Rosé asiente.

—¿Y cuál es su historia? Sé que me la has dicho antes, pero la he olvidado.

—Es un juez de la Suprema Corte, enviudó hace cinco años.

—¿Qué le pasó a su esposa?

—No lo sé, pero aparentemente es bastante rico.—Me encojo de hombros—. Dos niños, bien educados.

—Suena bien.

—Eso espero que sí, ojalá les caiga bien.

—Así va a ser.—Avanzamos en la línea—.¿Definitivamente saldremos el fin de semana, no?

Sra. Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora